sábado, 23 de agosto de 2014

Balada del que nunca se fue de Granada

Afirmaba Miguel Delibes que una novela se construye en torno a un hombre, un paisaje y una pasión, y justamente nos encontramos con estos elementos en la última novela de Luis García Montero, Alguien dice tu nombre. León Egea, un joven estudiante de Filosofía y Letras, permanece en Granada tras acabar el curso gracias al trabajo de comercial de enciclopedias que consigue en una pequeña editorial. Lejos quedarán las imágenes de su pueblo natal, sustituidas por las del paisaje de la tórrida ciudad que acusaba una pertinaz sequía en el verano de mil novecientos sesenta y tres, y que veremos a través de sus ojos y de su pluma. Porque la pasión de León es la literatura, y su profesor Ignacio, que le brindó la oportunidad de trabajar en la editorial que publicara tiempo atrás alguno de sus libros, le insta a observar cuanto le rodea, a desarrollar la mirada del escritor y a conseguir plasmar con lenguaje literario sus experiencias estivales. 


A través del cuaderno de León conoceremos las instalaciones de la editorial, sita en la calle Lepanto de Granada, justo sobre el bar homónimo donde un calendario cambió su función de actuar como notario del paso del tiempo por la de mudo testigo de una fecha pasada. Nos presentará a Vicente, el comercial que introducirá a León en el mundo de las ventas de una singular enciclopedia que les llevará a recorrer capital y provincia, paisaje y paisanaje. Conoceremos a Consuelo, una eficaz secretaria que brindará a León la oportunidad de realizar un viaje iniciático sin retorno y que constituirá su mayor desvelo. Recorreremos las calles de una ciudad que enamora a quienes la conocen, la Granada de hace cincuenta y un años, tan distinta y tan parecida a un tiempo a la que recuerdo de mi propia época de estudiante, de mi vida en ella. Pero no será Granada el único paisaje de la novela, sino que acompañaremos a León a su pueblo para recordar sus enfrentamientos con el cacique local, así como conocer a Pedro el Pastor, a sus padres y a su tía Rosario, su más íntimo refugio. 

Alguien dijo que quien lee vive muchas vidas, no una sola, y que con cada lectura nos adentramos en un mundo distinto, en un universo propio. Más que eso, pienso que con cada libro que leemos sumamos una pequeña neurona a nuestro cerebro literario personal. Incluso varias, si es un buen libro, si tiene múltiples lecturas o volvemos a él con frecuencia. Estas neuronas no están aisladas las unas de las otras, sino que van entretejiendo entre ellas una maraña de sinapsis, de axones que nos guían de una lectura a otra, que evocan lecturas pasadas, que nos invitan a lecturas futuras. Cuanto más leemos, más enriquecemos este cerebro, más eficiente se torna, más conexiones se establecen entre sus neuronas y más disfrutamos con la lectura. 

Alguien dice tu nombre ha dejado en mi cerebro literario una brillante neurona que se ha conectado de inmediato con Baroja, con Ganivet, con Marsé. Con la Granada literaria de Irving y con la de Lorca, con la poesía de este y con la de Alberti. Alguien dice tu nombre es una novela que, os lo aseguro, no deberíais dejar pasar de largo. 
Buscar libros, leer y estudiar son modos muy útiles de participar en una resistencia. Depende de las páginas que seleccionemos y de las ideas que seamos capaces de defender. Las costumbres imperantes son tan penosas como una comisaría saturada de detenidos. Necesitamos buscar otras palabras, otras miradas, otros sentimientos, aunque después haya que quemarlo todo.
Os dejo invitándoos a leer la novela acompañados por la poesía de Alberti y la voz de Paco Ibáñez.


Las fotografías de Granada las he obtenido de la página de la policía de la ciudad, aunque desconozco quién es el autor. El fragmento pertenece a la novela reseñada.

1 comentario:

Unknown dijo...

Preciosa reseña y preciosa canción que la acompaña. Me alegro de que tu blog haya revivido con el verano. :-)