viernes, 29 de octubre de 2010

Batiburrillo


Durante los últimos tiempos se me acumulan las entradas y me vienen a la cabeza muchas ideas que no termino por plasmar en una de ellas porque, aunque me apetece comentarlo por aquí, no terminan de tener la entidad suficiente como para constituir una entrada por sí mismas o porque estimé no hacerlo al considerar que serían comentados en otros blogs y no aportaría, en ese momento al menos, ningún valor (sirva de ejemplo la noticia del Nobel a Vargas Llosa, que descarté con alegría al ver que nuestro amigo R., de Fenixcidio, había roto su silencio ante tan grato acontecimiento).

Las últimas semanas se han prodigado en noticias de temática literaria. Así, aunque el Planeta no es un premio que personalmente valore demasiado (por parecerme sometido por completo a la vertiente editora mercantilista que mencionaba en la última entrada), lo cierto es que me alegró que el galardonado de este año fuese Eduardo Mendoza con su novela Riña de Gatos. Madrid 1936.

También me alegró oír hace unos días que Manuel Rivas publicaba nuevo libro; Todo es silencio narrará el mundo del narcotráfico en Galicia (que no será Galicia sino Brétema), desde el contrabando de tabaco hasta los grandes narcos de la cocaína, con esa prosa elegante y fluida a la que nos tiene acostumbrados (y enamorados, en mi caso particular) el autor. Una novela definida por él como “esperpento de serie negra” que ya estoy deseando leer.

Por si fuera poco, estoy esperando a que Círculo de Lectores ponga a la venta uno de los libros que han publicado dentro de Galaxia Gutenberg; Desde los bosques nevados, una compilación de ensayos de Juan Eduardo Zúñiga, uno de los máximos especialistas en lenguas eslavas y literatura rusa de España, sobre, precisamente, autores rusos. Además, escucho en la radio que se prepara una colección de clásicos de dicha nacionalidad por parte de El Aleph y Mario Muchnik con nuevas traducciones de las obras originales. Definitivamente, quieren hundir mi economía. Menos mal que la lista del Plan Infinito crece pero la de los libros que tengo en casa pendientes de leer también, así que seré sensato y daré buena cuenta, por ejemplo, de Vida y Destino, de Vasili Grossman, que tengo desde su primera edición y que ha estado esperando a que llegase un buen momento para emprender su lectura (que he postergado unos tres años, tras comenzar a leerlo, encantarme el primer capítulo y tener que dejarlo por embarcarnos en la tercera mudanza en dos años: simplemente es imperdonable).

Por si fuera poco, Umberto Eco publica también una nueva novela. Otra que sumar al Plan Infinito con prioridad alta (me encanta el autor y precisamente le escogí para dar inicio a esta andadura de Homo libris hace casi dos años) y que he descubierto al ponerme al día con El blog de Lahierbaroja, a quien además debo agradecer (más vale tarde que nunca, esta era una de las entradas pendientes y que debía escribir) el premio que me concedió como "Blog de Oro".Todo un honor que le agradezco desde aquí.


A todo lo anterior habría que sumar una serie de artículos que me han interesado bastante y que me gustaría compartir aquí. “Derechos digitales. Por qué los libros del futuro pueden quitarnos los derechos del pasado”es un artículo publicado en la revista digital Hermano Cerdo que vinculé en uno de los comentarios que hice a la entrada sobre Editores pero que corre el riesgo de quedar olvidado allí. “La era digital salva la pequeña librería” lo descubrí a través del Twitter de Alienor (cuando me di cuenta de que me había escrito, ya que el mío propio lo uso de momento poco) y me ha gustado mucho. También descubrí que uno de los libreros malagueños cuyas librerías tengo más presentes (por tener, entre otros, los libros pertenecientes a las asignaturas de diversas carreras de la UNED) es, además de un enamorado de los libros, uno de los ponentes de un curso sobre la traída y llevada “sostenibilidad” al que asistiré dentro de un par de semanas. Sus artículos “De librero a librero: ese paraíso de letra y papel. (Homenaje a polillas y demás seres pequeños que andan entre libros)” y “El libro de papel ha muerto, ¡viva el libro de papel!” creo que os gustarán.

Y, de momento, nada más. Seguro que algo me dejo en el tintero, pero ya habrá tiempo para relatarlo. Me despido deseándoos un feliz (y prolongado) fin de semana de Samhain (de Todos los Santos/Fieles Difuntos, Día de los Muertos, Halloween o lo que cada cual desee celebrar) y, por supuesto, una grata lectura.

viernes, 22 de octubre de 2010

Editores

Desde hace tiempo se me acumulan las entradas por escribir casi al mismo ritmo que los libros pendientes de leer. Una que tenía en mente meses atrás y que he recordado recientemente, por partida doble además, gracias a la última entrada de Alienor en La isla de Calipso y la lectura de un artículo del último número de la revista gratuita Mercurio (dedicado a la ciencia ficción y que os recomiendo leer si podéis haceros con ella, ya que suele estar disponible en bibliotecas públicas y en algunas librerías, o bien a través de la edición de su sitio web, desde donde es posible descargarla en formato PDF), quería dedicarla al papel que juegan los editores sobre las publicaciones y el resultado final de los libros que leemos. La lectura hace nuestra, como lectores, la historia de los libros que escribió un autor, sí. ¿Pero hasta qué punto es el libro también del editor? ¿Hasta dónde llegan sus funciones y a partir de qué momento se estarían extralimitando en su función? En palabras de los propios protagonistas:
Editar es, dentro de cada registro, de cada categoría, de cada tipo de libro que se escoja, un acto de selección, de búsqueda de lo valioso, de separación del polvo de la paja, de respeto al tiempo y la inteligencia del posible lector.
Jordi Nadal y Paco García, Libros o velocidad.
La función de un editor es poner en contacto gente que tiene algo que decir con gente que quiere escuchar.
José Manuel Lara Bosch, Conversaciones con editores en primera persona.
Ser editor más que un oficio es una astucia, que había que reivindicar como una determinada tradición artesanal que guarda una relación muy estrecha con la esencia misma de lo que se podría llamar creación.
Alejandro Sierra, Memoria de 15 encuentros sobre la edición.
Un editor, por tanto, interviene como un puente entre autor y lector (algo que se ha venido diluyendo cada vez más con el avance de las NTIC) que, además, hace una apuesta cada vez que decide publicar la obra de un autor, ya que además de poder estar apasionado en un grado mayor o menor por los libros es, no lo olvidemos un empresario.

Existen numerosos ejemplos de editores que se arriesgan publicando obras cuya posible repercusión entre los lectores resulta dudosa, que van más allá de lo meramente comercial o de lo que saben que se venderá con facilidad. También los hay que han mostrado una incomprensible ceguera ante obras que el tiempo se ha encargado de colocar en el lugar de honor en el que siempre les correspondió estar.

Así, son conocidos los casos como el de George Orwell , que intentó publicar Rebelión en la granja enviándolo al Dial Press de Nueva York desde donde le respondieron que las historias de animales no tenían buena acogida en Estados Unidos, tras lo cual hizo llegar una copia a la oficina de T. S. Eliot, que además de conocido suyo era conservador político, pero que tal vez no quiso arriesgarse a respaldar la obra dada la alianza existente entre Inglaterra y Rusia en aquel entonces. Para más inri, un agente del Ministerio de Información británico se encargó de advertir a algunos editores, por lo que fueron rechazando la novela sistemáticamente hasta que una pequeña empresa, Secker & Warburg, se hizo cargo de la obra haciendo una tirada limitada de la misma para fortuna del autor (no económica, ya que recibió 45 libras por ella) que se había planteado incluso publicar el libro por su cuenta junto a un amigo.

Flaubert sufrió también a su editor, Charpentier, cuando tras un segundo año prometiéndole la publicación de una edición especial de La leyenda de San Julián el hospitalario, este prefirió sacar a la luz un texto más comercial de otra autora. La ira del buen Gustave tuvo que ser apaciguada por un amigo que le hizo ver que en tanto esta obra menor acabaría olvidada la suya seria inmortal. En otra ocasión la desventura del autor vino de la mano de la del editor, ya que la publicación de Madame Bovary fue recibida con acusaciones de inmoralidad que les llevaron ante los tribunales donde, afortunadamente, resultaron absueltos.

Más dramático fue el fin de Kennedy Toole, que se suicidó a los 31 años sin llegar a ver publicada su novela La conjura de los necios tras recibir la negativa de múltiples editores y cuya madre, convencida de la valía de la misma, consiguió que fuese publicada tras lo cual, como es bien sabido, recibió el Premio Pulitzer en 1981.

Otros casos paradigmáticos de relaciones entre editores y autores son, por ejemplo, el de Hetzel y Julio Verne, donde aquel instó al visionario escritor a que sus Viajes Extraordinarios fuesen libros destinados a jóvenes lectores en los que se enriqueciese el espíritu científico. Aunque las vicisitudes por las que tuvo que pasar Verne a lo largo de su vida dieron lugar a que pudieran distinguirse varias etapas en el conjunto de su obra, pasando de la ilusionante visión del progreso proporcionado por la ciencia y la técnica al pesimismo por el mal uso y abuso que el hombre hace de aquellas, lo cierto es que la idea de Hetzel estuvo siempre presente:
Viajes extraordinarios por los mundos conocidos y desconocidos. Su finalidad es (...) resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos acumulados por la ciencia moderna y rehacer, bajo la atractiva forma que le es propia, la historia del Universo.
Pierre-Jules Hetzel, en la introducción a Las aventuras del capitán Hatteras.
Otro autor que siguió los consejos que insistentemente le hacía su editor (W. E. Henley) fue H.G. Wells, que dejó la escritura de obras de ciencia ficción por la de otras más “serias” que le harían ocupar, esperaban ellos, un lugar eminente en la literatura de todos los tiempos. Lamentablemente terminaron por ser sus obras menos conocidas -Ann Verónica, El destino del Homo sapiens, La conspiración abierta y un extenso etcétera- dejándonos sin embargo un recuerdo imperecedero con verdaderos clásicos como La guerra de los mundos, El hombre invisible o La máquina del tiempo.

Por último, y abreviando puesto que la relación de casos particulares es tan extensa como la historia de la figura del editor dentro de la literatura, me gustaría recordar a otros autores que, desde su obligada posición de mercenarios de la escritura, se dedicaron a publicar obras forzadamente limitadas en lo literario pero con una ingente capacidad de evasión: las novelas populares, de “a duro” o bolsilibros, con un claro ejemplo en la editorial Bruguera, de la que tantos lectores tenemos buenos recuerdos de juventud como autores hay que rememoran su paso por allí con espanto.

Os dejo con un par de enlaces a artículos relacionados con este tema que me parecieron interesantes en su día: "¡Mueran los 'heditores'!" y "¿Qué es un editor?".

¡A leer!

miércoles, 13 de octubre de 2010

IMM semiseptuagenario

El Homo libris cumple hoy años, tantos que lleva recorrido medio camino hacia una jubilación que, como la zanahoria del caballo de las viñetas humorísticas, se aleja de él conforme avanza hacia el retiro. Aún queda, sin embargo, mucho camino por recorrer y tiempo del que disfrutar y así, celebra su semiseptuagenario cumpleaños en compañía de los suyos y en ausencia de muchos queridos que no están porque la distancia les separa pero siempre les lleva en el corazón y les siente muy, muy cerca.

No es habitual por parte de un servidor publicitar esta fecha, pero han sido tantos los presentes bibliófilos, para nada definibles como mathoms, si ustedes me entienden,  que no ha sido posible resistir la tentación de traerlos a una entrada breve que dé fe de lo mucho que he de sumar a la lista de pendientes aunque algunos, he de confesarlo, he comenzado a devorarlos de inmediato.

Por lo pronto, podré dar fin a la saga de Geralt de Rivia. Tras la jugarreta de Bibliópolis, que perdió en mí a un fiel seguidor por la mala gestión llevada a cabo con la traducción y publicación del último título (divido en dos volúmenes en aras de aumentar los ingresos pecuniarios de la editorial), finalmente tengo el final de la serie y, cuando me quede un poco más libre, procederé a releer los seis libros anteriores y disfrutar, a buen seguro, con el desenlace de las aventuras de Geralt, Jaskier y compañía.


Como muchos sabéis me encantan los libros de ciencia tanto como los de pura literatura, tanto es así que algunos libros de divulgación están entre mis libros de cabecera. Tenía muchas ganas de leer el libro de Bryson, Una breve historia de casi todo, tanto por las buenas críticas que conocía de él como porque como su título indica habla prácticamente de todo: desde el inicio del tiempo y de nuestro universo a la formación de la Tierra, el surgimiento de la vida sobre ella y la aparición del hombre, con los claroscuros que nos caracterizan. Todo ello narrado de un modo tan ameno (es uno de los libros a los que ya he hincado el diente) que su lectura engancha irremediablemente.


El siguiente título me recuerda que tengo pendiente una reseña de su "continuación", La España inexplorada, de los mismos autores. Fue uno de mis regalos del pasado año y lo cierto es que me encantó. Por lo que llevo visto de La España agrestre. La caza lo cierto es que las aventuras de Abel Chapman y Walter J. Buck en nuestro país siguen siendo apasionantes. Pronto os traeré mi opinión conjunta sobre varias obras, pero os adelanto desde ahora que
En primavera, otoño e invierno, Andalucía, más africana que África, es un verdadero paraíso, la huerta de Europa; son tierras bajas, protegidas del soplo mortal de la meseta central por las sierras Nevada y Morena. Pero en los meses estivales, Andalucía se convierte en un infierno, donde un sol ardiente quema todo lo verde, donde no existe sombra alguna y la vida sólo es soportable si se abandonan las costumbres europeas y se adopta el modo de vida árabe o de las razas orientales.

Podría pasarme horas y horas hablando apasionado sobre este hombre y su obra. Me gusta el cine, aunque no me considero cinéfilo (no, desde luego, al mismo nivel que bibliófilo), pero mi pasión por Hitchcock y su obra desde que era un crío se ha mantenido incólume a lo largo de estos... sí, 35 años. Es algo así como el mito de Holmes o la obra completa de Tolkien. Creo que no necesitaría mucho más (bueno, sí, unos prismáticos y una buena lente de aumento) si tuviera que pasar  unos años recluido en una isla desierta. Estoy deseando adentrarme en esta biografía del afamado director, el "maestro del suspense" y recuperar, de paso, alguna de sus películas.


Y termino ya con un autorregalo. Un librito que llevaba tiempo esperando poder pasar a recoger y que se vino conmigo esta misma tarde. Con él tengo un poco más completa la obra de J. H. Fabre, de quien os hablé no hace mucho en el blog (tanto aquí como en Andanzas de un trotalomas) y que me recuerda que tengo que preparar un par de entradas, o tres, sobre los insectos y la literatura. Y, con esto, os adelanto el tema de las próximas entradas con las que tengo el reto de interesaros realmente en él.


Un abrazo y feliz lectura.

martes, 5 de octubre de 2010

Open eBook Reader

Hace unos meses (medio año ya, en realidad) apareció un estudio del Observatorio de la Lectura y el Libro (un órgano adscrito al Ministerio de Cultura, creado por la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas) en el que se llevaba a cabo un análisis del impacto del libro electrónico (el e-book y los dispositivos lectores, e-readers en terminología anglosajona) sobre los hábitos de lectura y de consumo de nuestros queridos libros. Aunque en su momento pretendí abundar sobre el estudio lo cierto es que pasó el tiempo y lo dejé estar. 

Un par de días atrás, sin embargo, me llegaba al correo electrónico una información de una importante librería con presencia a nivel nacional en el que se hablaba del éxito de la edición electrónica de la última novela de Ken Follet, que supera con creces a las ventas de la edición en papel. Ante la aparente negativa de las editoriales a tomarse en serio los dispositivos de lectura de este tipo de libros, estos comienzan a tener presencia en los sitios web de descarga de archivos y a distribuirse en "ediciones piratas" generando, posiblemente, un problema difícil de solventar una vez que se haya asentado como una costumbre, como ocurre por otro lado con la música o el cine. Sea como fuere, y aunque este resulta un tema sobre el que podríamos estar charlando durante horas, lo cierto es que hoy escribo la entrada para ofrecer una alternativa interesante para aquellos que quieren ojear (lamentablemente, no "hojear", je, je) uno de estos libros electrónicos y no cuentan con un dispositivo lector al uso.


No hace mucho un compañero publicaba una versión preliminar de un visor de libros electrónicos en formato FB2 (Fiction Book, un formato basado en XML que cuenta con bastante difusión, especialmente entre lectores clónicos de Hanlin v3, como el afamado Papyre, nombre con el que es distribuido en España). Además de presentarnos en su blog una de las últimas versiones del e-reader (Papyre S.6 - Alex), permite la descarga de su aplicación, una de las pocas existentes para Windows con buena calidad de lectura aunque aún presente alguna que otra incompatibilidad con libros que no tengan una estructura interna (en el FB2) correcta al 100%. La aplicación se llama Open eBook Reader y,aunque en principio iba a publicar en Lobosoft una entrada sobre la misma, diversos cambios en ese, mi otro blog, hicieron que también pospusiese la escritura y finalmente me convencí de comentarlo por aquí. Al fin y al cabo, ¿dónde va a contar con mejores usuarios y lectores?

Así pues, ¡buena (y electrónica) lectura!