Llevo un tiempo tan liado y con el ánimo tan variable que tengo todo esto un poco abandonado. Ayer, en lugar de escribir alguna entrada propia, ya fuese en Homo libris, ya en Andanzas de un trotalomas, recurrí a un texto de Frederik Pohl para homenajear el Día Mundial del Medio Ambiente de este año (si bien me consta que con la elección sale ganando el lector, je, je). Y hoy me entero a través de Azote del fallecimiento de uno de mis más adorados escritores.
Ha muerto Ray Bradbury, el autor de esas maravillosas Crónicas Marcianas y de la grandísima novela distópica Fahrenheit 451, por citar dos de sus más aclamadas obras. Esta última nos previene ante la facilidad con la que podemos perder nuestra memoria colectiva. Los libros arden bien, demasiado bien, y con ellos se pierde la memoria, la necesidad de conocer y, en muchas ocasiones, hasta la decencia. Porque arrebatarnos los libros, robarnos parte de nuestra cultura, es buscar adocenarnos, convertirnos en un rebaño fácil de manejar y con escasas aspiraciones.
En estos tiempos que corren es más necesario que nunca que los libros, cúmulo de conocimiento, fiel reflejo de los avances en la ciencia, artes o humanidades, como amigos leales, estén ahí. Nos cierran las bibliotecas públicas, recortan presupuesto para la educación o encarecen el acceso a la superior. Pero ya sea desde blogs literarios, a través de las redes sociales o como personas-libro, hemos de preservar a estos delicados amigos de papel que, curiosamente, son los que nos hacen ser más fuertes.
Ha muerto Ray Bradbury, el autor de esas maravillosas Crónicas Marcianas y de la grandísima novela distópica Fahrenheit 451, por citar dos de sus más aclamadas obras. Esta última nos previene ante la facilidad con la que podemos perder nuestra memoria colectiva. Los libros arden bien, demasiado bien, y con ellos se pierde la memoria, la necesidad de conocer y, en muchas ocasiones, hasta la decencia. Porque arrebatarnos los libros, robarnos parte de nuestra cultura, es buscar adocenarnos, convertirnos en un rebaño fácil de manejar y con escasas aspiraciones.
En estos tiempos que corren es más necesario que nunca que los libros, cúmulo de conocimiento, fiel reflejo de los avances en la ciencia, artes o humanidades, como amigos leales, estén ahí. Nos cierran las bibliotecas públicas, recortan presupuesto para la educación o encarecen el acceso a la superior. Pero ya sea desde blogs literarios, a través de las redes sociales o como personas-libro, hemos de preservar a estos delicados amigos de papel que, curiosamente, son los que nos hacen ser más fuertes.
Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guiñapos y ruinas de la Historia. Con su casco simbólico en que aparecía grabado el número 451 bien plantado sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedó rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre un enjambre de luciérnagas. Quería, por encima de todo, como en el antiguo juego, empujar a un malvavisco hacia la hoguera, en tanto que los libros, semejantes a palomas aleteantes, morían en el porche y el jardín de la casa; en tanto que los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y eran aventados por un aire que el incendio ennegrecía.
[...]
-Los años de Universidad se acortan, la disciplina se relaja, la Filosofía, la Historia y el lenguaje se abandonan, el idioma y su pronunciación son gradualmente descuidados. Por último, casi completamente ignorado. La vida es inmediata, el empleo cuenta, el placer domina todo después del trabajo. ¿Por qué aprender algo, excepto apretar botones, enchufar conmutadores, encajar tornillos y tuercas?
Ray Bradbury, Fahrenheit 451.
Descanse en paz.
7 comentarios:
Tengo un berrinche hermoso, no puedo decir más. Se va un grande, uno de los más grandes apostantes por el pensamiento libre y la cultura. Descanse en paz.
Hoy es un día muy triste. Se va uno de mis escritores favoritos. Gracias, Ray, por hacernos pensar y soñar.
Muy buena entrada.
Una tristeza... se nos fue Ray, escritor fundamental durante mi adolescencia que me pegó el gustillo por los géneros distópicos.
Ah, ¿sabías que una nave espacial de EE.UU dejó un ejemplar de Crónicas Marcianas en el planeta marte? xD
Búscalo.
DEP. Nos ha dejado un genio :(
El Ray ha muerto, larga vida al Ray...
Durará su obra lo que duremos nosotros. Los humanos, quiero decir.
Me ha gustado mucho tu homenaje a Ray Bradbury, por desgracia y como bien dices, su distopía Fahrenheit 451 (mi libro favorito del autor) está por desgracia cada vez más cerca de ser una realidad, menos mal que los que amamos los libros, al igual que en la novela, no dejaremos nunca que estos desaparezcan. Un abrazo
Publicar un comentario