Peer Gynt, el soñador, el enamoradizo, el voluble joven que deseaba ser emperador, haciendo caso omiso a las advertencias maternas, acude tras una frustrada cacería a la boda de su enamorada Ingrid que, harta ya de sus fantasías ha decidido contraer compromiso con otro joven. Allí conoce a Solveig, una chica extranjera de la queda prendado, pero recordando su misión, impide que se lleve a cabo el enlace raptando a Ingrid y echándose a las montañas, donde la dejará abandonada para conocer, justo después, a la hija del Rey de la Montaña de cuyas garras tendrá que escapar si no quiere quedar convertido en duende para siempre. Tras esto, partirá en un viaje que le llevará alrededor del globo, y gracias al cual visitará lejanos países en los que buscar, siempre, la fama y la gloria que alcanza y le es arrebatada una vez tras otra. Finalmente, en el último acto, regresará ya anciano a su tierra natal donde le espera, inmutable, su destino final.
Cuando Henrik Ibsen escribió su obra teatral en verso Peer Gynt en 1867, lo hizo teniendo en mente la gran dificultad representativa que albergaba la misma, debida principalmente a los numerosos cambios de escenario que disponen las distintas ubicaciones que Peer va recorriendo en sus viajes. A lo largo de cinco actos, esta obra se alejaba notoriamente de otros escritos del autor, claramente realistas, al estar inspirada en la mitología nórdica y tener un corte marcadamente fantástico. Por todo ello, no fue hasta nueve años después de su publicación que la obra pudo representarse por vez primera en Oslo. Contó con la musicalización que preparó para la misma Edvard Grieg, que compuso la música incidental que serviría como acompañamiento a la acción y, de paso, aplacaría la impaciencia del público en los inevitables interludios que se producirían entre escena y escena.
Tal fue el éxito de la obra musical, que en lo sucesivo constituiría un referente clave en la cultura popular, siendo posible encontrar versiones y adaptaciones de las distintas suites que la componen en diversas manifestaciones artísticas, como el cine o la música. Como curiosidad, cabría reseñar que, en 1941, un jovencísimo Charlton Heston protagonizó una película muda basada en el drama de Ibsen, contando como único acompañamiento con la música de Grieg.
Personalmente, conocí las suites de Grieg hace bastantes años, mucho antes que la obra en que se inspiraron, y se convirtieron entonces en algunas de las composiciones de la música clásica más queridas para mí. Tiempo después descubriría la fuente que las inspiró –hasta el punto de que no habrían existido si no hubiera sido como verdadero acompañamiento de la obra teatral-, y quedé prendado por la historia de Gynt. Pese a ser bastante tópica -el viaje como simbolismo del crecimiento interior; el personaje que parte para, habiéndose descubierto a sí mismo, regresa a casa; la obra iniciática por antonomasia-, no deja de tener su encanto.
Estamos, por tanto, ante una obra de teatro que a buen seguro nos deleitará con su lectura; permite demorarnos en sus páginas mientras nos reímos e irritamos a partes iguales con las ocurrencias de Peer, con su ambición sin límites y su inocencia y marcada moral. Ante un clásico totalmente recomendable, sin duda alguna.
2 comentarios:
¡Wow! Excelente! :D.
Esa pieza me recordó muchos dibujos animados, un viaje siempre grato hacia la eterna inocencia de la infancia.
Paso a devolver el saludo y claro, déjate caer cuando quieras en mi caja de divagaciones ;). Siempre es grato encontrar empatía y comprensión. Seguiré ojeando tu blog a ver que otras cosas interesantes encuentro :p.
Atte.
Pame Navarro.-
¡Sí! Peer Gynt es un clásico de películas animadas como Fantasía.
Gracias por pasar por el blog. Nos leemos.
Un saludo.
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