miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cosecha roja

“Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas.”
Sun Tzu, El arte de la guerra.
Volver a Hammett para leer Cosecha roja, su primera novela, me ha hecho consciente de lo imperdonable que resulta no haberlo hecho antes. A Hammett se le conoce habitualmente a través de las increíbles adaptaciones cinematográficas que se han llevado a cabo a partir de sus libros, y en mi caso comencé a leerle por una de los más populares: El halcón maltés, para seguir con La llave de cristal, La maldición de los Dain o Dinero sangriento.
La primera persona a quien oí llamar Poisonville a la ciudad de Personville fue un zafrero pelirrojo, en el Gran Barco de Butte. Pero también cambiaba en diptongos otras erres. Y no presté atención a lo que hiciera con el nombre de la ciudad. Más tarde escuché a otros el nombre de igual manera. Aun así, no vi en ello sino un ejemplo más de ese inane donaire que suele inspirar los retruécanos de la germanía. Pero unos años más tarde fui a Personville y entonces comprendí mejor el porqué.
Durante cuarenta años, Elihu Willsson, el viejo, padre del que había muerto aquella noche, fue el dueño de Personville, en corazón, alma, piel y entrañas. Era presidente y accionista mayoritario de la Personville Mining Corporation, así como del First National Bank, propietario del Morning Herald y del Evening Herald, los únicos periódicos de la ciudad, y copropietario al menos de todas las demás empresas de alguna importancia. Aparte de estos bienes, era propietario de un senador de los Estados Unidos, de un par de diputados, del gobernador, del alcalde y de la mayor parte de los diputados del Estado. Elihu Wilsson era Personville y casi todo el Estado.
Cosecha roja atrapa desde el primer momento al lector, desde que Hammett nos muestra a un particular detective privado llegando a la ciudad minera del estado de Montana que ha sido rebautizada como Poisonville, y con razón —lo del cambio de nombre, digo—, porque por sus calles deambulan personajes de la peor calaña conocida. Nuestro detective, un agente de la Continental del que nunca sabremos el nombre, es un tipo duro, no demasiado agraciado físicamente, según se esboza en un momento concreto de la novela, casi como si le contempláramos a través de un cristal esmerilado, y no duda en manipular la situación a su antojo y conveniencia. Contratado por el hijo de un magnate de la ciudad, apenas llega a la ciudad asiste a una sospechosa escena y a la mañana siguiente recibe la noticia de que su cliente ha sido asesinado. Ni corto ni perezoso, y sin saber a qué atenerse, se dirige a ver al padre, a Elihu Willson, “el Viejo” que decide no iniciar investigación alguna… hasta que intentan asesinarle en su casa, momento en el cual contrata al detective de la Continental.


Cuando nuestro detective comienza a investigar el caso descubre toda la escoria que se esconde en los bajos fondos de la ciudad, incluyendo las relaciones del magnate con los matones que controlan la ciudad. “El Viejo” decide entonces prescindir de sus servicios, ya que le interesa tener bajo su control a los diversos componentes del hampa, pero el agente decidirá que, aceptado el dinero del caso por parte de la Continental, no hay marcha atrás: sacará todos los trapos sucios de la emponzoñada ciudad.

Cosecha roja hace gala del título de la novela: con un ritmo trepidante, logrado a partir de una narración basada en frases cortas y repleta de momentos memorables, se suceden los acontecimientos que devendrán en una orgía sangrienta donde el final del libro se torna incierto.
—Soy Bill Quint.
—¿De veras? —exclamé tratando de recordar su nombre—. ¡Encantado de conocerle!
Saqué la cartera y rebusqué en mi colección de tarjetas, reunidas en diversas circunstancias. La que yo buscaba era roja. En ella decía que yo era Henry F. Neill, marinero, eficaz militante de la Industrial Workers of the World. Por supuesto era mentira.
Le extendí la tarjeta roja a Bill Quint. La leyó con detenimiento por delante y por detrás, me la devolvió y me escrutó desconfiado.
—Bueno, éste ya no se levanta —dijo—. ¿Adonde va usted?
—A cualquier sitio.
Nos pusimos a caminar y, creo que al azar, doblamos una esquina.
—¿Cómo es que ha venido aquí si es marinero? —me preguntó sin demasiado interés.
—¿De dónde sacó usted esa idea?
—Lo dice la tarjeta.
—Tengo otra que dice que soy carpintero —dije—. También puedo ser minero, mañana mismo conseguiré un papel que lo acredite.
—Eso lo veo difícil. Yo soy el que manda en los que trabajan aquí.
—¿Y si recibiera un telegrama de Chicago? —le dije.
—Me importa un bledo Chicago. Aquí mando yo. —Señaló la puerta de una taberna y me preguntó—: ¿Usted bebe?
—Sólo cuando tengo bebida delante.
Decía al comienzo de la entrada que la obra de Dashiell Hammett es también conocida por algunas de las adaptaciones cinematográficas de sus libros. Cosecha roja no podía ser menos, y de hecho son varias las ocasiones en que la novela ha sido trasladada al celuloide, en algunas de ellas de una forma igualmente memorable. La primera de ellas traslada la acción de una ciudad minera en EEUU al Japón de los samuráis y, efectivamente, se trata de “Yojimbo” (1961), del genial Akira Kurosawa. Pocos años después, en 1964, Sergio Leone trasladaría la historia al salvaje oeste americano y permitiría alcanzar la fama a Clint Eastwood en “Por un puñado de dólares”, primera película de la “Trilogía del dólar”. Pero Cosecha roja seguiría cosechando localizaciones, y en 1984 el director islandés Hrafn Gunnlaugsson convierte al detective en vikingo dentro de la cinta “Cuando los cuervos vuelan (Ojo por ojo)”, primero de los títulos, también, de una trilogía. Para acabar, en 1996 Bruce Willis se mete en el papel de “El último hombre”, una de las versiones más cercanas en la ambientación al libro, ya que volvemos a EEUU, a un pueblo de Texas a principios de la década de los años 30 del pasado siglo, donde se desarrolla una guerra implacable entre bandas de gángsteres.

En resumen, buena literatura, mucho entretenimiento y una crítica social de las que no dejan indiferente de manos de uno de los fundadores de la novela negra. Y, para rematar (nunca mejor dicho), una buena oferta cinematográfica asociada. ¿Se puede pedir más?

Feliz lectura.

7 comentarios:

lammermoor dijo...

Un libro estupendo que he leído varias veces -la última en un taller de lectura en Oviedo.
He comentado repetidamente en la blogosfera (y vuelvo a hacerlo) que me quedo con el agente de La Continental antes que con Sam Spade y que La Maldición de los Dain me gusta tanto como esta.

¡Me has alegrado el día trayendo este libro al blog! :D

Lectora dijo...

Suena interesante, de este autor solo leí "El halcón maltés" y no es que me apasionase, claro que era algo joven a lo mejor. Me apunto la peli de Bruce Willis. Saludos.

Marta Marne (Leer sin prisa) dijo...

La verdad es que me gustó a pesar del ritmo atropellado que tiene. Me esperaba otra cosa, es cierto, pero es uno de los grandes clásicos de la novela negra que es necesario leer si eres fan de este género.

Isi dijo...

Hummmmm pues a mí la verdad es que no me llama mucho, croe que no es de mi estilo. El título me parece que me sonaba, pero no he visto ninguna de las adaptaciones al cine que comentas.
Vamos, que de elegir, prefiero quedarme con el gatín :)

Maribel dijo...

Felices Fiestas Homolibris, me has recordado que tengo pendiente la relectura de este libro, y ahora que leo a Lammemoor me apunto el de La Maldición de los Dain.
No conocía El último hombre, así que me llevo deberes, gracias ;-)
Un abrazo también para Azote
El Guisante Verde Project

Homo libris dijo...

Últimamente (sí, el últimamente puede ser prácticamente de un año) estoy demasiado perdido en el blog y no puedo responder a los comentarios con la prontitud que me gustaría.

Quería agradeceros que, a pesar de todo, sigáis por aquí, enriqueciendo el blog con vuestras ideas, y aprovechar para felicitaros estas fiestas.

Estoy dándole vueltas a unificar los blogs en el año entrante o a organizarme de otro modo, pues tengo entradas pendientes desde hace más de un año. Y no termino de estar muy contento con lo que escribo, la verdad.

Gracias, en fin, por seguir ahí, y un fuerte abrazos y muchos besos.

¡Felices fiestas!

Eva MMM dijo...

¡Uy! pues este libro lo tengo yo hace ya algún tiempo y no me ha dado por leerlo, lo conseguí en una colección de El país si mal no recuerdo, pero tras leer tu reseña y los comentarios, creo que en el 2012 también lo leeré yo.