El domingo 11 de diciembre, la Desi, la muchacha, cumplió veinte años. La víspera le había dicho a la Marce, por el sórdido patio de luces con acendrada melancolía: "Marce, chica, ya voy para vieja." Y no era un decir, porque la Desi desde que tuvo uso de razón pensó que, en efecto, la vejez se inicia con la segunda decena de la vida y la chica que no se casa antes de esa edad, de no espabilarse, se queda para vestir santos.
Para la Desi, la joven que trabaja para don Eloy, su vigésimo cumpleaños marca la madurez y el inicio del camino hacia la vejez. Para este, recién jubilado a sus setenta años, es el fin de su trayectoria laboral como funcionario la que le imprime una sensación de decadencia, de acercamiento al final de sus días. La jubilación es, para él, la hoja roja de la vida, la que antaño avisaba al fumador de que el librillo de papel de fumar se aproximaba a su fin. Así se lo hace saber a sus conocidos, a Isaías, su único compañero ahora que los demás les han ido abandonando para reunirse en el cementerio, a la Desi, que intercambia con él pensamientos en la cocina de la casa de don Eloy, y este lo repite una y otra vez en una letanía tan parecida y, a la vez, tan distinta a la de Carmen, que acaba de enviudar en Cinco horas con Mario.
Trotty, todo un don Eloy entre las cobayas, interesado en la obra de Delibes que nos ocupa.
Don Eloy y la Desi son tan opuestos que resultan complementarios. Él, ya viejo, ella, aún joven; él, rico o, al menos, de posibles, mientras que ella es pobre, ha debido viajar para trabajar sirviendo; él, de ciudad, aunque sea de provincias, en tanto que ella es de pueblo; él, finalmente, hombre, ella, por supuesto, mujer. Sin embargo, en el viaje de la vida, se encuentran tal vez cuando más se necesitan. El viejo Eloy, tras su jubilación, intenta ocupar sus horas junto a Isaías pero, aun siendo amigos, ven la vida de forma distinta. Isaías permanece anclado en el pasado, o más bien mira hacia él, sin querer asumir el obligado transcurso del tiempo. Eloy, en cambio, vive obsesionado con el poco que le queda por delante, una vez que comprende que la jubilación constituye un hito tras el que no existe la vuelta atrás y que el mundo que creyó construir a su alrededor ya no existe:
No obstante, había sufrido entonces una dura decepción. Él imaginaba que su irrupción en el Negociado tendría una acogida calurosa, pero don Cástor, el jefe, le dijo solamente: “¿Ha visto? La prensa nos ha echado encima a la opinión.” Nadie levantó los ojos, excepto Carrasco, quien desde lejos mostró el dedo índice erecto y le hizo girar un momento por encima de su cabeza.
El viejo se apeó del tablado y se arrimó al radiador. Hubiera querido estar muy lejos de allí pero no se decidía a marcharse. Observaba la vieja oficina con sus suelos polvorientos y sus mesas carcomidas y sus gigantescos rimeros de impresos —SERVICIO DE LIMPIEZA, PARTE DE TRABAJO, VISADO DEL VIGILANTE DEL VERTEDERO— como si fuera la primera vez que los veía.
Es por eso que se vuelca en sus viejas aficiones, en la fotografía y retoma el contacto con Pacheco, el óptico, al que conocía desde los tiempos en que participaba en la Sociedad Fotográfica, y se empeña en enseñar a leer a la Desi, que intenta zafarse así de su raíz pueblerina. Espera esta, con ansia, el momento de reencontrarse con el Picaza, el joven que le gusta y que se encuentra realizando el servicio militar obligatorio, y sorprenderle, al igual que a la Marce, leyéndoles el periódico.
El tiempo transcurre entretanto, y don Eloy desea reencontrarse con su hijo, Leoncito, que ejerce la abogacía en Madrid. Es el único de sus familiares que le queda vivo, aunque Lucita, su mujer, nunca le tuvo demasiado aprecio en vida, y Goyito, el menor de los hijos, ya falleció. Sin embargo, su relación con León es inexistente porque el hijo, demasiado ocupado en la capital, no le escribe prácticamente nunca. Eloy partirá hacia la ciudad en un viaje que resultará ser más fructífero en lo tocante a su nueva visión de la vida que respecto a retomar el contacto con la familia que le queda. Será Desi, al igual que antaño lo fueran su tío Hermene o Antonia, la chica de servicio de la casa paterna, quien dé a Eloy el calor y cariño que necesita, como ya ocurriera antes.
La relectura de La hoja roja, de Delibes, me ha gustado tanto o más que la primera vez que me acerqué a esta novela, hará unos tres lustros (¡ay, qué mayor es uno ya!). Cualquier reseña de la misma, sobre todo si es tan breve como esta, no puede resultar más que superficial y su única pretensión no debe ser otra que compartir el momento del reencuentro con aquellos a quienes invitaría a reunirse con don Eloy y la Desi y la particular y entrañable verborrea de ambos, conociendo así el pasado de ambos, su presente y futuro, en una sucesión de recuerdos, de momentos compartidos y de miedos e ilusiones que reflejan, no solo el paso del tiempo, sino también las relaciones humanas de este microcosmos que componen ambos personajes en torno al hogar, a esa cocina donde transcurre o es recreada buena parte de la acción de la novela. Una novela que, por supuesto, os invito desde aquí a leer o releer.
Y, por cierto, feliz septuagésimo quinto cumpleaños, Desi.
9 comentarios:
Aunque con algo de retraso, felicidades Desi.
En esa misma edición leí La hoja roja, pero prefiero no saber cuantos lustros hace de ello. Alguno más que tú :(
Me da un poco de miedo releerlo. Es uno de esos libros que a pesar de los años transcurridos, sigo "sintiéndolo" y tengo miedo de que esa sensación se pierda con una segunda lectura.
P.D: Vaya rollo que acabo de soltar. Es que cuando me pongo a hablar de Delibes tengo mucho pelibro.
No conocía el libro, pero me ha interesado bastante, además, viendo lo mucho que le atrae a Trotty, me habéis convencido :) Bsos
Tiene muy buena pinta, por lo que he leído me han entrado ganas de leer más. No lo he tenido entre mis manos nunca.
¡Ayyy qué de libros voy a pedir para Reyes! ;)
Me empecé a leer "La hoja roja" en una edición muy ad hoc con sus páginas amarillentas, pero lo dejé rápido porque me resultaba muy triste y pensé que lo dejaba para un momento más alegre.
¡Bendita inocencia!
Tu reseña me ha gustado mucho y sospecho que es lo más cerca que voy a estar nunca de terminármela.
Sí, es una muy buena reseña, se ve que es un libro al que le tienes cariño.
Vale, me has convencido (y Trotty también!), de hecho al leer tu reseña he sentido la necesidad de leerlo ya (¿cómo lo haces?).
Besossss
Lammermoor, cuando comentaste la edición en la que habías leído La hoja roja me dije: “¡Si es la mía!”, jejeje. Es curioso, porque la mayoría del resto de libros de Delibes los tengo en diversas ediciones de Destino, especialmente en las de Destinolibro y, finalmente, en la edición de Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, pero como no podía ser de otro modo le guardo un especial cariño a esta otra, de páginas ajadas por las diversas lecturas del libro.
Entiendo tu miedo aunque, curiosamente (o tal vez no tanto, si tenemos en cuenta al autor) a mí las relecturas de obras de Delibes nunca me han dejado con un mal sabor de boca o con la sensación de: “la primera vez fue mejor, ha perdido la magia).
Jejeje, me encanta el pelibro que tienes hablando de Delibes. A mí me da más miedo si sacamos el tema a colación en alguna reunión de BIB. :D
Carol, es que Trotty tiene mucho poder de convicción, aunque no le quedan a la zaga los dos felinos lectores que de cuando en cuando se asoman por aquí. No les dejo más porque sé que de hacerlo se apoderarían del blog, tal es la expectación que despiertan, jajajaja. Si te animas con el libro, espero con interés tu opinión.
Miazuldemar, hay que aprovechar la visita de Sus Majestades para que nos rellenen los huecos de las estanterías, di que sí, jeje. Te digo como a Carol; si te haces con el libro, haznos saber tu opinión. Además, por lo poquito que te conozco creo que esta y otras obras de Delibes te gustarían, y mucho además. ;)
Loque, La hoja roja sí que es un poco triste, pero mujer, con la de punta que podrías sacar tú de las amistades de la Desi y de los soliloquios de don Eloy… Espero reseña, que lo sepas. Aunque sea ficticia. :P
@scen, sí que le tengo cariño al libro, sí… Es un amor, en general, a toda la obra de Delibes, pero lo cierto es que este año que termina ha sido tan triste en lo tocante a su figura que bueno, quería leer algo suyo antes de que terminase el año. Para el próximo nos esperan más encuentros con él, por supuesto. :)
Isi, no mientas, que sé que ha sido Trotty el que más… Je, je, ese poder de convicción que me atribuyes mucho me temo que lo tenéis también los demás. Yo leo reseñas vuestras que terminan llevándome a la librería más cercana a buscar el libro o a empezar a buscarlo por esos vericuetos digitales de Internet, si se trata de un libro algo más antiguo, jeje.
¡Besos! (Vaya, veo que para todas :)).
Oh! tienes una cobaya!, yo también.
Creo que ese libro tiene que andar por alguna estantería, en cuanto acabe Tristana le echo un ojo.
Sonja, si lees La hoja roja espero que comentes algo en el blog, me encantaría conocer tu parecer. ¿Así que también tienes una cobaya? ¡Foto, foto, foto! ;)
Un saludo.
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