martes, 23 de diciembre de 2008

Palabras en peligro de extinción

Inflexión, atroz, rezongar, apabullar; abúlico, altanero, estólido, alfeñique; septuagenaria, fruslería. Son palabras, todas ellas, que si bien no han de formar parte necesariamente de un vocabulario erudito, no resultan demasiado habituales en nuestros diálogos o escritos cotidianos. De hecho, ni tan siquiera lo son en los libros que solemos leer, y no necesariamente porque hayan trocado en elementos obsoletos del lenguaje, ni tan siquiera porque estemos ante términos arcaicos o en desuso. Simplemente, nuestro vocabulario se está reduciendo, quedando circunscrito a su mínima expresión, deformado por los barbarismos que parece que atesorásemos con delectación, dejando caer en el olvido hermosas palabras que tienen la resonancia de siglos de historia: contumaz, terruño, albricias, entuerto...

Las palabras con las que comenzaba el texto de hoy las encontraba días atrás en un pequeño librito que, a la sazón, sería vilipendiado por más de uno. Pero es que ese simple bolsilibro, una “novela de a duro” del año 77 del siglo pasado, con toda su aparente sencillez, atesora una forma de escribir, de comunicar, que está desapareciendo. Y es que resulta cuanto menos curioso que un bolsilibro despliegue en sus páginas semejante riqueza léxica.

En estos días de procesadores de textos repletos de funciones, los escritores y periodistas delegan en la máquina algo que sólo –al menos de momento- puede llevar a cabo un ser humano: expresarse con corrección y de forma adecuada, comunicando e, incluso, apasionando al lector. No digo con esto –no se me malinterprete-, que hoy día no se escriban buenos libros. Apunto, meramente, que antaño se escribía mejor, por término general.

Para los que no los conozcan o ubiquen, los bolsilibros, las “novelas de a duro”, eran esos libritos de pequeño formato que tanto éxito tuvieron a mediados del siglo pasado. En particular, durante los años 60-70, editoriales como Bruguera publicaron numerosas novelas con dicho formato, abarcando todas las temáticas posibles: ciencia ficción, terror, misterio, aventura, el oeste americano o romántica. Escritos por autores que necesitaban de su trabajo para subsistir, no buscaban en ellas la excelencia literaria, sino simplemente que cumplieran su principal cometido: entretener a sus lectores y, de paso, poder comer una semana más. Escritas a ritmo de una novela a la semana, con máquina de escribir y en condiciones realmente precarias, no deja de resultar curioso, como vengo insistiendo, que su calidad, sin ser la panacea, sea considerablemente superior a cualquier best-seller que nos llegue hoy día del mercado anglosajón. Es más, los lectores destinatarios de aquellas eran gente con escasos estudios que, sin embargo, eran capaces de entenderlas y divertirse con ellas. Es decir, poseían un vocabulario más amplio que buena parte de los jóvenes de hoy día, que han tenido mayor facilidad de acceso a la educación.

Pero no es mi intención polemizar a este respecto. Simplemente quería dejar constancia de que, tratándose sin duda de un género menor en el que el autor no busca profundizar en la psicología de sus personajes o plantearnos dilemas éticos sobre los que reflexionar, sino simplemente procurarnos la evasión de una lectura ligera, en sus páginas ha quedado plasmada una época pretérita en la que se cuidaba un poco más que ahora nuestro lenguaje.

Porque sin lenguaje no tenemos Historia, ni podemos transmitir nuestros conocimientos, y porque la lengua es nuestro principal patrimonio cultural, protejámosla.

4 comentarios:

Leox dijo...

Lo bueno del bosilibros es que eran escritos por personas que compartían el mismo idioma de los lectores .Al contrario de los bestsellers anglos de hoy , donde se privilegia la sencillez aburrida del lenguaje.
saludos

Homo libris dijo...

Muy cierto, Leox.

Los bolsilibros, en particular, y la literatura popular, en general, nos deparan grandes sorpresas y buenos autores a poco que profundicemos en estas obras. Lástima que hayan sido tan denigrados y maltratados por la crítica; a nosotros (a sus lectores) corresponde hacerles justicia histórica.

Un saludo.

lammermoor dijo...

Fisgoneando un poco me acabo de encontrar con esta entrada ¿De las primeras? Tras leerla me apetecía aplaudir. ¡Cuanta razón tienes!
Y eso que siendo informático deberás utilizar palabros tales como inicializar y algun otro horrendo del que ahora mismo no me acuerdo.
Este tema da para mucho.Una pena que no pueda extenderme más.
Cuanto más conozco este blog, más interesante me resulta. Por cierto, estuve también de excursión por tu blog informático y la entrada que leí sobre los ordenadores en las escuelas también me pareció muy interesante.

Homo libris dijo...

Lammermoor, en efecto, es una de las primeras entradas del blog (de éste al menos). Me duele realmente que maltratemos así a nuestro idioma, que es parte fundamental (si no sustento) de la cultura.

En el caso particular de mi profesión, la absorción de terminología directa del inglés, y los vuelcos terribles al castellano están a la orden del día: inicializar, refactorizar, printear... te aseguro que se me retuercen las tripas cada vez que escucho un "palabro" de tal envergadura. Personalmente, y dado que es imposible en una tecnología que avanza a la velocidad del rayo que se asimilen todos los tecnicismos, opto por buscar la equivalencia más cercana existente en español (aunque me toque después explicar lo que quiero decir), o utilizo la original en inglés antes que pervertir la lengua de esa manera. Así, un slot de expansión será una ranura de expansión, o una call será una conferencia telefónica de las de toda la vida. Para los arrays nunca usaré el término latinoamericano, "arreglo", pero sí vector, matriz o, simplemente, array.

Me alegra que te guste el blog. En mi caso, y respecto al tuyo, me ocurre lo mismo, tal vez porque no son tan distintos: hablan de libros, de experiencias lectoras, de sensaciones y pensamientos en torno a los libros :) De hecho, aún tengo pendiente la entrada correspondiente a unos recuerdos que me inspiró el tuyo, y con esta conversación de comentarios me has recordado una entrada que tenía pendiente para Lobosoft, que también podría tener cabida por aquí o en el de Azote Ortográfico: un diccionario de equivalencias inglés-español de términos informáticos. A ver si me pongo a ello junto a Azote.

Por último, la entrada sobre los ordenadores en las escuelas... es que no pude con ello y tuve que sacarlo al exterior, jejeje. Puede ser una postura un tanto extrema, en particular para un informático, pero considero que se sobrevalora la capacidad de los ordenadores y la informática para enseñar. Son ideales para almacenar y procesar información, pero una cosa es tener acceso a la información y saber cómo encontrarla, y otra muy distinta tener la capacidad de utilizarla de forma crítica, y de interiorizarla.

Saludos.