domingo, 24 de marzo de 2013

Ese desconocido

Se cumplen hoy ciento ocho años del fallecimiento de Verne (Julio, en mis años mozos, y actualmente Jules, de un modo más acertado) y, aunque no siempre menciono en el blog este tipo de efemérides, sí que he considerado necesario recordar al ilustre francés en el día de hoy, cuando coinciden en el tiempo este aniversario y una de las lecturas que tengo entre manos actualmente: La isla de Bowen, un sentido homenaje a las novelas clásicas de aventuras, y muy especialmente a las de Jules Verne. 

“Soy el más desconocido de los hombres”. Así se definía Verne a sí mismo en sus últimos días, de un modo tan acertado como triste. A pesar de la relevancia mundial de su obra y del reconocimiento público a su figura, Verne se sentía un incomprendido, atrapado como estaba por una vida personal con la que no terminaba de estar satisfecho y preso de una vida profesional en la que, a su pesar, no había alcanzado algunas de las metas que había deseado con más vehemencia. Todavía hoy el escritor francés es víctima de los prejuicios y estereotipos que se construyeron en torno a él y, así, resulta frecuente encontrar su obra entre la literatura infantil y juvenil, y no tanto entre la de adulto. Si bien es cierto que el público hacia el que dirigió su editor Hetzel la colección «Viajes Extraordinarios» fue el juvenil, no lo es menos que la obra de Verne se lee con deleite de adulto y con una profundidad que escapa, en muchos casos, a esas primeras lecturas que tantos hemos disfrutado de jóvenes. 

Hay un par de libros que me gustaría recomendaros hoy. El primero de ellos lo leí hace más de veinte años y me fascinó. Me hice con él un Día del Libro, en un puesto que instalaron en el instituto, y su lectura me ofreció una visión mucho más amplia de un autor cuya vida ya había vislumbrado en las biografías que acompañaban, por ejemplo, a los títulos de la colección «Tus libros» de Anaya, todo un referente de buen hacer en aquella época. Estoy hablando de Julio Verne, ese desconocido, de Miguel Salabert, el que fuera traductor de tantas de sus obras al español. En esta obra, Salabert recorre la vida de Verne y gracias a él conoceremos la difícil relación con su estricto padre, Pierre, y su descocado hijo, Michel; su relación con el mar y la navegación, que después estaría presente siempre en su obra; sus inicios teatrales y el despertar de una vocación literaria que terminaría por constituir su modo de vida. Todo ello aderezado con referencias a sus obras, fragmentos de las mismas y reflexiones en torno a las decisiones que tomó Verne (o le fueron impuestas) a lo largo de su vida. 

El segundo título es Sueños de ciencia. Un viaje al centro de Jules Verne, de Jesús Navarro. Este libro fue publicado recientemente, con motivo del centenario de su muerte, y ofrece un merecido acercamiento a la obra del que podemos considerar uno de los mayores divulgadores de ciencia que hayan existido. Porque Verne, en gran parte gracias a las exigencias de su editor, ofreció a los lectores de su época unas obras repletas de vastas descripciones científicas: por sus libros se pasean, como una protagonista más, la física, la química, las matemáticas y, sobre todo, la geografía, la ciencia de moda del siglo XIX. Y aunque algunas de sus argumentaciones hayan podido quedar obsoletas con el paso del tiempo, lo cierto es que en su mayoría estuvieron tan bien fundamentadas que se llegarían a considerar premonitorias, dotando a Verne de un halo de visionario que, en ocasiones, le ha hecho más mal que bien. 

Personalmente, creo que aprovecharé el tirón de La isla de Bowen para releer algunas de las obras de Verne, leer alguna de sus obras menores que tenga pendientes, así como este par de interesantes ensayos sobre su vida y obra, una vez más. Lo último que leí suyo fue, por enésima vez, su obra más magnífica: La isla misteriosa. Una novela que me marcó poderosamente en mi infancia (la leí cuando tenía diez u once años, no más) y que he releído en varias ocasiones desde entonces sin que me deje indiferente en ninguna de ellas. 

Os invito, pues, a recuperar a Verne de la estantería. A acercaros a él con la mente abierta y dispuestos a asombraros una vez más con las aventuras de sus personajes y con la lírica de la ciencia. Porque no hay viaje más extraordinario que el propulsado por nuestra increíble mente, por su poderosa imaginación y por el afán de descubrimiento que nos caracteriza como especie. 

Por último, me gustaría compartir aquí un par de documentales producidos por la UNED: Julio Verne. Por los abismos de la imaginación y Julio Verne. La fascinación de la aventura.

¡Feliz lectura verniana!