jueves, 13 de septiembre de 2012

«La vida no es forma de tratar a un animal»


Me encanta Vonnegut y, sin embargo, es un autor al que leo de higos a brevas. Me lo descubrió Azote a través de su novela Matadero cinco (subtitulado La cruzada de los niños) y lo cierto es que aquella primera lectura me dejó un poco descolocado. La forma de narrar de Kurt es bastante peculiar, hilvanando sus historias mediante un finísimo humor negro, tremendamente ácido, que nos hace dudar en ocasiones sobre si estará hablando en serio, si se ríe de nosotros o, lo que es más probable, si se estará riendo del mundo. En el blog hay un par de reseñas de obras suyas cuya lectura os recomiendo encarecidamente. La de las novelas. Bueno, y como diría él, la de las entradas también; Pájaro de celda y Galápagos

Aunque durante los últimos meses he leído otros libros (no tantos como hubiese querido) no he reseñado prácticamente ninguno. La falta de tiempo, ganas y fuerzas se han dado la mano para hacer que el blog se asemejase a un desierto de letras, con sus plantas rodadoras (estepicursores) incluidas, y ha sido precisamente un libro de Vonnegut el que me ha sacado de esta apatía lectora. Un hombre sin patria es un libro de artículos, un experimento artístico, un conjunto de pensamientos plasmados sobre el papel, un monólogo interior vomitado en forma de tinta. Y lo he devorado sin ser capaz de despegar las pestañas de sus páginas, disfrutando con cada una de sus frases y cada sonrisa mía, cosechada en su momento justo gracias al buen oficio de este escritor.

Pero no todo son sonrisas, y, cuando lo son, suelen venir acompañadas de cierto regusto agridulce ya que nos estamos riendo, como Vonnegut, de la permanente e irónica locura del hombre en su relación con sus semejantes y el mundo que le rodea. Para muestra, un botón: 
Uno de mis seres humanos preferidos es Eugene Debs, de Terre Haute, en mi estado natal de Indiana. […] Lo que decía durante la campaña era esto:

Mientras haya una clase baja, estaré en ella.
Mientras haya un elemento delictivo, perteneceré a él.
Mientras haya un alma en la cárcel, no seré libre.

¿No les da arcadas cualquier cosa relacionada con el socialismo? ¿Como las grandes escuelas públicas o la seguridad social para todos? 

Los textos de Un hombre sin patria abarcan todo tipo de temáticas. Las guerras injustas (siempre lo son), ya se desarrollen en Irak o en Europa, puesto que Vonnegut sobrevivió durante la Segunda Guerra Mundial al bombardeo de Dresde y criticó duramente a los Bush y sus amigotes cuando llevaron el dolor y la desolación a Irak en dos ocasiones. La contaminación del planeta por el uso y abuso de los combustibles fósiles, las armas nucleares, el crecimiento hipotéticamente ilimitado de la población mundial... Nos habla del humanismo y de la religión, sobre literatura y ciencia desde el punto de vista del que ha vivido una vida larga y plena y sabe lo que se hace. No en vano su formación en Química y su máster en Antropología, su posición como presidente de la Asociación Humanista Americana (como sucesor de Isaac Asimov tras la muerte de este), complementarían y enriquecerían su experiencia vital.Y, así, su mensaje resulta plenamente lúcido y actual:
Llegaron en una época en que la clase dirigente anglo, igual que los políglotas oligarcas empresariales de hoy en día, querían los trabajadores más baratos y dóciles que se pudieran encontrar en el mundo entero. Los requisitos que debían cumplir estas personas, tanto entonces como ahora, eran los ya enumerados por Emma Lazarus en 1883: «cansados», «pobres», «hacinados», «desgraciados», «sin hogar» y «maltratados por la vida». Y, en aquella época, a las personas de este tipo había que importarlas. No era posible, como hoy, enviarles el trabajo allí donde eran tan infelices. 
Un hombre sin patria es un libro escrito con ingenio y humor, divertido hasta el extremo, con ese estilo tan personal y único que le convierte en uno de los mayores autores norteamericanos de los últimos tiempos y que le hizo ser candidato al Premio Nobel de Literatura que, desgraciadamente, no llegó a conseguir. No dejéis de leer este libro: os encantará. 
Lo que es radicalmente nuevo hoy en día es que mi hija Lily, que acaba de cumplir los veintiuno, se ha encontrado (como los hijos de ustedes, como George W. Bush, que también es un niño, como Saddam Hussein y como este otro y el de más allá) con una escandalosa herencia: un pasado reciente de esclavitud, una epidemia de sida y unos submarinos nucleares que dormitan en el fondo de los fiordos de Islandia y a saber en qué otros muchos lugares, con una tripulación dispuesta a, con tan sólo una orden, convertir en hollín radiactivo y en polvo de huesos cantidades industriales de hombres, mujeres y niños con sus misiles y sus bombas de hidrógeno. Nuestros hijos han heredado tecnologías cuyos efectos secundarios, lo mismo en tiempos de guerra que de paz, están destruyendo este planeta a marchas forzadas, logrando que deje de ser un sistema respirable y potable donde las formas de vida puedan desarrollarse. Cualquiera que haya estudiado algo de ciencia y hable con científicos de vez en cuando comprende que actualmente nos encontramos ante una tremenda amenaza. Los seres humanos, los de antes y los de ahora, nos hemos cargado el chiringuito. 
La mayor verdad que hay que afrontar ahora (y que probablemente hará que se me considere una persona poco simpática para el resto de mi vida) es que creo que a la gente le importa un pimiento si el planeta aguanta o no. Me da la impresión de que todo el mundo vive como viven los miembros de Alcohólicos Anónimos: al día. Y les basta con unos pocos días más. Conozco a muy poca gente que sueñe con un mundo para sus nietos.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Nessun Dorma

Comienzo el 6 de septiembre como terminé el día anterior, estudiando y deseando que llegue la tarde para finalizar, para mal o para bien, con el curso académico actual y los exámenes, deseando retomar un ritmo de lectura que ya perdí hace meses (puedo llevar más de un mes o mes y medio sin leer un libro por placer, una situación como no recuerdo otra en mi vida) y otras muchas actividades. 

Termina un año que ha sido especialmente duro, pero comienza una etapa que espero sea fructífera y provechosa. Y lo hace, posiblemente no pudiera ser de otro modo, con un sentimiento que tiene algo de pena y de alegría entreveradas. Por eso, y porque hoy se cumplen exactamente cinco años de su pérdida, quería escribir esta breve entrada recordando a la voz para la que fue escrita esta canción, la que me da fuerzas para afrontar la noche. Nadie ha conseguido emocionarme más al escucharla que Luciano Pavarotti.


Dilegua, o notte!
Tramontate, stelle!
Tramontate, stelle!
All'alba vincerò!
vincerò, vincerò!