Oí hablar de Lágrimas de luz hace un par de años y ya entonces pensé que tenía que leer este libro. Tras hurgar un poco en los entresijos de la Red de redes prácticamente todo lo que encontré sobre ella y su autor eran parabienes y el título pasó a mi infinita lista de lecturas pendientes. Hará cosa de un año me topé con el libro en una librería de ocasión en Torremolinos, editado por Orbis en una colección que no me era ajena (varios de los títulos de su Biblioteca de Ciencia Ficción, al igual que otros de Grandes Novelas de Aventuras, orlan mis estanterías) y huelga decir que se vino a casa conmigo.
De Lágrimas de luz se ha afirmado desde que supuso un antes y un después en la ciencia ficción española o que dio inicio a la ciencia ficción moderna en nuestro país hasta que se trata de una space opera cargada de un lirismo magistral. No sabría si suscribir lo primero (hace mucho que salté de la ciencia ficción a la literatura fantástica más pura, salvo por el acercamiento a alguna que otra distopía o novela de ciencia ficción con trasfondo social de las que tenemos que hablar algún día por aquí) pero sí que es cierto que tras leer finalmente su historia he de decir que el libro me ha impactado poderosa y agradablemente.
La primera novela de un joven Rafael Marín Trechera (la escribió cuando tenía 22 años) nos sitúa en un futuro incierto, durante la Tercera Edad Media, con una humanidad inmersa en la inabarcable labor de conquista del Universo. La Corporación, con su centro neurálgico en Nueva York, en la antigua y desgastada Tierra, impone sus reglas y cada individuo no es más que un ínfimo y prescindible engranaje dentro de los objetivos impuestos. Como una nueva Roma, la Corporación extiende este nuevo imperio gracias a sus ansias de conquista imparable e implacable. No obstante, no duda en borrar todo rastro de aquello que no le es necesario en su crecimiento, devastando planetas e incorporándolos a sus dominios para extraer de ellos hasta el más mínimo recurso que le resulte de interés.
Los hombres cumplen su función y son desechados después. Soldados, escribidores (poetas) o meros obreros, todos están al servicio de la Corporación y son completamente prescindibles. La Corporación busca crecer, expandirse, y su manera de hacerlo es la guerra, aunque venga disfrazada de lírica y heroísmo en los cantares de gesta que cumplen su función ocultando los verdaderos horrores de aquella.
Casi un año más tardó el planeta en ceder y los nors en entregarse. Un año duro y difícil donde descubrí que los militares de la Corporación, a partir del grado de sargento, empiezan a hacerse más y más estúpidos, como si los galones no hicieran sino secarles el escaso cerebro que pudieran tener. Realmente, el nivel de incompetencia era espantoso. Los abusos de autoridad se repetían cada día ante mis ojos, sin que nadie de más alta graduación pareciera enterarse de todo aquello. Los soldados que se mataban allí eran hombres, protestaba yo en mi interior, y se merecían algo más que ser enviados a la batalla en manos de un inepto que iba a conducirlos a la muerte. Los nors eran unos enemigos formidables, de acuerdo, el sueño dorado de cualquier militar, pero aquello no justificaba los continuos descalabros de las patrullas de reconocimiento. Sólo una de cada tres volvía, y de ésta, la mitad de sus hombres estaban heridos o muertos. ¿La culpa? No lo sé. Mía, desde luego, no. Yo era un extraño en aquella inmensa parafernalia de correajes y uniformes. Yo no era nadie. ¿La culpa? A pesar de lo que había dicho Ares Wayne el día de mi llegada a bordo, la culpa la tenía el afán de protagonismo, la visión particular de los conceptos de hombría y honor, los deseos de añadir un galón rojo o amarillo a una manga sin que importase cuántas vidas, amigas o enemigas, había costado aquel ascenso. El honor se incrementaba si tus hombres morían berreando en un charco de fango.
Pero para que la guerra sea gloriosa ha de ser cantada. Así, los cantares de gesta que son recitados en diez mil mundos son tan imprescindibles como el propio acto de conquista. Por eso la Corporación no duda en mantener a un pequeño grupo de poetas que, tras ser instruidos en Monasterio, escriban sobre las gloriosas hazañas de los soldados. Sus poemas, si son aprobados tras pasar por el pertinente filtro de Nueva York, serán cantados por los juglares en miles de planetas iluminados por tantos otros soles, en naves de guerra y rompehielos, en navíos comerciales y lupanares. Sí, también allí, porque el sexo y las drogas son el pan y circo del nuevo imperio, la forma en que los humanos se evaden de sus miserias.
Hamlet Evans, nuestro protagonista, es uno de aquellos jóvenes escritores con ánimo de convertirse en poeta. Él lo logrará, mas no así el resto de sus compañeros de un curioso círculo literario que mantienen en la Tierra. Así, Hamlet viajará a Monasterio, aprenderá y comenzará a viajar en diversas naves de guerra aprendiendo en su viaje que este futuro no es tan de su gusto como habría deseado.
- Muchachito, eres ingenuo de veras. No sabes leer entre líneas. Imagina que no existiera más que una raza, que los blancos estuvierais solos en el jodido planeta, en la condenada galaxia. ¿Existiría entonces el racismo?
- ¿Existiría?
- Soy yo quien te pregunta, corazón, pero voy a contestarte a eso. Claro que existiría. Naturalmente que sí. No porque a la Corporación le sea necesario, que quizá ni siquiera le es, como tú dices, puesto que es infinitamente más antiguo. No por eso, sino porque vosotros, omnipotentes hombres blancos, sahibs autoproclamados, lo necesitáis para sobrevivir. No, digo mal. Rectifico. Todos lo necesitamos. La raza humana se basa en este axioma para salir adelante. Tengamos el color que tengamos, necesitamos creer, estar seguros de la existencia de alguien inferior por debajo de nosotros. No el de arriba, eso casi no nos interesa. Es el de debajo el que quiere ocupar nuestro sitio, y a él le tenemos que combatir.
Y en otro momento leemos:
- Mira, Hamlet –decía Turin-. Es mejor que lo veas de esta forma. Tú has leído mucho y tal vez de esta manera me des la razón. Imagina que la Corporación no existe, que tú y yo no nos conocemos, que la Conquista no nos une. Tarde o temprano alguna raza en el universo tomaría el lugar que nosotros estamos ocupando ahora. Alguien que podría ser incluso peor que nosotros. ¿Te gustaría eso? Claro que no. A nadie le encandila esta idea. Digas lo que digas, es mejor estar encima que debajo. Yo creo que lo que estamos haciendo es lo justo, aunque me guste tan poco como a ti derramar sangre. Creo que esto es lo justo para la Tierra y también lo mejor para los mundos que forman parte de la Corporación.
- Ya. Antes de morir, matar. Destruir antes de ser destruidos. Esclavizar antes de vernos convertidos en esclavos.
- Eso mismo. La consigna lo resume muy bien. No trates de comprenderlo, únicamente hazlo.
Lágrimas de luz es una novela profundamente antibelicista. La guerra, la aniquilación del otro está continuamente presente en toda su crudeza y Hamlet la denosta y denuncia hasta llegar a ser perseguido por la Corporación. No descubro nada al lector; ya el primer capítulo nos muestra la huida de Hamlet en el circo en que trabaja y, a partir de ahí, conoceremos cómo llegó hasta esa situación y los diversos avatares por los que pasó en su camino. Porque la novela nos invita a un viaje al espacio exterior, gracias a la Corporación, pero también al espacio interior del enamoradizo Hamlet en un periplo posiblemente cargado de peligros y nostalgia. Esta faceta del viaje, la de la introspección del protagonista, es tal vez la que ha sido más criticada de la novela por ralentizar su acción y presentar un estilo ciertamente algo ampuloso, pero a mi parecer es precisamente lo que aporta un alto grado de originalidad a una space opera, por otro lado, no muy alejada de otros alegatos antibelicistas dentro de la ciencia ficción (recordemos la saga de Ender de Scott Card, especialmente sus dos primeros títulos o La guerra interminable de Joe Hadelman, por citar un par de ejemplos).
La presencia de referencias literarias, veladas o no, es también continua en la novela. Moby Dick o la Eneida están presentes en todo momento, así como la figura del poeta y el juglar del medioevo, y nos encontraremos incluso con una representación de teatro dadaísta entre sus páginas. Todo un compendio de arte y filosofía enmarcado en el particular gusto por las palabras que muestra Rafael Marín deleitándose en la escritura hasta el infinito.
En resumen, una novela magnífica que, cerca de treinta años después de haber sido escrita, sigue manteniéndose fresca y resultando de lo más interesante al lector que se acerque a ella. Muestra, no nos vamos a engañar, unos cuantos excesos por parte del autor, por aquel entonces novel, pero su calidad global se encuentra fuera de toda duda. Me ha encantado y me ha mantenido enganchado incluso a pesar de contar con poco tiempo e ir leyéndola simultáneamente con otros libros o dejarla aparcada en ocasiones durante al menos una semana. Su estilo, triste y algo melancólico, me atrapó desde el principio y me ha dejado un regusto agridulce al finalizar la lectura que no me ha resultado nada desagradable. Tendré que corregir este alejamiento mío de la ciencia ficción (ni pretendido ni absoluto, pero sí prolongado) y seguir descubriendo pequeñas joyas como esta.
- El mundo es una porquería, Hamlet -descubría ella, haciendo tintinear su voz con la sorpresa de quien descubre algo que para los demás siempre ha sido evidente-. ¿Has visto la basura que nos rodea? Un mundo seco, un mundo muerto, eso vamos dejando detrás. Dios, qué vergüenza para el hombre. No comprendo cómo nadie puede estar orgulloso de llamarse así. No hay lluvia, no hay pájaros, no hay sol, todo por culpa de la acción del hombre. ¿Has echado un vistazo a lo que nos rodea? ¡Ya ni siquiera quedan flores!Feliz lectura.
15 comentarios:
Tiene buena pinta, lo tendré en cuenta para próximas incursiones a la biblioteca. Un abrazo
Oh, Dios mío, ¡necesito este libro!
De lo mejor que he leído en los últimos años en la ciencia-ficción.
Rafael Marín es un gran escritor y tuve el honor de conocerlo en una presentación de un autor de nuestra editorial.
"Lágrimas de Luz" es un libro muy recomendable.
EStuve buscandolo en la librería para regalarselo a mi cuñado, al que le encanta la Ciencia Ficción. ¡Pero no lo tenían!
Carol, la verdad es que el libro me ha sorprendido gratamente: esperaba bastante de él y todo me lo ha dado. Si lo consigues en la biblioteca, espero que te guste.
Alienor, mucho me temo que sí, jijiji... ;)
Carlos, me alegra coincidir contigo en las apreciaciones (y el aprecio) sobre este libro. Porqué será que no me extraña lo que nos dices sobre Rafael Marín... De su libro se extrae que debe de ser una excelente persona y su calidad como escritor está fuera de toda duda.
Lammermoor, la edición en la que está disponible el libro actualmente está a cargo de Gigamesh, pero incluso esa no es muy reciente (2002, y 2008 en bolsillo). Yo la he visto en algunas librerías, pero imagino que no siempre lo tendrán disponible; no al menos como si se tratase de una novedad editorial. A ver si tienes suerte con ella, aunque no pueda ser para Reyes.
Un abrazote grande.
¡Para YA!
Espero que este ritmo de ponernos miel en los labios sea porque estás de vacaciones, porque mañana abren las librerías en Valencia y ya voy a tener que comprarme dos que no me puedo leer.
Venga, al trabajo, a las clases, a pasear al gato, a mirar bichos...
F
Bueno, la verdad es que tenía pensado escribir otra entrada (u otras dos esta semana), en efecto, por estar de vacaciones. Pero me he dicho: siempre me da por escribir cuando la gente también está de vacaciones y anda más ausente, liada con sus cosillas. Encima, en lo que resta de mes y hasta mediados de febrero me temo que voy a estar más que liado preparando exámenes porque este año me está pillando el toro al haber tenido que zanjar otras obligaciones durante noviembre/diciembre que me han impedido estudiar como quisiera. Así que, ¿qué mejor que dosificarme? :P
Pues nada, que de momento esta semana os dejo con Lágrimas de luz y con La dama y el recuerdo. Sé que ambas novelas te van a encantar, que conste.
Hala, me voy a terminar un bolsilibro (que, junto a algún relato que otro y los libros de texto, será mi lectura para las próximas semanas). Sobre él escribiré en otro lugar, por supuesto. :D
¡Un besote!
P.S.: La Ortografía de la RAE también le ha caído a Azote. Mira que sois lingüifreaks... ;)
Siempre me ha gustado la ciencia ficción y, de la española, ahora que recuerde, he leído a Sierra i Fabra, que me pareció muy bueno.
Tendré en cuenta este título.
Aunque seguro que mi memoria me falla. Voy a tener que utilizar el lápiz y papel de antaño (¡qué triste!)
Un beso.
PS. Por cierto, pensé que el único que se llamaba Hamlet, era Hamlet.
Ascen, creo que te gustará la novela. El Hamlet de esta, claro está, constituye otro homenaje literario más por parte del autor (el libro está plagado de referencias a otros libros, verdadera metaliteratura, jejeje).
Train, es verdad, ahora que lo dices, que el bueno de Tuf tenía una forma de hablar un tanto... peculiar. A mí me chocó un poco en el primero de los cuentos pero luego me hice a ello y no lo noté más. ¿Qué te ha parecido el enfoque de ciertas problemáticas que aparecen en los cuentos?
Sobre el de Scott Card, fue reeditado por Bibliópolis y es posible que puedas encontrarlo en librerías y alguna que otra biblioteca, aunque me parece que no has buscado en todos lados... ;)
De cualquier modo creo que tengo el mío en Granada, así que es posible localizarlo y traerlo si no lo encontrases disponible.
Saludotes.
Ummmm! Homolibris, ¿y si me gusta tanto como Las puertas de Anubis, por que será que me recuerda al de Rodrigo Fresán..., única pega, la alusión a Moby Dick, no puedo con Melville..., jejeje, es una broma!
Ya lo estoy buscando...
un abrazo ;-)
Maribel, es muy diferente a Las puertas de Anubis pero no dudo de que te gustará, tal y como me ha ocurrido a mí. Y no temas por lo de Melville, si Azote hablase os diría que precisamente a Moby Dick no le tiene demasiado aprecio (aunque de ese tema ya hablamos hace unos días respecto a la labor imprescindible o nefasta de los buenos y malos profesores ;)).
Un abrazote.
Train, es cierto que ese cuento introductorio parece fuera de lugar. De todas formas no sé qué edición habrás leído, pero en la que yo encontré (una de bolsillo que reeditaron no hará mucho) se explicaba en el prólogo cómo los cuentos habían sido escritos a lo largo de muchos años, en diversos medios y luego los habían reunido en un único libro de un modo más o menos ordenado. De ahí que choque bastante ese primer cuento (si mal no recuerdo, escrito para dar comienzo a la historia cuando se hizo libro) y que haya algunos elementos que chirríen. Pero es que a pesar de todo resulta tan divertido... :)
Un saludote.
Me apunto el libro, que pinta bien y lo pones por las nubes.^^
Por cierto,en el blog tengo un concurso, por si te quieres pasar.^^
http://www.legrimoiredenyneve.com/2010/12/concurso-destellos-de-rubi.html
Besos de tinta
jaja cómo nos enganchas! Me ha hecho mucha gracia que se llame Hamlet el prota. El caso es que siempre tengo la sensación de que los libros de ciencia ficción no tienen nada de ficción... Bueno, apuntado queda!
Lyriel, me alegra que te interesase el libro; estoy prácticamente seguro de que os gustará a quienes os ha llamado la atención, de veras. Si finalmente os hacéis con él y lo leéis me encantaría conocer vuestra opinión.
Pasé por el blog a ver el concurso, aunque finalmente no me puse a ello porque ya ves con qué demora voy contestando a los comentarios debido a que se aproximan los exámenes y consumen mi tiempo, pero lo tendré en cuenta para futuras convocatorias. Gracias por el aviso, igualmente.
Isi, los libros de ciencia ficción (al menos muchos de ellos, con mayor carga de rasgos de carácter social) son posiblemente los que menos ficción guarden, como dices, jajajaja .Curiosa paradoja, ¿verdad? Lo del nombre del protagonista, como muchos detalles de la narración, es un pequeño guiño literario, un homenaje que está continuamente presente en Lágrimas de luz.
¡Ah, y me alegra engancharos así! Es de justicia, ya que el vínculo es recíproco.
¡Un besote!
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