sábado, 1 de enero de 2011

La dama y el recuerdo (I)

Ocurría en el siglo pasado, pero de aquel entonces solo nos separan unas pocas décadas. España intentaba recuperarse de una sangrienta guerra civil y una posguerra no menos dolorosa. La gente lo pasaba mal y, encontrándose inmersa en un ambiente opresivo buscaba evadirse de él. Ni más ni menos que como había ocurrido tiempo atrás en países como EEUU, tras salir del batacazo de una crisis prima hermana de la que ahora sufrimos a golpe de venta de acero y armamento para otra guerra, en este caso apodada como mundial. En el territorio donde ondeaban las barras y las estrellas medraron la literatura pulp y, mediado ya el siglo XX, la industria cinematográfica. En el caso de esta última, las películas bélicas, de espías (que alcanzarían su punto álgido con el levantamiento del telón de acero) y de “indios y vaqueros” cobrarían una especial relevancia. Incluso la ciencia ficción y el terror vieron entonces una época gloriosa, como nos recuerdan películas como las protagonizadas por el Dr. Quatermass y otras que saldrían de la Hammer, en este caso una productora inglesa.

Mientras tanto, en España la televisión no se había convertido aún en objeto de consumo cotidiano y en las casas la gente se evadía escuchando seriales de radio o leyendo esas novelitas impresas en papel de baja calidad que, firmadas por autores presuntamente norteamericanos, presentaban un mundo terrible, lleno de peligro y aventuras lejos de la “perfecta” sociedad española. Pero eran divertidas, estaban escritas de forma simple (muy simple, pero efectiva) y permitían vislumbrar situaciones inimaginables en nuestro país. Ante la falta de competencia en cuanto a lo que entretenimiento se refiere, la lectura se popularizó entre ciudadanos de toda clase y condición y los bolsilibros, estas novelas populares, marcaron época.


Si un lector actual se acerca a los bolsilibros, haya leído o no alguno de ellos con anterioridad, descubrirá –o recordará, según sea el caso- varias cosas. Que eran breves (bajo el imperativo de la escasez de papel en un país en reconstrucción), estaban escritas con mucha simplicidad y el final siempre es feliz. Bajo esas premisas, impuestas mano a mano por las editoriales y una censura más preocupada de alargar faldas y acortar escotes que de limitar la violencia, encontramos títulos tan sugerentes como Se matan mujeres por poco precio, Una ciudad para el diablo o Un cadáver asesino. Historias donde el varón protagonista era siempre un joven aguerrido, con ideales y preocupado por la chica que, sensual y tímida, quedaba relegada a un segundo plano. Todo contacto físico o posible relación quedaban cercenados por la soltería de ambos. Hasta que no contraían matrimonio, generalmente en las últimas páginas de la novela, ni un beso era posible entrambos.

Con todo lo anterior, resulta evidente que los bolsilibros tienen un elevado interés desde un punto de vista de análisis sociológico de una época caracterizada por una situación política y económica muy particular y uno más relativo desde el punto de vista literario, aunque esta paraliteratura es un verdadero filón en cuanto a lo que tramas ágiles y con capacidad de atrapar al lector se refiere, sin mencionar una riqueza léxica sin parangón en lo que se refiere a los actuales bestsellers (que no son más que otra manifestación de literatura popular, eso sí, más globalizada y sin tantas limitaciones como aquella).

¿Sería posible hoy día encontrarse con una novela del tipo que nos ocupa en el mercado editorial? No hablo de los puestos de rastros y en librerías de viejo, donde aún existen transacciones de compra e intercambio de bolsilibros, sino de un libro con la tinta fresca, cargado de malos con mucha mala leche y buenos con ideales, donde los gunmen desenfundan a una velocidad pasmosa y la vida no vale lo que un whisky en el saloon. Donde el sheriff es la máxima autoridad aunque no siempre esté al servicio del ciudadano y el mayor amigo de un vaquero sea su caballo. Un libro que sería cualquier cosa menos políticamente correcto (hoy día, claro) y se leyese hasta dejarnos sin aliento, con las ganas, al terminar cada capítulo, de seguir con él. ¿Existe ese libro? ¿Está en nuestras librerías y bibliotecas? Sí, existe. Su nombre es La dama y el recuerdo.

Continuará...

7 comentarios:

@scen dijo...

Veo que Silver Kane no deja de escribir. Puede ser la ocasión de hacerse, con facilidad, con uno de sus libros (y en tapa dura ¡qué lujo!).
Me alegro de saberlo.
Un saludo.

Isi dijo...

Jolines con La dama y el recuerdo... Me has dejado en ascuas.

MJGF dijo...

¿Sabes que esas formaciones rocosas que se aprecian en la fotografía se llaman en navajo "Tsé Áhé´iiáhá" (dos rocas que se alzan verticalmente en paralelo y guardan una relación vertical)? En inglés, sin embargo, se llaman "Elephant feet". Las cosas que una aprende cuando enseña linguística...
Deberíamos abrir un club de fans de Silver Kane y hacer reuniones vestidos al estilo del salvaje oeste. ¿No hacen eso los Tolkianos? ¿Y los trekkies?
F

Homo libris dijo...

@scen, Silver Kane sigue en activo y con la misma garra que antaño por lo que he podido comprobar. Aunque el libro apareció hace unos meses quise esperar para leerlo con algo de tranquilidad... y no he podido: me ha atrapado de tal forma que lo he devorado en un rato, jejeje.

El estilo, eso sí, es el de antaño, y a un lector ocasional creo que podría chocarle un poco. Si te haces con algún bolsilibro antiguo (o aprovechas la oportunidad que se está dando en Bolsilibros con Rancho Drácula) puede que no te coja tan de improviso. :)

Isi, mi intención no era otra que emular al maestro. Si he conseguido dejaros con ganas de más lo habrá conseguido aunque sea parcialmente, je, je...

Fulgida, la verdad es que de constituir escenarios en las películas del oeste pasaron a ser impresionantes formaciones geológicas. Conocía su paralelismo con los pies del elefante pero no su nombre en navajo, que me parece de lo más curioso (y más científico y menos metafórico que el que les dieron en inglés). ¡Muchas gracias por el apunte! :)

La idea que propones no estaría nada mal. Incluso en las "Aznarcones" se visten como sus ídolos, ¿por qué no nosotros? Propondría incluso Tabernas como lugar de reunión porque, ¿qué mejor escenario para ello que el lugar de rodaje de tanto spaghetti/chorizo western?

Un besote.

loquemeahorro dijo...

Lo bueno de llegar tarde es que ahora puedo leer la segunda parte ipso facto.

pd. Qué bien escribes, malandrín.

Homo libris dijo...

Loque, esa es una gran ventaja, qué duda cabe, jajajaja. Por cierto, que me va a sonrojar usted, pardiez... ;)

Víctor Sánchez dijo...

Leo mucho sobre bolsilibros. Soy un fanático apasionado de ellos. Desgraciadamente en un incendio en mi departamento perdí toda mi colección y no puedo hacerme con ninguna de estas joyas. Mucho agradeceré a ustedes me envíen lo que tengan. Preferentemente del género Oeste y ciencia ficción. Mi nombre es Víctor, soy de Ecuador y este es mi correo: vsanchez1102@gmail.com. Sabré retribuir vuestra generosidad. Saludos desde Cariamanga - Loja