domingo, 29 de noviembre de 2009

Las moscas nos hablan

Hay personas que tenemos una particular afición por todo aquello que huele a misterio, de hecho, creo que es condición de todo ser humano el que esto ocurra; simplemente obedece a nuestra inquieta mente y a la curiosidad que despierta en nosotros lo desconocido. Hay un tipo de misterios que despiertan en nosotros una especial inquietud, que nos tocan la fibra sensible: aquellos que involucran la muerte de uno de nuestros semejantes. Así, la novela de misterio, policíaca, negra o de intriga, es un género que cuenta con una nutrida cohorte de seguidores que disfrutan desde la asepsia de la literatura de la sordidez del crimen. Desde los cuentos de Poe, las historias holmesianas de Conan Doyle, las novelas de Christie, P.D. James, González Ledesma, Montalban o Mankell, hasta el trasfondo criminal de Crimen y Castigo o El nombre de la rosa, los libros han reflejado el lado oscuro del ser humano. Recientemente, el cine (¡ah, Hitchcock!) o la televisión han ocupado parte del nicho que, antaño, fuera exclusivo de la literatura: "CSI", "Numb3rs", "Bones", "Dexter"…

Siempre me apasionaron estos temas y, de hecho, sigue ocurriendo. No en balde, en mi parcela profesional me interesan especialmente los temas de seguridad informática, que están directamente relacionados con la informática forense. Desde el método científico-deductivo de Sherlock Holmes ha llovido mucho (bueno, tal vez no tanto como debiera), y hoy día la ciencia y la tecnología han dotado a policías y forenses de las herramientas necesarias para ir más allá de lo que nunca pudieran haber imaginado hace un par de siglos. Sin embargo, en todo momento tuvieron unos particulares aliados que, desafortunadamente, sólo en los últimos años están siendo conocidos a fondo: los insectos.

El testimonio de las moscas, con el subtítulo Cómo los insectos ayudan a resolver crímenes, es un libro escrito por el afamado entomólogo forense M. Lee Goff. En este libro nos descubre una particular parcela de los estudios forenses, en las que las moscas y tenébridos tienen mucho que decir. A partir de los casos en que ha trabajado, y desde el momento en que comenzó a llevar a cabo estas labores, cuando apenas se le tenía en cuenta, hasta que la entomología forense fue tomada como un referente en la resolución de muertes por violencia, M. Lee nos desvela algunos de los secretos que es capaz de desentrañar el estudio de estos insectos. El autor llevó a cabo estudios sobre la descomposición de cerdos en Hawai, donde desarrolló la mayor parte de su carrera, y cómo la intervención de insectos necrófagos se ve afectada por aspectos como la climatología, la presencia de drogas en el cadáver o el lugar en que fuera encontrado. La aparición de individuos de determinadas especies marcaba el periodo transcurrido desde la muerte, y el nivel desarrollo de sus larvas, o la aparición de depredadores de estas, podía precisar incluso el día y hora de la defunción, o las condiciones en que se produjo.


El libro es prolijo en la exposición de los casos, sin llegar en ningún momento a recrearse en ellos, buscar el morbo fácil u obviar las sensaciones que apresaron al científico en alguno que otro momento de las investigaciones. Incluso nos desvela, al final del libro, algunas curiosidades entomológicas. Por ejemplo, ¿sabíais que, en el siglo XIX, los heridos de guerra que eran recogidos del campo de batalla tenían más posibilidades de sobrevivir si sus heridas habían sido invadidas por las larvas de las moscas carroñeras? Según parece, al devorar la carne que comenzaba a presentar síntomas de podredumbre, evitaban la gangrena o el incremento de corrupción de las heridas. Sí, me consta que es poco agradable, pero esto no dejó de salvar vidas.

En resumen, un libro de lo más interesante, que posiblemente interese a quienes tengan más desarrollado ese instinto detectivesco que comentaba al comienzo de la entrada, a quienes sientan pasión por los insectos y a quienes, dejando de lado las habituales suspicacias que respecto a la entomofauna tiene buena parte de la población, estén abiertos a escuchar el testimonio de las moscas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Unas lecturas sobre la evolución

Anteayer traía al blog una de las obras que más han influido sobre el devenir de las ciencias biológicas en los últimos siglos. Se trata de El origen de las especies, claro está, y ya que no quería que la obra de Darwin cumpliese años en soledad, aquí aparecen algunas obras que tratan la evolución biológica en general, y la de nuestra especie en particular, de forma didáctica y amena.

Juan Luis Arsuaga.
El co-director de las excavaciones de Atapuerca, ampliamente conocido gracias a su labor divulgadora de la evolución humana con títulos tan apetecibles como La especie elegida o El collar del Neandertal, por citar los más populares, presenta en El enigma de la esfinge un recorrido sobre el concepto de la evolución, las teorías que la intentan explicar y los distintos enfoques que ha sufrido su estudio a lo largo de la historia. Pero va mucho más allá de una mera exposición de sucesiones evolutivas o de ofrecer explicaciones a los conceptos claves de la disciplina. Partiendo de una breve introducción a la obra de Darwin y al neodarwinismo, Arsuaga nos lleva de la mano para explorar temas tan apasionantes el estudio de la conducta y su importancia en la supervivencia de las especies (egoísmo versus altruismo), el origen de nuestra especie o el de la inteligencia que nos caracteriza. Un libro divulgativo, que en contadas ocasiones utiliza terminología que exige del lector un pequeño esfuerzo que es recompensado con creces gracias a la visión que nos ofrece el autor sobre la evolución. También publicó este año, aprovechando el bicentenario del nacimiento del padre de la teoría de la evolución, El reloj de Mr. Darwin, otra de las lecturas que tengo pendientes y que me gustaría acometer dentro de este año... A ver si lo consigo.

Francisco J. Ayala.
Si evitamos la confusión con el recientemente fallecido autor granadino, nos encontraremos antes uno de los científicos españoles más destacados en cuanto al estudio de la evolución humana. Su obra al completo es recomendable en el campo de la evolución: La evolución en acción, La naturaleza inacabada, La teoría de la evolución: de Darwin a los últimos avances de genética, Senderos de la evolución humana (escrito junto a Camilo José Cela Conde) o La piedra que se volvió palabra: las claves evolutivas de la humanidad son títulos imprescindibles. Respecto al debate entre creacionismo y evolucionismo, publicó hace un par de años el libro Darwin y el diseño inteligente: creacionismo, cristianismo y evolución, que ya mencionase Alienor en la anterior entrada y que aún no he leído, aunque imagino que será bastante interesante (otro para la lista .

Stephen Jay Gould.
Uno de los grandes científicos del pasado siglo, paleontólogo y biólogo teórico, Jay Gould fue también un excelente divulgador científico. Entre sus obras relacionadas con la evolución destacan La estructura de la teoría de la evolución, donde expone los fundamentos de la teoría jerárquica de la evolución como una extensión del darwinismo. Mostró su postura opuesta a la sociobiología (al menos respecto al uso social de la ciencia como fundamento ideológico del poder) frente a las teorías de Edward O. Wilson o Richard Dawkins. Otra de sus obras emblemáticas es El pulgar del panda, donde postulaba que las imperfecciones eran una muestra del proceso evolutivo, quedando descartadas en el devenir del proceso de especiación.

Richard Dawkins.
El autor de los libros El gen egoísta y El espejismo de Dios publicó hace unos años una obra directamente relacionada con la evolución biológica por selección natural: El relojero ciego, que puede considerarse hasta cierto punto como la continuación del primero de los títulos citados. En él expone cómo la evolución trabaja como un relojero ciego, ajustando pequeños cambios que, con el paso del tiempo, irán produciendo importantes cambios en las especies. También plantea cómo la evolución se desarrolla en una estructura arbórea, y no de escalera, es decir, que todas las especies actuales acumulan una serie de caracteres que son igualmente óptimos para las necesidades de cada especie. En este año ha aparecido su libro Evolución. El mayor espectáculo sobre la Tierra, al que tengo ganas de hincarle el diente.

Desmond Morris.
Una de las obras más conocidas (y polémicas, en su día) de Morris es El mono desnudo, que ofrece un recorrido a través de la evolución humana desde una perspectiva meramente biológica, contrastando el comportamiento humano con el de otras especies animales y observándolo bajo la lupa del etólogo. En su día fue una obra que me encantó, al margen de mostrar leves signos de fatiga en algunas de las teorías que expone que, con el paso del tiempo, han podido sufrir los envites de nuevos descubrimientos en el área de la paleoantropología.

Termino la relación de títulos con un libro en concreto, El pico del pinzón, de Jonathan Weiner que, aunque desgraciadamente está descatalogado desde hace un par de años, recomiendo encarecidamente. Ofrece una fresca visión de la evolución en las islas que dieron origen a la teoría de Darwin: las Galápagos. En ellas desarrollaron su trabajo el matrimonio de científicos Peter y Rosemary Grant, quienes demostraron que el propio Darwin no era consciente de la fuerza de su propia teoría. El libro, ganador del Premio Putlitzer, narra con vigor y mucha pasión los trabajos del matrimonio Grant en la isla Dafne Mayor, donde durante 20 años comprobaron cómo la selección natural de los pinzones no cesa de ocurrir.

La lista anterior, como puede comprobarse fácilmente, no es exhaustiva ni pretende serlo. Presenta únicamente algunos de los títulos que, de los que he leído sobre la evolución, me parecen más interesantes. Posiblemente Alienor pueda aportarnos unos cuantos títulos más de su propia cosecha, ya que nos decía que las estanterías de la sección dedicada a los orígenes del Hombre aparecían repletas de jugosos ejemplares, así que la invito a ampliar y mejorar la lista si lo cree conveniente y no considera esta como una petición abusiva. ;)

martes, 24 de noviembre de 2009

Ciento cincuenta añitos

No podía dejar pasar un día como el de hoy sin escribir, aunque fuese de forma concisa, unas palabras sobre el libro que celebra el centésimo quincuagésimo año de su publicación: El origen de las especies, de Charles Darwin, del que se celebra además este año el bicentenario de su nacimiento. La obra más difundida del naturalista británico, y también la más controvertida, es la que cambió para siempre la percepción de la historia natural y del desarrollo y aparición de las especies. Sin embargo, como suele ocurrir con muchas grandes obras, la de Darwin es la gran desconocida, aquella de la que todo el mundo ha oído hablar pero nunca ha leído. Tal vez nos digamos a nosotros mismos que siempre habrá tiempo de incluirla en nuestro plan infinito de lectura, o puede que nos eche un poco atrás la carga científica del libro (que en este año conmemorativo está sufriendo duras críticas). Sea como fuere, lo cierto es que El origen de las especies es un libro ameno, que casi puede leerse como una novela de aventuras que nos lleva de la mano de Darwin y de su maravilloso periplo a bordo del Beagle a disfrutar con el descubrimiento de los mecanismos evolutivos que, en aquella época, tanto el autor como Russell Wallace llegaron a vislumbrar.

La aproximación de Darwin y Wallace a la teoría de la evolución orgánica por selección natural transcurrió por caminos similares, aunque no paralelos. Mientras Darwin postulaba su teoría basándose en la dispersión de las especies desde un único “centro singular de supuesta creación” para llegar a concluir que en la especiación ejercía una tremenda influencia la selección natural, Wallace aplicaba las hipótesis evolutivas para respaldar las interpretaciones biogeográficas, construyendo modelos de procesos históricos que explicaran los espaciales.

La obra de ambos científicos influyó, para bien o para mal, en el estudio de las ciencias biológicas durante los siglos XIX y XX. Ya en su día el libro que hoy nos acompaña suscitó una gran polémica. El porqué sucedió esto tal vez nos lo explique el propio libro, que en una de sus últimas páginas afirma que “se proyectará mucha luz sobre el origen del hombre y su historia”, es decir, que Darwin, a través de su teoría de la selección natural y del origen de las especies, buscaba explicar también la del propio ser humano. Curiosamente, algo más de un siglo después otro reputado científico sufrió igual escarnio por un breve capítulo de pocas páginas al final de la que posiblemente es su obra más reconocida (y que entronca directamente con la selección natural). Me refiero a Edward O. Wilson y su tratado La sociobiología; la nueva síntesis, un estudio sobre la conducta del hombre que viene de la mano del darwinismo social. El estudio del hombre desde un punto de vista estrictamente biológico, frente al de los historiadores, antropólogos y sociólogos no fue realmente bien recibido.

La teoría sociobiológica, al igual que la de la selección natural, puede ser mal utilizada y entendida, no cabe la menor duda de ello, ya que ha ocurrido en el pasado. Sin embargo, y al margen de esto (precisamente estudios de Wilson y otros autores propugnan la importancia del altruismo para la supervivencia de la especie y de los propios genes, frente a la supervivencia del “más fuerte” tan en la línea de la obra de Dawkins, El gen egoísta, y de ciertas interpretaciones interesadas de la teoría darwiniana, como es el caso de Malthus que, en su Ensayo sobre el principio de la población, afirmaría que la población aumenta en progresión geométrica en tanto los medios de subsistencia lo hacen en progresión aritmética, justificando así la miseria de los obreros y haciéndoles a ellos mismos responsables de la misma por tener un número demasiado elevado de hijos. La conclusión a la que llegaba era a que había que luchar contra la pobreza mediante la reducción de la natalidad. Es decir, intentaba difundir un “darwinismo social” que pretendía interpretar y justificar la estructura de la sociedad humana basándose en los esquemas propuestos por Darwin para la flora y la fauna. Marx y Engels criticarían mordazmente las teorías malthusianas, pero esto es otra historia que merece ser presentada, tal vez, en otro momento.

Para animaros a leer esta obra, me gustaría cerrar la entrada con un párrafo que me encanta (pues demuestra que, además de su base científica, el libro de Darwin está escrito con una hermosa prosa que lo convierte en un verdadero texto literario). A saber,
Podemos comprender, hasta cierto punto, por qué hay tanta belleza por toda la naturaleza, pues esto puede atribuirse, en gran parte, a la acción de la selección natural. Que la belleza, según nuestro sentido de ella, no es universal, tiene que ser admitido por todo el que fije su atención en algunas serpientes venenosas, en algunos peces y en ciertos asquerosos murciélagos que tienen una monstruosa semejanza con la cara humana. La selección sexual ha dado brillantísimos colores, elegantes dibujos y otros adornos a los machos, y a veces a los dos sexos, de muchas aves, mariposas y otros animales. Por lo que se refiere a las aves, muchas veces ha hecho musical para la hembra, lo mismo que para nuestros oídos, la voz del macho. Las flores y los frutos han sido hechos aparentes, mediante brillantes colores en contraste con el follaje verde, a fin de que las flores puedan ser fácilmente vistas, visitadas y fecundadas por los insectos, y las semillas diseminadas por los pájaros. Por qué ocurre que ciertos colores, sonidos y formas dan gusto al hombre y a los animales inferiores –esto es, cómo fue adquirido por vez primera el sentido de la belleza en su forma más sencilla-, no lo sabemos, como tampoco sabemos por qué ciertos olores y sabores se hicieron por vez primera agradables.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Indignación

Hace un par de días fui con Azote al supermercado y nos ocurrió algo bastante curioso. Al atravesar un pasillo vio a lo lejos a una pareja, y me dijo: "Creo que conozco a ese chico. Era un amigo de la pandilla del instituto, en Córdoba". "Pues vamos y le saludas", respondí yo. Seguimos andando, y en uno de los cruces entre pasillos nos encontramos frente a frente. "¡Hola!", exclamó Azote. "Tu eres F., ¿verdad?", le espetó. "Sí, y tu eres... no me lo digas... ¡Azote!". Dicho y hecho, nos presentaron a las respectivas parejas, y comenzaron a recordar viejos tiempos, batallas y compañeros. Entretanto, la conversación permitió la intervención de la chica, M. y la mía. Ella tenía un acento que nos hacía sospechar que de Cádiz no era precisamente. La conversación fluyó por unos y otros derroteros, y en un momento dado, ante un comentario de M., le preguntamos de dónde era. "De Polonia", respondió ella. Y yo, en un arranque de inusitado atrevimiento biblioadicto dije: "Oye, pues podrías traducirme el último libro de Sapkowski" (risita). "¿Sapkowski? ¿Conoces a Sapkowski?", se extrañó. "Sí, me encanta su saga de Geralt de Rivia. Lo que ocurre es que el último libro no ha sido traducido al castellano", respondí. Y la conversación pasó a convertirse en un cúmulo de alabanzas al autor, ranas y gusarapos para el traductor y la política editorial de Bibliópolis/Alamut, y recomendaciones literarias. Pasado un rato Azote y yo nos despedimos de la amable pareja, y marchamos para casa.

Hasta aquí, una historia curiosa sobre cómo puedes encontrarte a alguien tan friki como tú en el lugar más inesperado. El caso es que insté a Azote a acercarse a la saga de Sapkowski, aun a sabiendas de que caería en las redes de Andrzej y se encontraría en la misma y desesperante situación que muchos de sus seguidores en este país, incluido yo mismo. Porque resulta deprimente que George R. R. Martin no termine Canción de Hielo y Fuego, pero es que el séptimo volumen de la saga de Geralt, que en España recibirá el título de La dama del lago, lleva escrito unos lustros. En fin, que el encuentro me trajo la gratificante sorpresa de comprobar hasta qué punto es cierto que Sapkowski es un referente entre los autores polacos y el ingrato recuerdo de la espera desesperante.

Pero heme aquí que esta tarde abro el correo y me encuentro con un aviso por parte de una distribuidora editorial avisando de la publicación de La daga del lago. ¡Albricias!, exclamo, y corro a seguir el enlace incluido en el correo. Y, mi gozo en un pozo, me encuentro con el siguiente mensaje:

SE RECUERDA QUE LA EDITORIAL HA DECIDIDO DIVIDIR EN DOS EL LIBRO. NO SE TIENE FECHA PARA EL SEGUNDO VOLUMEN.

Es una verdadera VERGÜENZA lo que están haciendo con esta saga. Publican todos los libros a buen ritmo, hasta el último. Después, comienzan a reeditarlos uno a uno en otra editorial que, curiosamente, adquiere el fondo bibliográfico de la antigua Bibliopolis. Ahora, años después, publican la PRIMERA parte del libro (como si el original tuviese más de una), y no dan fecha para la segunda. Se habla de inicios de 2010, pero habida cuenta de la seriedad que ha mostrado la editorial hasta la fecha, empiezo a temer que lleguemos a 2012 sin él.

Pues muy señores míos, con el último libro me haré cuando esté editado por completo en esa colección, o cuando no encuentre otra forma de conseguirlo. Por lo pronto, ya han conseguido que no tenga interés alguno en adquirir Narreturm, del mismo autor, y menos aún en título alguno de esa editorial editorial. Esperaré a encontrarlo en e-book, y lo leeré así. ¿Piratería? Sí, y la detesto. Pero, ¿quiénes son aquí los verdaderos piratas?

Me reitero: esto es una VERGÜENZA.

Para un niño, creer no es más que soñar

Entre las lecturas pendientes de mi plan de lectura infinito se encontraba la novelita (por la extensión, que no por su grandeza) San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno. La que es una particular transcripción, según el autor, del relato de Ángela Carballino, nos lleva ante don Manuel, el santo que un pueblo pretende encumbrar a los altares; un sacerdote que se ofreció a sus semejantes sin esperar compensación alguna. Es la suya una vida angustiada, dividido por su falta de fe y su necesidad imperiosa de avivarla en los demás. Don Manuel, que perdió su creencia en la existencia de una vida más allá de la terrenal, se ve incapaz de privar a sus feligreses de la esperanza en la otra vida. Y es que, en un diálogo entre Ángela y su hermano Lázaro, les oímos decir:
- [...] Porque hay, Angela, dos clases de hombres peligrosos y nocivos: los que convencidos de la vida de ultratumba, de la resurrección de la carne, atormentan, como inquisidores que son, a los demás para que, despreciando esta vida como transitoria, se ganen la otra; y los que no creyendo más que en éste...
- Como acaso tú... -le decía yo.
- Y sí, y como don Manuel. Pero no creyendo más que en este mundo esperan no sé qué sociedad futura y se esfuerzan en negarle al pueblo el consuelo de creer en otro...
- De modo que...
- De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión.
Don Manuel sólo se muestra tal cual es ante Lázaro, el hijo pródigo que regresó a Valverde de Lucerna tras recorrer mundo, con una perspectiva más abierta del futuro de los pueblos y sus gentes, descreído e irreverente. Únicamente al hacerle partícipe de su angustia, del dolor que siente al no ser capaz de recuperar la fe que tuvo en la infancia, es capaz de ganarle para su causa. Porque a pesar de su falta de fe, o tal vez por el acicate que supone aquella para su conciencia, este santo en vida es capaz de ofrecerse a los demás, vivir por ellos y con ellos, y no cejar en su labor evangelizadora. Tanto es así que no tiene tiempo para él mismo e, incapaz de vivir contemplativamente, lo hace en continuo contacto con sus semejantes, evitando de este modo reflexionar sobre su falta de fe y no sentir la tentación del suicidio, de terminar con su vida como ya lo hiciera su padre, puesto que para don Manuel la vida sin Dios no tiene sentido, pero tampoco es capaz de encontrarlo desde su ateísmo.

No constituye la obra una exaltación del ateísmo. Ángela nos dice que don Manuel “cree no creer, y, sin creer que creía, terminaba por creer”. La presencia de Dios está ahí, aun cuando no pueda creerse en su existencia. Es más, hablan por boca suya las obras, y no las palabras. Así, Unamuno se plantea si ante una hipotética revelación por parte de don Manuel de la falta de fe que le atosigaba, los vecinos del pueblo le habrían creído; las palabras del santo dirían una cosa pero sus obras le contradecirían rotundamente.

En fin, una novela que se lee en apenas una hora pero que nos invita a reflexionar, como todas las grandes, durante mucho, mucho tiempo.
"Ay, Valverde de Lucerna,
hez del lago de Sanabria,
no hay leyenda que dé cabría
de sacarte a luz moderna.
Se queja en vano tu bronce
en la noche de San Juan,
tus hornos dieron su pan,
la historia se está en su gonce.
Servir de pasto a las truchas
es, aun muerto, amargo trago;
se muere Riba del Lago,
orilla de nuestras luchas."

¿Publicidad?

Esta es una entrada atípica. Por lo breve (¡Homo libris conciso! ¡Que va al grano! ¡Increíble!) y por la temática. Tiene que ver con nuestro querido club, Bibliolandia, y con algunos aspectos de la mudanza que no terminaron de gustarme por cuanto que por mi parte, además de Homo libris de trotalómica condición, soy poco dado a dar concesiones a la publicidad y otros sistemas intrusivos en nuestros ordenadores. Deformación profesional, tal vez, pero que me llevó a plantearme qué hacer con el sistema de foros de la nueva Bibliolandia. Y es que podría montarse un sistema así utilizando algún servidor propio, pero lo más cómodo, rápido y, por qué no decirlo, económico, era basarnos en algún sistema ya creado y disponible para su uso. Cuando lo estuve hablando con R., la idea había pasado por mi cabeza pero él se había adelantado porque, además de pensarlo, también había estado investigando. Le comenté que el requisito que por mi parte pediría al lugar donde nos mudásemos es que permitiera realizar copias de seguridad de los mensajes para que, si en un futuro teníamos que mudarnos a otro servidor, pudiésemos recuperar sin problema los debates que se habían desarrollado en el pasado. El sitio encontrado por R. cumplía con creces esta condición, además de contar con una buena velocidad de acceso y un entorno agradable. Pero tenía publicidad, tanto en los mensajes como en el sistema de registro. La idea no me gustaba demasiado, pero tenía solución, y ahora que los chicos de El Guisante Verde Project han mostrado también ser reacios a enfrentarse a la publicidad, os voy a comentar un método para evitarla.

La publicidad que aparece en las páginas del foro puede ser controlada y limitada mediante el uso del fichero host de nuestro ordenador. Hace mucho, mucho tiempo, escribí algo al respecto en mi blog de informática Lobosoft. Si leéis la entrada, veréis que simplemente sustituyendo ese archivo en vuestro ordenador (o añadiéndole líneas con más contenido) podéis limitar la publicidad que aparece en el mismo. En ocasiones, aparecerá el un recuadrito con el mensaje de error “No se pudo cargar la página web”, que es simplemente el acceso a la publicidad que no pudo llevarse a cabo. En otras, como en el caso de Bibliolandia, la página aparece “limpia”, como si nunca la hubiera tenido. Si queréis probarlo, os dejo dos archivos para su descarga. Un fichero hosts que únicamente quita la publicidad de Bibliolandia (y que iré actualizando si vemos que aparecen más servidores que incluyan publicidad en la misma) y otro mucho más completo, que es el que uso en mi ordenador, y que tiene más servidores de publicidad anulados. El resultado, navegando con estos ficheros, es el siguiente (podéis pulsar para ampliar la imagen):

Respecto al correo de registro, en el que nos llegará publicidad, ahí la solución pasa por tener una cuenta de correo para este tipo de usos, distinta de la que usamos habitualmente. Yo tengo una con la que me registro en los sitios que, como este foro, exige una dirección de correo y la aceptación de correo publicitario para poder usar el servicio. Así la cuenta de correo usual no sufre esos envíos. Otra opción es utilizar el sistema de filtros de vuestro correo habitual para eliminar automáticamente los correos publicitarios que lleguen a vuestro ordenador. De todas formas, de las dos soluciones yo me quedaría con la primera, por si la dirección de correo fuese difundida por parte de la empresa de publicidad, que no os llegue spam de otros sitios.

Ups, al final creo que he escrito demasiado. Espero, en cualquier caso, que os haya gustado la idea y que no nos resulte demasiado compleja. De todas formas, aquí me tenéis disponible para resolver cualquier duda que os pudiera surgir al respecto.

P.S.: Una última nota, dado que la entrada es un off-topic en toda regla: Google Street View, la utilidad de Google Maps que permite recorrer las calles de algunas ciudades de forma virtual, ha activado su servicio en Granada, Málaga, Córdoba, León, Zaragoza, Burgos... ¿os apetece una vueltita virtual por alguna de ellas? ;)

jueves, 12 de noviembre de 2009

100 entradas y Bibliolandia se nos muda

Me disponía a plagiar (espero que con su permiso) a Elwen para anunciar a quienes no se encuentren en el subconjunto de la intersección de sus lectores con los míos que el club de lectura que con tanta ilusión creamos hace unos meses (Bibliolandia) se mudará de su actual plataforma, en los Grupos de Google a un foro más especializado donde esperamos que será más cómodo tratar sobre nuestros temas y que interfiera menos el spam que asola en los últimos tiempos los debates del club.

Pues bien, en estas estaba cuando me he dado cuenta del número que hace esta entrada, que no es otro que el del centenar. Cien entradas, cien, repletas de cariño y amor a los libros, que espero que a quienes tenéis la paciencia y aguante de leerlas os hayan sabido a tan poco y, a un tiempo, os hayan saciado como a mí. A tan poco, porque el periplo se me ha hecho cortísimo, y a tanto porque gracias a que al propio blog y a vuestros enriquecedores comentarios os he descubierto a muchos de vosotros. No me pondré nostálgico (dejo eso para dentro de un mes, cuando el blog cumpla un añito de vida), pero dejo constancia del hecho.

Para quienes pertenecen al club, el siguiente mensaje les resultará familiar:
Recojan sus bártulos, señoras y señores, pues Bibliolandia cambia de ubicación. En efecto, ¡nos mudamos! Tras un arranque a ritmo imparable, que Tristram Shandy se encargó de atemperar, el grupo de Google donde nos instalamos inicialmente parece haberse vuelto lugar de campeo de “spammers” que publicitan pseudoviagras y otras lindezas de índole sexual que interfieren con los mensajes bienintencionados y bibliófilos de los miembros de nuestro querido club de lectura.
Tras debatirlo durante unas semanas y estudiar otras posibilidades, los administradores del grupo decidimos que podría resultar interesante mudarnos a un foro cerrado donde no tuvieran cabida este tipo de mensajes, fuesen más fácilmente controlables y se permitiera una mayor agrupación por categorías de los mensajes, ya que durante esta primera lectura habían ido dispersándose en nuevos “hilos” de conversación. Por todo esto, hemos creado un nuevo sitio donde compartir nuestra segunda lectura (Amélie Nothomb como autora y *Todos los hermosos caballos*, de Cormac McCarthy, como libro). El registro es sencillo, y sólo os requerirá un momento. La nueva dirección es la siguiente:


Cuando os hayáis suscrito, procederemos a traspasar los mensajes de la anterior lectura a unos hilos del foro adecuados, para que no se pierdan, y posiblemente “limpiemos” el grupo de Google, dejando únicamente un enlace al nuevo foro, por si alguien pasase por aquí y quisiera conocernos.
Si tenéis cualquier problema o duda con el sistema de registro, no dudéis en consultar a los administradores. De momento somos: R., Elwen, Isi y yo mismo, Homo libris. En el actual grupo hemos creado un lugar donde realizar estas preguntas:
Para los que no eran miembros del club, y por si les faltaran motivos para unirse, ahora les traemos una última novedad: ¡Tenemos una nueva administradora con la que podrán psicoanalizarse! En el Copy&Paste (TM) de Midnight Eclipse podréis encontrar más información.
Algunos conocen ya Bibliolandia, otros me han leído hablar de él y algunos ni siquiera saben que existe. Bibliolandia es un club de lectura formado un grupo de bloggers que tras irse conociendo e intercambiando opiniones en los comentarios de sus respectivos blogs, se acabó viendo en la necesidad de crear un espacio más amplio para tal uso y hacer coincidir autores y libros.

Tras dos meses alojados en un grupo de google en los que el autor elegido fue Murakamiy el libro Tristram Shandy, los administradores hemos decidido mudarnos a un espacio más organizado donde además hay lugar para Loquear xD

Por todo ello, les anuncio la reapertura de Bibliolandia en un FORO que espero se animen a visitar. Ya se han hecho las votaciones por lo que les informo que durante los próximos dos meses la autora será Amélie Nothomb (de la que pueden leer cualquier libro) y el libro escogido es Todos los Hermosos Caballos de Cormac McCarthy.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados

Hace unos días comentaba por aquí que había recibido el último libro de José Antonio Labordeta, Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados, que recoge algunas de las vivencias e impresiones del diputado del CHA (Chunta Aragonesista) durante las dos legislaturas que anduvo por Madrid intentando representar al pueblo aragonés. Dejando de lado su gestión e ideales, sobre los que es más que probable que existan desacuerdos (al fin y al cabo es una labor política, sujeta a las impresiones personales y anhelos de cuantos le votaron, o no, y que siempre será mejorable, como cualquier labor humana), quería quedarme con la impresión que, como persona, me ha transmitido Labordeta a través de las páginas de este libro.

Ya avanzaba mediante el entusiasmo de mi anterior entrada que admiro a Labordeta en su faceta más afín a la cultura; como cantautor, escritor y presentador de televisión, el señor Labordeta me parece una persona de lo más singular e, incluso, entrañable. Tiempo atrás leí algún otro libro suyo (Tierra sin mar y Banderas rotas) y, por lo que ya conocía de él y por cuanto leí, me pareció una persona más que interesante para departir junto a un buen vaso de vino (u otra bebida menos espirituosa) en cualquier barecillo de nuestra geografía. Ahora, con estas deslenguadas memorias de su paso por el Congreso, me reafirmo en lo dicho anteriormente. En breves capítulos, correspondientes a pequeñas anécdotas, grandes retos o someros repasos de los concurrentes a las reuniones, Labordeta nos transmite sus inquietudes respecto al desarrollo de Aragón (particularmente los problemas de la red de transportes, el trasvase del Ebro y los problemas de Los Monegros ya que, como mencionaba nuestro Último Íbero en los comentarios del blog, Labordeta quizás peque un poco en su afinidad con las zonas más provincianas, siendo él poco urbanita, y deje algo de lado algunos intereses de la capital), pero también respecto a la nunca deseada guerra de Iraq, la comisión del 11-M o la gestión de los grupos popular y socialista durante las legislaturas que le toco compartir con aquellos, y que llegaron a convertirle en un icono transgresor por la sinceridad que pueden permitirse aquellos que saben que, de perdidos al río, no hay mucho que les puedan arrebatar.

Os dejo con un par de extractos del libro. No hay mucho más que decir, pues su interés es el de la pura anécdota, la que permite conocer un poco más a fondo el pensamiento de un político atípico, sincero (en tanto no se demuestre lo contrario, y más basándonos en el comportamiento a que nos tiene habituados la parva política) y accesible. Si os llama la atención saber un poco más del autor, puede resultaros interesante su lectura, como la de los dos que citaba más arriba, pues son también de corte autobiográfico.

No tiene pelos en la lengua Labordeta, sin duda alguna,
Su señoría [hablando de él mismo] se sintió siempre ajeno a toda la parafernalia de la Villa y Corte -como Corte, no como Villa-, y como un beduino monegrino se pasó ocho años contemplando las huellas de los ambiciosos, ambiciosas, de los poderosos, poderosas, de los divertidos y de las divertidas, y viendo, asombrado, la caída de los tipos combativos y defensores de sus ideologías, mientras ascendían los obedientes, lameculos y simplones.
aunque me ha llamado especialmente la atención su comentario sobre el metro de Madrid (quienes bien me conocen, sabrán el porqué):
A mí, beduino provinciano, aquel mundo de los largos pasillos, las escaleras automáticas, las voces de la megafonía y el estrujamiento colectivo venía a colocarme en un mundo entre deprimente, angustioso y muy atractivo en un grado de masoquismo elitista, porque sabía que aquel mundo no era el mío, como tampoco lo era el de los colegas que residían por los aledaños del Congreso y con los que nunca me crucé por los bajos de ese Madrid atractivo y desorbitado del metro.
Sí lo era el de aquellos hombres y mujeres que, a primeras horas de la mañana, se embarrancaban en las puertas de los vagones intentando no perder su viaje. A veces, cuando el tumulto era insoportable, me quedaba contra la pared -no tener que fichar era un lujo- y contemplaba aquella pequeña batalla.
Si os quedan ganas de saber porqué mandó (literamente) a la mierda a los diputados de cierto partido político, o algunas de las anécdotas que sobre el Congreso puede contarnos este poeta, que parece que anduvo atareado por Madrid, ya sabéis: seguid los pasos del beduino, que sabrán llevaros a algún oasis monegrino.

martes, 3 de noviembre de 2009

Días de difuntos

El prolongado fin de semana, unido a la defunción de unas cuantas teclas de mi castigado ordenador portátil, ha terminado por hacer de mi entrada sobre el Día de Fieles Difuntos un imposible. Como dice Lammermoor en su blog, poco sentido tendría hacer un especial fuera de la fecha señalada, y aun así, insisto en llevarlo a cabo. Con algunos matices y puntualizaciones que iremos viendo a continuación.

Para el día señalado tenía previsto recomendaros la lectura de uno de los clásicos de las letras hispánicas, Pedro Páramo, del autor mexicano Juan Rulfo. Creo que con ninguna otra obra literaria he sentido más la cercanía de los difuntos, de sus espíritus, de su deambular infinito sobre la faz de la tierra. Ni las obras más tenebrosas de Poe, ni los relatos de aparecidos, ni tan siquiera las historias de fantasmas de autores decimonónicos, tan dados a “jugar” con las fuerzas sobrenaturales, han sido, creo, capaces de acercarme al otro mundo con tanta perfección como la novelita (uso el diminutivo por su extensión, claro está, ya que por lo demás se trata de una obra magistral) de Rulfo.

Juan Rulfo nos presenta en Pedro Páramo a Juan Preciado, que visita Comala (¡ay, esas referencias a Comala y a Macondo en la canción “Peces de ciudad”, de Joaquín Sabina, en las versiones respectivas de él mismo y de Ana Belén!) buscando a su padre, Pedro Páramo, para cumplir con la promesa hecha a su madre Dolores en su último lecho. Comala se presenta ante Juan como un erial, un lugar carente de la vida que tantas veces recreó su madre en las idílicas imágenes que le transmitió con sus relatos. Pero no os contaré más. Simplemente, atreveos a adentraros junto a Juan Preciado en Comala, dejaos guiar por Abundio Martínez cuando le recoge en su carro y se adentran en tan singular escenario. No podréis olvidar esta maravillosa historia.

Desgraciadamente, estos días tan señalados en tantas y tantas culturas han venido marcados por la noticia de la defunción de reputados nombres de la escena cultural. Recibíamos ayer, 2 de noviembre, la dura noticia de la muerte de José Luis López Vázquez, que deja huérfano al cine español, y que será recordado como uno de los mayores cómicos de nuestro cine, que supo bordar papeles decididamente más dramáticos. Aunque sería difícil destacar algunas películas de su filmografía, sin duda para el fin de semana que acaba de finalizar me quedaría con el mediotraje de “La cabina”, de Antonio Mercero, sin duda alguna un verdadero clásico del celuloide.

Hoy nos abandonó mi paisano Francisco Ayala del que, a la edad de 103 años, podemos decir que tuvo una vida plena que nos deja como legado una extensa e importante obra literaria, que abarca géneros tan dispares como el de la novela y relato, ensayos (especialmente de sociología), artículos de prensa y traducciones de importantes autores (Zweig, Mann, Rilke e, incluso, Borges). Desgraciadamente no pudimos verle premiado con el Nobel, premio para el que había sido propuesto en repetidas ocasiones.

Por último, también fallecía Claude Lévi-Strauss, el fundador de la antropología estructural e introductor de este enfoque en las ciencias sociales.

Desde Homo libris, mi más sentida despedida a todos ellos. Gracias a su obra, su recuerdo quedará presente por siempre en nuestra memoria.