martes, 1 de junio de 2010

Cuando no hay elección posible

Los libros, las más de las veces, barruntan verdades que pueden transformarse en realidades en cualquier momento, aunque tomen particulares formas...
En las casas, en los cafés, en las tabernas y en los bares, en todos los lugares públicos y privados donde hubiese un televisor o una radio, los habitantes de la capital esperaban, más tranquilos unos que otros, el resultado final del escrutinio. Nadie compartía confidencias con su vecino acerca de su voto, los amigos más cercanos guardaban silencio, las personas más locuaces parecían haberse olvidado de las palabras. A las diez de la noche, finalmente, apareció en televisión el primer ministro. Venía con el rostro demudado, con ojeras profundas, efecto de una semana entera de noches mal dormidas, pálido a pesar del maquillaje tipo buena salud. Traía un papel en la mano, pero casi no lo leyó, apenas le lanzó alguna que otra mirada para no perder el hilo del discurso, Queridos conciudadanos, dijo, el resultado de las elecciones que hoy se han realizado en la capital es el siguiente, partido de la derecha, ocho por ciento, partido del medio, ocho por ciento, partido de la izquierda, uno por cierto, abstenciones, cero, votos nulos, cero, votos en blanco, ochenta y tres por ciento. Hizo una pausa para acercarse a los labios el vaso de agua que tenía al lado y prosiguió, El gobierno, reconociendo que la votación de hoy confirma, agravándola, la tendencia verificada el pasado domingo y estando unánimemente de acuerdo sobre la necesidad de una seria investigación de las causas primeras y últimas de tan desconcertantes resultados, considera, tras deliberar con su excelencia el jefe de estado, que su legitimidad para seguir en funciones no ha sido puesta en causa, ya que la convocatoria ahora concluida era sólo local, y porque además reivindica y asume como su imperiosa y urgente obligación investigar hasta las últimas consecuencias los anómalos acontecimientos de que fuimos, durante la última semana, aparte de atónitos testigos, temerarios actores, y si, con el más profundo pesar, pronuncio esta palabra, es porque los votos en blanco, que han asestado un golpe brutal a la normalidad democrática en que transcurría nuestra vida personal y colectiva, no cayeron de las nubes ni subieron de las entrañas de la tierra, estuvieron en el bolsillo de ochenta y tres de cada cien electores de esta ciudad, los cuales, con su propia, pero no patriótica mano, los depositaron en las urnas.

José Saramago, Ensayo sobre la lucidez.

5 comentarios:

@scen dijo...

Cualquier resultado puede ser interpretado o valorado, y el algunos casos utilizado, a nuestro gusto y manera.

El párrafo que has puesto de Saramago es genial. El razonamiento para no dejas el poder, devastador. Pero cuando he pinchado en el enlace que has puesto... pensé que era una broma. Nunca había oído (ni hubiera imaginado posible) que ningún partido político serio pudiera llamarse "EL mejor partido". Igual alguno, en España, se queda con la copla. Encima va y gana. Pues eso.
Un beso.

Homo libris dijo...

Ascen, qué duda cabe de que, las más de las veces, estamos sometidos al libre arbitrio de los poderosos, aunque seamos nosotros mismos quienes les hayamos encumbrado.

La noticia que enlazo, con ese partido "de broma" que se ha hecho con el poder, me recordó al libro de Samarago. En él, los votos en blanco mostraban el descontento y descreimiento de una sociedad hacia sus ¿representantes? En este caso la realidad ha mostrado que la gente, cuando está desengañada y no cree en quienes se mostraban como salvadores, es capaz de mostrar así el fracaso de este sistema de democracias representativas.

Un abrazo grande.

Maribel dijo...

Hola Homolibris
interesante reflexión, y de la mano de Saramago.
Aquí, en elecciones pasadas, una revista de humor, tipo "El jueves", hacía campaña prometiendo a los desengañados "pintxos de tortilla para todos", convocaban muchísimo público...todo llegará.

Una abrazo ;-)

Teresa dijo...

Fascinante ese párrafo, al paso que vamos podría ser cierto.
Un saludo
Teresa

Lectora dijo...

Por eso siempre hay que votar, aunque sea en blanco, es una cuestión de principios.
El ciudadano que no vota incumple sus deberes de ciudadanía y no tiene derecho a protestar.

El ciudadano que no vota no preocupa a los políticos, es alguien "que pasa de todo".