jueves, 3 de diciembre de 2009

¿En qué creen los que no creen?

El domingo, cuando buena parte del país se acomodaba frente al televisor dispuesto a contemplar un duelo de titanes balompedístico, mientras madridistas y culés se atrincheraban tras un buen surtido de bebida y comida para picotear, un servidor abría las páginas del libro que, dentro de la colección "Biblioteca del Pensamiento Crítico", regalaba el día anterior un periódico de tirada nacional, disponiéndome a disfrutar una vez más del diálogo epistolar entre Umberto Eco, el genial semiólogo italiano, y Carlo Maria Martini, arzobispo de Milán en torno a la fe y al milenio cuyo fin se avecinaba en el momento en que fueron publicadas (entre 1995 y 1996). Su título, ¿En qué creen los que no creen? Un diálogo sobre la ética en el fin del milenio, es más que esclarecedor.

En palabras de Eco, a finales de este milenio se vivió una nueva aparición de los milenarismos (algunos de los cuales entroncan directamente con aquellos del primer milenio, falaces o no) que han convertido nuestra vida en un continuo despilfarro consumista (bibamus, edamus, cras moriemur, algo que, a mi parecer, sigue siendo así). Cuestiones como el sentido de la vida, el rol de la Iglesia (católica, se entiende, por la confesión de Martini) o el lugar de la ética en nuestros días son algunas de las tratadas por Eco y el arzobispo en una conversación pausada, amable, casi diría que amistosa, en la que se entrecruzan preguntas y respuestas y nos invitan, si no a compartirlas, sí al menos a reflexionar sobre ellas.

Cuando leí el libro por primera vez, hará un par de lustros, lo cierto es que me resultó muy interesante. Hoy día, sin haber perdido vigencia, sí que me ha parecido tal vez un poco más abierto, tal vez incluso condescendiente. Pero tal vez lo que así me parece no sea otra cosa que el ánimo de los autores de no dar respuestas tajantes a estas cuestiones, sino plantear el inicio de un camino que cada cual deberá recorrer por su cuenta, puesto que las creencias personales son, deben ser, eso mismo, de cada cual. El respeto por la diversidad, por las religiones y por el pensamiento individual, rezuma en cada palabra.

La segunda parte del mismo (pues cuenta con dos, la del propio diálogo de los autores principales, y una segunda que recopila una serie de colaboraciones que solicitó la revista en la que se publicaron inicialmente las cartas de Eco y Martini) es algo más transgresora. Los autores dan su punto de vista sobre la última pregunta de Martini a Eco: “¿cómo se puede llegar a decir, prescindiendo de la referencia a un Absoluto, que ciertas acciones no se pueden hacer de ningún modo, bajo ningún concepto, y que otras deben hacerse, cueste lo que cueste?”. Las respuestas son variadas, tanto como quienes las responden, y se cuentan desde aquellas que descartan la necesidad de un Dios absoluto que rija los designios de nuestras vidas y nuestro comportamiento, aunque sea de forma indirecta mediante el cumplimiento de sus mandamientos, hasta aquellas más cercanas al pensamiento religioso. Eso sí, siempre invitan a situarnos en la perspectiva de los demás y a plantearnos realmente nuestras convicciones respecto a la vida y el modo que tenemos de afrontarla.

En resumen, es un libro de lo más interesante, que me apeteció releer al encontrarlo en la colección que os comentaba y a raíz de encontrarme hace unos días con la entrada de Alienor acerca de libros sobre las religiones y su historia. Sirva este como pequeña adenda a aquellas y como invitación al diálogo entre laicismo y religión, la única forma en que podremos, si no compartir las ideas, sí entender y respetar las del otro. En palabras de Eugenio Scalfari (fundador del diario La Repubblica, y antiguo director del mismo):
Personalmente desconfío de ese Absoluto que dicta mandamientos heterónimos y produce instituciones llamadas a administrarlos, a sacralizarlos y a interpretarlos. La historia, cardenal Martini, incluyendo la de la Compañía religiosa a la que usted pertenece, me autoriza o, mejor dicho, me incita a desconfiar.
Por ello, dejemos a un lado metafísicas y trascendencias si queremos reconstruir juntos una moral perdida; reconozcamos juntos el valor moral del bien común y de la caridad en el sentido más alto del término; practiquémoslo hasta el final, no para merecer premios o escapar a castigos, sino, sencillamente, para seguir el instinto que proviene de nuestra común raíz humana y del común código genético que está inscrito en cada uno de nosotros.
Parafraseando el título del libro: sea como fuere, merece la pena dialogar, ¿no creéis?

11 comentarios:

loquemeahorro dijo...

Da gusto ver a dos personas con ideologías diferentes que están de acuerdo en la tolerancia, el diálogo, el respeto, los valores éticos... en un momento en el que se oye todo lo contrario.

No me extraña que el libro sea de hace años, porque o en los últimos tiempos se han radicalizado las posturas, o me lo pareca a mí.

Y todo sirve para ridiculizar y para los ataques personales.

A diario se oyen las frases más absurdas basadas única y exclusivamente por el prejuicio, o sea que ni siquiera son ideas del que las dice, sino que ha oído a otros y repite sin "procesarlas".

Hace unos pocos años, no sabía ni que existiera el creacionismo, por ejemplo, y cuando se aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo, oí frases que pensé que no oiría en el siglo XXI.

Y a la inversa tampoco es mejor: La de gente que oye la palabra "sacerdote" y le atribuye automáticamente las tendencias más abyectas.

Pues no, hombre no, o jugamos todos, o se rompe la baraja, y últimamente, parece que no juega casi nadie...

(perdón por el speech)

Pilu dijo...

A mi también me gustó mucho, por el nivel intelectual y el respeto ac otro. Pero no estoy de acuerdo con loqueneahorro de que ahora esto no se da. Hay mucha crispación, pero sigue habiendo gente con capacidad para el diálogo.

Iraya Martín dijo...

No puedo decir más de lo que ha dicho Loque en su comentario. A mí toda religión me parece respetable e incluso en la mayoría de los casos despiertan mi curiosidad en cuanto a sus tradiciones y costumbres, sobretodo en cuanto a lo que uno cree saber de ellas y lo que realmente hay.

Esto, sin que venga al caso, me acaba de recordar a nuestro guía en el viaje por Egipto. Por algún motivo el grupo muchas veces hacía preguntas en ocasiones en exceso indiscretas sobre tradiciones y religiones (el islam en este caso). Cierta tarde decidió reunirnos a todos en lo que parecía una charla casi prohibida y que jamás debía dar un guía a un turista. Lo recuerdo cómo me abrió a los ojos a esa religión tan desconocida y nos explicó cómo el islam se divide en dos ramas y por desgracia la violenta sea la más conocida. Cómo veía él su propia religión, respetándola y al mismo tiempo más abierta de pensamiento de lo que jamás creí.

No fue ningún cometarros como más de uno quizás a estas alturas pensará. Para mí fue el diálogo de dos culturas compartiendo e intercambiando sus modos de ver la fe y la vida. Fue una tarde de lo más agradable y realmente desearía que la gente no fuera tan extremista con sus creencias, se pierde la comunicación entre el ser humano y se acaba a la bomba limpia.

lammermoor dijo...

Suscribo lo dicho por loquemeahorro y también por Elwen.Ahora no hacemos más que hablar de derechos, respeto y tolerancia y es cuando más se vulneran los derechos, menos respeto hay hacia los demás y ninguna
A veces (casi siempre) los enfrentamientos vienen del desconocimiento y la falta de interés por conocer el punto de vista del otro.

Rubén D. Caviedes dijo...

Pues yo, original que soy, y optimista -debe ser- pienso muy humildemente que la cosa tampoco está tan chunga. Me parece que decir que ahora somos mas intolerantes es un juicio un poco rápido, aunque no haga más que oirse por todas partes. Hace diez años éramos realmente más intolerantes. Y hace veinte, más. Y hace cincuenta, ni les cuento. En general han decrecido los discursos aislados de los ísmos políticos -feminismo, ecologismo, pacifismo y un largo etcétera- para convertirse en un valor a reivindicar que incluye un poco a todos: la tolerancia. El hecho de que hoy día hablemos de este concepto en lugar de cada cual reivindique el suyo y que lo reivindiquemos como actitud ante la vida, e incluso que hagamos de él nuestra bandera y seña de identidad frente a otras culturas menos tolerantes que la nuestra (que por cierto, son la mayoría), me parece un signo inequívoco de que se dan pasos hacia adelante. Lentos, si. Escasos, a veces, incluso muchas veces casi imperceptibles, también. Pero vamos hacia adelante.

Homo Libris, esto le va a gustar; ¿¿sabe que yo fui alumno de Jorge Lozano, compañero de cuando hicieron hablar a la mona aquella y según comentan algunos, co-fundador de de facto de la disciplina semiótica, que es a la postre hermano de Lydia Lozano, la lozana contertulia televesiva, y a la postre fue alumno a su vez de Levi-Strauss???

Rubén D. Caviedes dijo...

Compañero de Eco, quise decir. Que resulta que me dejo lo más importante en el tintero.

La Belle Dame Sans Merci dijo...

¡Aish, me encanta este libro! En edición bolsillo está ya, que conste, muy baratito. XD
Ya dije en mi entrada sobre libros de religión que era "mu fan" del cardenal Martini, ¡y qué decir de Eco! Es un libro fantástico. Ojalá todos los diálogos entre diferentes posturas fueran así.
¡Un abrazo!

Hilario dijo...

No suelo leer ensayos, pero los temas que se tocan en este son verdaderamente muy interesantes.

Homo libris dijo...

Os comento a todos en global, porque no quiero dejar de hacerlo en todo el fin de semana y posiblemente no tenga acceso a Internet. Yo creo que es cierto que cada día hay más crispación, desde la calle a la televisión (donde los presentadores de los noticiarios parecen que nos atacan mientras están informando, o abundan los programas donde el morbo está servido en bandeja), pero también es cierto que hay espacio para la concordia y el diálogo, aunque no suele ser el más favorecido. Se mejora, como en casi todo, pero muy poco a poco. Habrá que seguir trabajando en ello hasta que los diálogos en el tono del libro que hoy nos ocupa sean la norma y no la excepción.

Un abrazo para todos, y feliz puente para quienes lo tengan. (Para los que no, igualmente, feliz descanso.)

P.S.: Señor de las Moscas, me dirijo a usted personalmente el final de su comentario. Qué decirle sino que me deja patidifuso: ¡menudo nivel! Espero que algún día nos cuente alguna anécdota sobre esto que nos dice.

Gonzalo Muro dijo...

Estupenda reseña. He visto muchas veces este libro y no he tenido nunca claro sino era más bien un truco de marketing o un sincero esfuerzo dialéctico (lo digo sobre todo porque al ver el índice descubres que Eco y Martino son sólo una pequeña parte del libro). Veo que tengo que cambiar mi percepción.

Un saludo.

Homo libris dijo...

Gww, pues la verdad es que merece la pena, así que si puedes hacerte con él (en alguna biblioteca pública, o por alguna edición como la que os comentaba, bien baratita) te recomiendo que le eches un vistazo. Eco es siempre un valor seguro, aunque en el diálogo con Martini es bastante prudente. Los otros articulistas que comentas, cuyos textos ocupan la mitad del libro, también ofrecen una visión interesante sobre los temas que abordan el semiólogo y el arzobispo.

Un saludo.