miércoles, 29 de septiembre de 2010

Conversaciones sobre política, mercado y convivencia

Recientemente, no recuerdo exactamente cómo, me encontré buscando por la Red un libro de Carlos Taibo sobre decrecimiento con el que deseaba hacerme (en concreto, se trataba de En defensa del decrecimiento: sobre capitalismo, crisis y barbarie) y me encontré entonces con otro título, firmado tanto por él como por José Luis Sampedro, llamado Sobre política, mercado y convivencia, que agrupa una serie de conversaciones mantenidas por ambos autores en torno a temas que afectan cada día más a nuestras vidas. ¿Cómo es posible concebir la globalización únicamente desde una perspectiva económica? ¿Son necesariamente negativos los nacionalismos? ¿Qué clase de justicia existe en un mundo donde cada vez existen más desheredados del llamado estado de bienestar? ¿Es factible seguir "creciendo" al ritmo actual?
¿Dónde está la regulación del mercado? Aceptamos sin problemas que se regule el mercado de los alimentos, que haya leyes que impidan, por ejemplo, que nos den alimentos adulterados y que obliguen a determinar una fecha de caducidad... Pero si se trata de corregir el empleo del dinero y de las inversiones, de conocer lo que se hace con uno y con otras, de ver cuáles son los mecanismos de distribución de la renta, entonces ahí se descarta la regulación. Es decir, las que gobiernan son las fuerzas privadas -mal llamadas ciegas- que se mueven en el mercado. Mientras que con los alimentos, con los productos farmacéuticos y con alguna cosa más se entiende que no hay que fiarse únicamente de esas fuerzas del mercado, en cambio, cuando se trata de la explotación de los obreros por los empresarios, sí debe ser el mercado el que resuelva las cosas.
Carlos Taibo es profesor Titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid y de la trayectora de José Luis Sampedro podría hablarse durante horas, pero simplemente apuntaré que su labor como excelente economista ha debido coexistir con su más que merecido reconocimiento como novelista. Autor de obras imprescindibles como La sonrisa etrusca, La vieja sirena, El río que nos lleva (en cuya versión cinematográfica participó su malogrado tocayo, Labordeta) u Octubre, octubre, recomendaría encarecidamente la lectura de otras obras suyas, de índole similar a la que traigo hoy aquí, pues acercan al lector llano a los entresijos de la maquinaria económica mundial de una forma asequible y amena. Se trata de El mercado y la globalización, y Los mongoles en Bagdad. Pero volvamos a Sobre política, mercado y convivencia, un libro que aglutina, como decía, varias conversaciones sobre interesantes cuestiones que ocupan los noticiarios de forma continua. 
Uno de los datos que hay que manejar es el relativo a lo que se ha dado en llamar deuda ilegítima. Hay, por desgracia, ejemplos dramáticos de créditos librados por el gobierno español que hoy alimentan la deuda externa y que reflejan con toda su entidad el vigor del problema. Menciono un ejemplo: la deuda de Somalia con España es el producto de dos créditos correspondientes al llamado Fondo de Ayuda al Desarrollo y librados en los años 1987 y 1989. Los créditos en cuestión permitieron que el entonces dictador somalí, Siad Barré, adquiriese armas en España. Conviene que subrayemos que no ocurrió en la etapa de José María Aznar como presidente, sino en los años de presidencia de Felipe González, algo que me parece que retrata de manera cabal, de nuevo, determinadas tendencias en la política exterior española que se resumen en una regla mayor: los principios quedan siempre arrinconados cuando los intereses están de por medio. Mientras esos principios se enuncian retóricamente en las grandes conferencias, lo que hay por detrás es, por desgracia, lo de casi siempre.
Al estar enfocado como una transcripción de las conversaciones mantenidas por Taibo y Sampedro, su lectura es casi tan amena como si estuviéramos escuchándoles (os recomiendo echar un ojo a la entrevista de la que, en Andanzas de un trotalomas, publiqué un fragmento), el libro es breve y se devora en poco tiempo. Incluso a pesar de lo que pudiera parecer, Lupi no se ha quedado dormido leyéndolo sino que está reflexionando sobre los mensajes que nos ofrece, je, je...


Os dejo, por fin, con otro extracto de conversación referente a la llamada "comunidad internacional".
El fondo de la cuestión [...] estriba en que no hay comunidad internacional en el sentido de identidad colectiva y de altos valores compartidos por todos, sino solamente interdependencias de intereses y los consiguientes enfrentamientos. La famosa y egoísta globalización está muy lejos de responder a una conciencia cosmopolita. en esta nave espacial que es el planeta, unificada por la técnica, muy pocos se sienten ciudadanos del mundo.
En resumen, un debate que os invito a descubrir y del que, para muestra, un botón, aquí podéis encontrar el último de los capítulos, añadido en la edición más reciente y referente a la crisis mundial actual.

¡Feliz lectura!

miércoles, 22 de septiembre de 2010

¡Feliz cumpleaños!

22 de septiembre de 1401 (CC):
Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy pronto celebraría su cumpleaños centésimo decimoprimero con una fiesta de especial magnificencia, hubo muchos comentarios y excitación en Hobbiton.
Un año más, llega el cumpleaños de Bilbo y Frodo y desde aquí no puedo más que invitar a celebrarlo con ellos y, por supuesto, con Tolkien, un verdadero maestro a la hora de despertar la curiosidad lectora con los comienzos de sus cuentos (aunque estos alcancen el millar de páginas).

Dicho lo cual, hoy inicio la enésima lectura de El Señor de los Anillos, que acompañará la de otros tantos libros que espero compartir con vosotros durante este año. Y es que, en palabras de Thorin, Escudo de Roble,
Si muchos de nosotros diéramos más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, este sería un mundo más feliz.
¡Feliz lectura, alegres e intrépidos viajeros!

domingo, 19 de septiembre de 2010

Un poco más huérfanos

Profesor, cantautor, escritor, político, viajero, presentador de televisión... sí. Pero también ciudadano, hombre, añorado y querido por tantos. Se nos marcha en este funesto año en el que ya se fueron Salinger, Delibes o Saramago. 

Y nosotros, un poco más solos, algo más huérfanos y mucho más tristes.


ESTO FUE...

Apenas un recuerdo, un vago sueño

de pasados domingos sin iluminarias
donde los camareros se aburrían
en establecimientos de segunda categoría.

Todo lo demás es un recuerdo nostálgico

de prensados días escolares
en el juvenil guardapolvo de los lunes.

Un sueño escaso de lluvias impares,

de noches inconclusas en mi pijama a rayas,
de furtivas huidas sin permiso
y, quizás, de algún funeral sin esperanza.

Años cautivos que huyeron de nosotros

a través de uno textos donde puede leerse:

Hoy no llueve... Domingo...

Quizás mañana muertos...
Mi padre me ha pegado...
Ya no hay amor... La una menos diez...
Huimos...
               Y huimos para siempre.

José Antonio Labordeta.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Los primeros signos del otoño...

... se manifiestan; viento frío, sin llegar a ser gélido, lluvia y el cielo que se ilumina haciendo manifiesta la oscuridad que nos rodea. Como un sueño de Poe, del que no querremos despertar.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La ratonera

La primera vez que oí hablar sobre ella estaba, si mal no recuerdo, en 7º de la extinta -desde hace ya tanto- EGB. Tendría, a la sazón, 12 años de edad y un buen día un nuevo compañero, llegado ese mismo comienzo de curso de Cataluña, me comentó que había leído algunas novelas suyas y resultaban de lo más amenas. Me hablaba de Agatha Christie y a mí, seguidor empedernido de Holmes, Dupin y otros insignes detectives, me despertó la curiosidad hasta el punto de empezar a leer sus obras y descubrir que el personaje de Poirot me encantaba (junto a su inseparable Hastings) aunque, la verdad sea dicha, siempre fui más seguidor de Miss Marple.

Hace precisamente unos días recordaba, por una casualidad, algunas obras de Christie y los buenos y lejanos tiempos de los años 80 con esa Miss Marple a la americana que era Jessica Fletcher, encarnada por una siempre adorable Angela Lansbury en la serie de televisión “Se ha escrito un crimen”. Así que anoche, justo cuando el reloj pasaba las doce, al disponerme a enviar por Internet un trabajo (y quedar "libre", por fin) me encontré con el buscador de Google vestido de gala para celebrar hoy el 120 aniversario del nacimiento de la autora inglesa, cuyos libros han sido durante lustros los más leídos después de la Biblia y de la obra de Shakespeare -al menos según aseguran algunos medios- y decidí que hoy, tal como tenía pensado, volvería a subir el telón de Homo libris pero con ella como protagonista.


Agatha Christie nació en Torquay, al sur de Inglaterra, el 15 de septiembre de 1890, y sus novelas y cuentos de intriga son sinónimos de diversión, de entretenimiento y misterio. Durante unos años, a lo largo de esa adolescencia cuasi eterna y, a un tiempo, inexplicablemente fugaz, devoré literalmente un libro suyo tras otro (casi todos en la querida edición de bolsillo de la editorial Molino), y la verdad es que recuerdos como el del crucero por el Nilo, disfrutando de la muerte bajo el sol o las vistas aparentemente tranquilas de la campiña inglesa a través de las ventanas de un tren resultan sencillamente maravillosos, por no hablar del gélido soplo del viento entre los vagones del Orient Express.

Una de sus obras más conocidas, representada durante décadas en los teatros londinenses, me gustó especialmente, La ratonera (Tres ratones ciegos), pero en realidad muchos de sus libros resultan inolvidables: Telón, la obra de despedida de Poirot, pero no la última escrita por la autora, con la que Agatha Christie pretendía evitar la molesta supervivencia del personaje a su padre intelectual (como ocurriese con el Holmes de Conan Doyle); Diez negritos, un verdadero clásico donde la claustrofobia por el encierro en la isla junto al asesino se manifiesta con una fuerza inusitada o El asesinato de Roger Ackroyd, de la que podría afirmar que es mi novela favorita y la mejor de la autora si no fuese porque, a poco que lo piense, me vienen a la mente más y más títulos para competir por el primer puesto.

Novelas de lectura ligera, qué duda cabe, pero que vinieron a marcar una forma de escribir novela policíaca y nos dejaron a dos de los detectives más universales del género, además de algunos otros menos recordados, como el matrimonio Beresford.

Desde hace tiempo tengo, perdido en la estantería, el primer caso de Poirot dispuesto para su relectura, ahora en inglés. Tal vez haya llegado el momento. The Mysterious Affair at Styles me espera...

¡Feliz misterio!

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Hablando de Faulkner...

Hace unos días estuve leyendo una conversación en una red social que se entabló en torno a la figura de Faulkner. Como uno es como es, me vino a la memoria inmediatamente la escena que traigo hoy al blog, unos minutos de una de las películas (a mi parecer) más hilarantes, surrealistas y maravillosas del cine español; "Amanece, que no es poco", dirigida por José Luis Cuerda, una película que descubrí casualmente gracias a un amigo que andaba buscándola hace unos años. Tras verla tuve que hacerme con ella y las otras dos partes que componen esta trilogía no premeditada, "Total" (esta hace poco, realmente) y "Así en el Cielo como en la Tierra".

Prometiendo deseando volver a la carga dentro de poquito más de una semana con material propio, os dejo con esa escena por si os animase a ver (o revisar, si la ya conocíais) la película.


Y, para rematar, otro guiño literario.

domingo, 5 de septiembre de 2010

El Señor de los Anillos

Un breve descanso en el estudio y una recomendación; acabo de descubrir la versión "twittera" de La Comunidad del Anillo y me ha parecido tan divertida que he querido compartirla con vosotros (aunque posiblemente lo que querría compartir será conocida, al menos, por la mitad de ustedes -una gruesa, cuanto menos-).


Podéis seguir el resto de la historia en Humor por horas.  

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Capítulo 68

Ayer, mientras volvía a casa iba escuchando el programa de RNE1 "Asuntos propios". Entrevistaban en ese momento a Héctor Colomé y Clara Sanchís en relación con la obra de teatro que representan actualmente en Madrid, Próspero sueña Julieta (o viceversa), una revisión de Shakespeare y Beckett que tiene una pinta, a priori, estupenda. Al final de la entrevista, y es a lo que iba, les hicieron una serie de pruebas a modo de concurso, con más humor que rigurosidad, imagino que por aquello de que el periodo vacacional del verano termina y los medios de comunicación aún no presentan cierto nivel de gravedad otoñal. En una de las pruebas uno de ellos tenía que leer un texto desconocido y cuál sería mi sorpresa al empezar a escuchar el capítulo 68 de Rayuela, uno de los textos repletos de erotismo más elegantes que he leído jamás. Como hace ya tiempo que tengo en mente releer a Cortázar, la inesperada audición me ha proporcionado la oportunidad de traerle aquí en una de estas breves entradas de las últimas semanas, preludio de las que -espero- lleguen en otras pocas. Os dejo con el fragmento de la lectura en el programa (gratamente coherente) y, cómo no, con el gran Julio leyendo ese famoso capítulo de su renovadora novela. El programa podéis oírlo en la propia dirección de RNE, que enlazo (no funciona bien el código para incluirlo aquí en el blog) y, en concreto, la lectura comienza en el minuto 24:10 del podcast.
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
Y, finalmente, la lectura por parte de Julio Cortázar, que probablemente conozcáis.