viernes, 23 de abril de 2010

Bendita locura

En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos, como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles, y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.
Feliz Día del Libro.

domingo, 18 de abril de 2010

BOOK, o no siempre lo último es lo mejor

Aunque estoy encantado con mi Papyre, lo cierto es que el lector de libros más avanzado que conozco es... ¡el propio libro!


Visto en El cultural de Nerea.

viernes, 16 de abril de 2010

Galápagos

Las revoluciones científicas más importantes todas incluyen, como única característica en común, el destronamiento de la arrogancia humana de un pedestal tras otro de convicciones previas sobre nuestro lugar en el centro del Cosmos.

Stephen Jay Gould
Trotty, de conocidas dotes naturalistas disfruta con una lectura de lo más amena y se dispone a contarnos su parecer.

De Kurt Vonnegut y su obra se puede decir cualquier cosa, excepto que sea convencional. Enclavada dentro de la ciencia ficción, lo cierto es que sus libros no constituyen una de las mayores referencias para la los lectores de este género, aunque, sin embargo, tampoco es un completo desconocido. Es más, puede ser considerado todo un referente, lo que se encuadra en una aparente contradicción tan al gusto de la mordaz ironía con que suele aderezar sus novelas y que viene dada, sin duda, por el interés que puso en su momento por no ser encuadrado dentro de la ciencia ficción (aunque sus primeras obras lo fuesen, claramente, y a pesar de lo cual toda ella posee continuos referentes y similitudes con este género, aunque también es cierto que con su ironía y la actitud crítica que suele adoptar en las mismas se aleja de lo que tradicionalmente se ha entendido como ciencia ficción) . Hace algún tiempo vino al blog su Pájaro de celda, que me encantó como recordaréis, y lo cierto es que le tenía muchas ganas a este que terminé de devorar hace apenas unos días.

Galápagos habría sido una novela ideal para escribir una reseña sobre ella el pasado año. No sé si Darwin o cualquier estudioso de la evolución habría estado totalmente de acuerdo con Vonnegut, pero lo cierto es que esta novela se lee con deleite y con una sonrisa en el rostro, solo rota por alguna que otra carcajada cuando el autor nos sorprende con alguna situación sorprendente e hilarante. En ella encontraremos algunos de los leitmotivos del autor: el antibelicismo, el particular escritor de ciencia ficción fracasado Kilgore Trout o la preocupación por la deshumanización y el consumismo.

La Tierra, hace un millón de años. Exactamente, al comenzar nuestra historia, 1986. El Bahía de Darwin permanece atracado en el puerto de Guayaquil, Ecuador, esperando al pasaje para emprender la que los medios han publicitado como la mayor aventura naturalista, el “Crucero del Siglo para el Conocimiento de la Naturaleza”. En el hotel cercano “El Dorado”, un estafador, una viuda, una pareja de japoneses y el secreto dueño del barco (que se apresuró a comprarlo para invitar a continuación al marido de la pareja anterior, un verdadero genio de las nuevas tecnologías) se ocupan de sus problemas hasta que llega la hora de embarcar. El mundo, entretanto, loco como siempre, prepara una guerra que les llevará a un viaje sin retorno a las islas Galápagos. Ellos no lo saben – nosotros sí, gracias a la voz omnisciente del narrador, el fantasma de unos de los trabajadores de los astilleros donde se construyó el barco, que se encarga de desvelárnoslo desde un principio-, pero no volverán jamás al continente. Ni ellos, ni ningún ser humano en la forma en la que eran conocidos un millón de años atrás, en el llamado siglo XX. La evolución se encargará de ello, y es que las Galápagos volverían a convertirse en un laboratorio natural desde el momento en que en el resto del mundo los humanos nos extinguimos gracias a nuestras crisis económicas mundiales, las guerras y, sobre todo, por la aparición de una particular enfermedad que volvió estériles a las hembras de la especie.
Demasiado tarde, los habitantes de esas naciones salieron arrastrándose de las ruinas que ellos mismos habían creado, y descubrieron que, durante todo aquel agónico proceso, no había habido absolutamente nadie en la cumbre que comprendiera cómo funcionan en realidad las cosas, de qué se trataba, y qué era lo que en realidad sucedía.
Vonnegut no es clemente con el ser humano ni con el voluminoso cerebro que constituye la fuente de las preocupaciones que le afligen y sinsentidos que acomete. Ni las referencias darwinianas ni las sociológicas son tan profundas que dificulten seguir un texto divertido, en el que Vonnegut se ríe de todo, jugando con el tiempo y el espacio (hace un millón de años, con la Tierra por escenario de nuestras andanzas; hoy, con el ser humano dotado de aletas, pescador y ajeno a todo problema que no afecte a su supervivencia gracias a su reducido cerebro) y con una serie de capítulos que fragmentan la historia y nos la van proporcionando en pequeñas dosis que nos descubren, a pequeña escala, las motivaciones de nuestros sobrevivientes y sus historias personales, y en una magnitud planetaria, el futuro de nuestra especie.
Nadie es hoy bastante inteligente como para fabricar la clase de armas que aun las naciones más pobres tenían hace un millón de años. Sí, y se utilizaban todo el tiempo. Durante toda mi vida no hubo un día en que, en algún lugar del planeta, no estuvieran librándose al menos tres guerras a la vez.
Y la Ley de Selección Natural era incapaz de dar una respuesta a estas nuevas tecnologías. Ninguna hembra de ninguna especie era capaz, salvo quizá la del rinoceronte, de parir un vástago a prueba de fuego, bombas o balas.
En el mejor de los casos, la Ley de Selección Natural podría producir un ejemplar que no tuviera miedo de nada, aun cuando había tanto que temer. Conocí a unos pocos tipos de esa especie en Vietnam, en la medida en que es posible conocerlos, y uno de ellos era *Andrew MacIntosh.
No temáis. Vonnegut no plantea en Galápagos una obra trascendental de filosofía ni un tratado sobre la evolución, mas sí una sarcástica visión de la sociedad y una reflexión cargada de ironía sobre quienes somos, de dónde venimos y hacia qué incierto lugar nos dirigimos gracias a nuestros voluminosos cerebros. Un libro que se ha convertido, tal vez sin pretenderlo, en una verdadera obra de cabecera para este Homo libris que ahora, entusiasmado, se acerca a vosotros para deciros lo bien que me lo he pasado con su lectura e invitándoos a disfrutar con él.