viernes, 18 de junio de 2010

"Mi" Saramago

Han transcurrido exactamente 9 años y un mes desde que pude estrechar su mano. Le admiraba desde años atrás, cuando un amigo me lo descubrió de una forma prácticamente casual. Por aquel entonces mantenía, en Granada, una intensa vida cultural. Junto a algunos amigos y compañeros emitíamos desde una emisora local un programa radiofónico sobre música rock y editábamos una revista homónima que trataba sobre la misma temática: Bajo Cuerda. Pasaba el tiempo y nuestras inquietudes, unidas a la colaboración con la Casa de Jaén en Granada, parieron otro par de revistas. Primero, Fronteras, y posteriormente, Al-Margen, que tuvo una vida sensiblemente más corta que las anteriores. Fue entonces, decía, cuando Leopoldo, que ya había publicado un libro de relatos, me presentó el borrador de su primera novela. La leí con gusto, señalándole aquellos aspectos que llamaban mi atención y creía que podían ser sometidos a reconsideración por su parte. Nos encontrábamos en una de nuestras particulares reuniones, hablando de música, cine o literatura, cuando me enseñó uno de los artículos que había preparado para el siguiente número de Fronteras. Era 1998, José Saramago había recibido recientemente el Premio Nobel de Literatura, y el título de la reseña era “Todos los nombres”. Me habló con tal apasionamiento de la novela, él que era (y es) un enamorado de Kafka, de sus funcionarios grises y del trasfondo metafísico de su obra, que no pude hacer otra cosa que conseguir el libro.

Después de cenar frugalmente, como era su costumbre y la necesidad obligaba, don José se encontró con toda una velada por delante sin tener nada que hacer. Durante media hora todavía consiguió distraerse ojeando algunas de las vidas más famosas de la colección, les añadió unos cuantos recortes recientes, pero su pensamiento no estaba allí, andaba vagando por la oscuridad de la Conservaduría, como un perro negro que hubiese encontrado el rastro del último secreto. Comenzó a pensar que no existía peligro alguno en utilizar simplemente las fichas que tenía de reserva, aunque fuesen apenas tres o cuatro, sólo para ocupar un poco la noche y luego dormir tranquilo. La prudencia intentaba retenerlo, sujetándolo por la manga, pero, como todo el mundo sabe, o debía saber, la prudencia sólo es buena cuando se trata de conservar aquello que ya no interesa, qué mal podría acarrearle abrir la puerta, buscar rápidamente tres o cuatro fichas, bueno, cinco, que es número redondo, dejaría las carpetas de los expedientes para otra ocasión, así evitaba tener que servirse de la escalera. Esta idea acabó de decidirlo. Alumbrando el camino con la linterna en la mano trémula, penetró en la caverna inmensa de la Conservaduría y se aproximó al fichero. Más nervioso de lo que creyera antes, giraba la cabeza a un lado y a otro con desconfianza, como si estuviera siendo observado por millares de ojos escondidos en la oscuridad de los pasillos entre los estantes. Todavía no se había rehecho del choque de la mañana. Tan rápido como le permitieron sus dedos tensos, abrió y cerró cajones, buscando en las diferentes letras del alfabeto las fichas que precisaba, equivocándose una y otra vez, hasta que finalmente consiguió reunir los primeros cinco famosos de la segunda categoría. Ya asustado de verdad, volvió a casa corriendo, con el corazón dándole saltos, como un niño que va a la despensa para robar un dulce y vuelve de allí perseguido por todos los monstruos de las tinieblas. Les dio con la puerta en la cara y cerró con dos vueltas la llave, no quería pensar que aún tendría que volver esa noche a la Conservaduría para colocar las malditas fichas en sus lugares. Con la intención de calmarse, bebió un trago de la botella de aguardiente que guardaba para las ocasiones, tanto las buenas como las malas. Por culpa de la prisa y de la falta de costumbre, dado que en su insignificante vida hasta lo bueno y lo malo habían sido raridad, se atragantó, tosió, volvió a toser, casi sofocado, un pobre escribiente con cinco fichas en la mano, creía él que eran cinco, con el esfuerzo de la tos las había dejado caer, y no eran cinco, eran seis, esparcidas por el suelo, como cualquier persona podrá ver y contar, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, un único trago de aguardiente nunca produjo este efecto.

Todos los nombres se convirtió en uno de mis libros de cabecera y Saramago en un autor del que comencé a devorar todas sus novelas. Absolutamente todas. Algunas me gustaron más, otras menos, pero todas transmitían parte de su profunda sabiduría, de su forma de entender un mundo injusto que, no por no poder cambiarlo se resistía a dejar de denunciar. Cuando hace unas semanas transcribía en el blog un párrafo de otra obra que me marcó cuando la leí, no podía imaginar que ahora me encontraría aquí, una vez más, escribiendo sobre él con una profunda pena pesándome en el corazón.

Presté mi ejemplar de Todos los nombres a un amigo que no lo estaba pasando bien (mal de amores) sin saber las vueltas que daría la vida posteriormente (aunque lo que llegó pertenecería antes a una novela de Auster que a una de Saramago) y creé un nuevo adicto a las letras del portugués. Unos años después, el 18 de mayo de 2001, lo llevaría debajo del brazo al asistir a la investidura de José Saramago como Doctor “Honoris Causa” por la Universidad de Granada. Cuando le busqué al terminar el acto por los patios del Hospital Real, su mano firme estrechó la mía y un asomo de sonrisa acompañó la firma del libro. Nos despedimos y se dispuso a prestar atención a sus acompañantes.

El libro sigue ahora conmigo, aunque ya no es mío, y al releer algún fragmento del mismo me viene a la mente nuestra querida Lammermoor. Cambian los tiempos, los libros de manos, pero su lectura permanece con nosotros, viva. Crece y se expande y, al menos en los buenos libros, no se queda en la primera que fue, sino que se enriquece con las vivencias, con las diversas experiencias que, día a día, se nos ofrecen.

Ahora, recordándole, pensando en “el Saramago” que conocí (no porque lo tuviera ante mí unos breves minutos, sino por sus libros, claro está) pienso en cuanto hacen falta personas como él en este mundo. Autores comprometidos, que no dudan en denunciar aquello que les parece injusto y ponerse de lado de quienes más sufren.

Se nos fue Saramago, pero no su legado. Ojalá no lo desaprovechemos.

19 comentarios:

lammermoor dijo...

Como me acordaba de Don José durante el traslado.
Sin poder decir que es "mi" Saramago, siento su pérdida y me preguntaba mientras que volvía del trabajo. UNa generación de escritores está desapareciendo, la que los reemplaza ¿estará a la altura? ¿Y la que siguiente?

Isi dijo...

Yo he visto la noticia hace unos minutos :(
Lo bueno es que nos ha dejado un abundante legado, así que yo ya sé lo que tengo que hacer, que sólo leí uno de sus libros!

@scen dijo...

Me he enterado de la noticia a los pocos minutos de suceder, en la radio, mientras conducía el coche de vuelta del trabajo, y me he quedado muy impactada. Pensé que tenía que haberlo oído mal, no sé muy bien porqué. Quizá es que el suceso me parecía demasiado triste. Lo primero que he hecho al llegar a casa ha sido contrastar la noticia en el periódico para asegurarme.

Silvia Pato dijo...

Hoy todos somos huérfanos de un padre literario. Se ha ido el referente vivo pero siempre será referente eterno. ¡Vaya suerte haber podido conocerlo! Uno de los pocos sabios que todavía permanecían con nosotros...

La lectora dijo...

También Todos los nombres fue mi primera lectura de Saramago (Todos os nomes, para el caso, ya que lo leí en portugués).

Hoy estoy tristísima. Y con la rara sensación de que no tendremos novela nueva de Saramago otra vez.

La Belle Dame Sans Merci dijo...

¡Jo, qué anécdota más bonita! Curiosamente, "Todos los nombres" es también lo primero que yo leí de él, y enganché directamente su lectura con "El año de la muerte de Ricardo Reis."
Me dio mucha pena cuando ayer Manu me llamó a la librería para contarme la noticia; este hombre me caía francamente bien.
¡Un abrazo fuerte!

La Belle Dame Sans Merci dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
La Belle Dame Sans Merci dijo...

¡Ja! Alucina con esto. Es que no puedo de la indignación...


¡Me parece tan poco cristiano!

Homo libris dijo...

Lammermoor, es que ese Don José debería de ser el patrono de los archiveros, jejeje. Saramago es uno de esos autores que siento más míos por el contenido de su mensaje y por su firme postura ante las injusticias que por la calidad de sus pluma (aunque me declaro un enamorado de su frases subordinadas, jeje). Una postura crítica y nada fácil que hace que sus palabras escuezan y que forma parte de la mochila del autor comprometido. Veremos los que llegan si están a la altura del notable portugués o de nuestro querido Delibes (entre otros).

Isi, ¿qué libro leíste suyo? Ahora no lo recuerdo, si nos lo comentaste en su día. Anímate con él, que a buen seguro algunos de sus textos te gustarán bastante.

Ascen, yo me enteré justo al salir del trabajo, cuando un compañero me señaló su pantalla y tenía la noticia abierta en ella. Me sacudió una pena enorme por lo inesperado de aquella y por la tremenda pérdida que sufrimos. Una verdadera lástima, sin duda.

Silvia, en efecto, podemos considerarnos huérfanos y un poco más pobres en lo moral. Ojalá su referencia nos ayude a ser mejores personas y más justos con los demás. Bueno, el conocerlo ya ves que fue apenas un suspiro, pero se me quedó grabada su alta figura y lo profundo y sabio de su mirada.

La lectora, qué suerte haber podido leer el libro en su idioma original. Si en la traducción es maravilloso, poder disfrutarlo en portugués sería aún mejor. Me temo que no, que no habrá otras novelas pero sí que podremos volver a las que ya escribió una y mil veces, pues constituyen una verdadera guía para desenvolvernos en este caótico mundo.

Homo libris dijo...

Alienor, y la anécdota sigue y sigue, pero por deferencia hacia sus protagonistas no la dejo por aquí. Tal vez algún día, en una futura quedada y frente a una fresca cervecita pueda contaros el resto. Creo que muchos comenzamos a leerle con Todos los nombres porque fue el libro que publicó justo antes de la concesión del Nobel y claro, sería muy fácilmente accesible para nosotros. En cualquier caso es una novela preciosa que engancha y nos hace querer más obras del autor. A mi también me caía especialmente bien (siempre me gustaron los autores sin pelos en la lengua, que se hacen querer tanto como “odiar” por no callar verdades), aunque tuviera que pagarlo con el auto-exilio o con declaraciones como las que nos enlazas. Yo no las definiría como “poco cristianas”, la verdad, sino como “nada cristianas”. Y me indignan profundamente, que conste.

Por desgracia, la “santa Iglesia católica, apostólica y romana” hace mucho que se apartó del mensaje del verdadero cristianismo, al menos en lo tocante al Vaticano (nada digo de aquellas personas con verdadera fe que trabajan, y muy duro además, ayudando a los más necesitados, ni de los creyentes). Pero mira, en algo de lo que dicen en ese escrito tienen razón:

“[…] habría debido antes que nada aplicar el problema a todas las estructuras humanas erróneas, desde las histórico-políticas a las socioeconómicas, en vez de saltar al detestado plano metafísico y culpar, de manera demasiado cómoda y carente de cualquier otra consideración, a un Dios en el que nunca creyó debido a su omnipotencia, a su omnisciencia, a su omnipresencia".

En efecto, yo antes de hablar sobre un dios en el que no creo prefiero hacerlo sobre una organización humana que usa su nombre para dotarse de poder, actuar impunemente en actos de pederastia, sodomía, tortura o belicismo, y que no duda en aliarse con el poder político aunque este se consiga mediante actos dictatoriales y lleve a cabo una durísima represión sobre los más débiles.

Posiblemente Saramago no hablase demasiado de los errores y los crímenes cometidos en nombre de un mal llevado comunismo, pero también es cierto que ese régimen político es, a día de hoy, minoritario, y que tras el derrumbe del bloque de países del socialismo “real” los problemas globales del mundo están sin duda relacionados con el capitalismo inclemente que sí se dedicó a denunciar.

A nadie extrañan ya, creo, declaraciones de ese tipo por parte del Vaticano. Una vez más digo que respecto profundamente la fe de los demás y a aquellas personas que, desde la misma (o sin ella) trabajan por mejorar las condiciones de vida de sus semejantes. Pero de ningún modo me merecen respeto aquellas personas e instituciones que hacen gala del: “haced lo que yo os diga pero no lo que yo haga”.

Homo libris dijo...

Jajajaja, por cierto, me dice Azote, al leer tu comentario, que a ella sí que le parece cristiano... pero más bien al estilo Cristiano Ronaldo. :D :D :D

La lectora dijo...

Homo libris: seguro. De hecho el propio viernes me releí un libro muy pequeño de Saramago, el que escribió para niños, tan lindo!

loquemeahorro dijo...

Qué homenaje más bonito, se nota que es sincero, y no la típica palabrería que tanto se oye en estos casos.

Alexandre Kovacs dijo...

Homo libris, Hoy el mundo es un lugar más ciego y ignorante (declaración de Fernando Meirelles).

Adela dijo...

Yo tengo pendiente un acercamiento a Saramago... ¡pero es difícil! tendría tanto que decir que me quedaría vano, tal vez incompleto. Me he leído los link de tus comentaristas y creo que Saramago debería estar contento, después de todo, ¡no pasa inadvertido! y eso se debe a su talento por remover conciencias y llegar lejos. Pienso hacer un link a este post el día que haga el mío...¿me dejas?
Un saludo
AD.

Maletadelibros dijo...

Curiosamente también escribí una entrada semejante a esta cuando falleció Saramago... y Todos los nombres fue también la primera novela que leí.
La gran ironía es que la Iglesia le dedique un obituario a uno de sus mayores críticos. ¡Qué magnánima es!

Homo libris dijo...

La lectora, creo saber qué libro es el que nos decías y, aunque no lo leí, me consta que es de lo más emotivo. Saramago era un autor que, en propias palabras suyas, no sabía escribir para los pequeños pero que, a mi parecer, era tan universal que a todos llegaba.

Loque, la verdad es que Saramago me ha acompañado desde hace ya tanto… Es un verdadero autor de referencia para mí, puede que no al nivel de Delibes, por citar un ejemplo que conocéis bien en mí, pero sí puedo afirmar que pierdo un referente literario muy querido.

Kovacs, cuánta razón tiene Meirelles en lo que afirma. Curiosamente, tras el fallecimiento de Saramago me acordé de ti y de tu blog. Fuiste uno de los primeros y más inesperados comentaristas de este, mi Homo libris; inesperado únicamente por el idioma, claro, aunque con el amor a los libros de por medio no hay lengua ajena. El portugués y el castellano se hicieron uno en la figura de este querido autor que perdimos.

Adela, ciertamente Saramago removió conciencias y seguirá haciéndolo durante mucho tiempo, por más que algunos prediquen lo contrario. Espero que te acerques al autor y a su obra. A buen seguro no te defraudarán. Y por supuesto que puedes enlazar esta entrada desde la tuya (será un verdadero honor para mí). Disculpad todos, eso sí, la tardanza en la respuesta. Os leí en su momento, dejé mi respuesta para un mejor momento en el que tuviera más tiempo y al final, entre pitos y flautas, se me pasó hacerlo. Afortunadamente…

Maletadelibros, llegó tu comentario, y con él recordé el resto que tenía pendientes. He pasado por tu blog (¡tus blogs! ¡pero si superas el número de los míos con creces!) y es de lo más interesante. Voy a seguir investigando, aunque algunos creo que están actualmente aparcados o en vía muerta, pero lo cierto es que todos ellos tienen entradas de lo más interesantes. ¡Me los apunto! En cuanto a la iglesia, con Saramago se han lucido, a mi parecer.

Un abrazo para todos.

Homo libris dijo...

La lectora, creo saber qué libro es el que nos decías y, aunque no lo leí, me consta que es de lo más emotivo. Saramago era un autor que, en propias palabras suyas, no sabía escribir para los pequeños pero que, a mi parecer, era tan universal que a todos llegaba.

Loque, la verdad es que Saramago me ha acompañado desde hace ya tanto… Es un verdadero autor de referencia para mí, puede que no al nivel de Delibes, por citar un ejemplo que conocéis bien en mí, pero sí puedo afirmar que pierdo un referente literario muy querido.

Kovacs, cuánta razón tiene Meirelles en lo que afirma. Curiosamente, tras el fallecimiento de Saramago me acordé de ti y de tu blog. Fuiste uno de los primeros y más inesperados comentaristas de este, mi Homo libris; inesperado únicamente por el idioma, claro, aunque con el amor a los libros de por medio no hay lengua ajena. El portugués y el castellano se hicieron uno en la figura de este querido autor que perdimos.

Homo libris dijo...

Adela, ciertamente Saramago removió conciencias y seguirá haciéndolo durante mucho tiempo, por más que algunos prediquen lo contrario. Espero que te acerques al autor y a su obra. A buen seguro no te defraudarán. Y por supuesto que puedes enlazar esta entrada desde la tuya (será un verdadero honor para mí). Disculpad todos, eso sí, la tardanza en la respuesta. Os leí en su momento, dejé mi respuesta para un mejor momento en el que tuviera más tiempo y al final, entre pitos y flautas, se me pasó hacerlo. Afortunadamente…

Maletadelibros, llegó tu comentario, y con él recordé el resto que tenía pendientes. He pasado por tu blog (¡tus blogs! ¡pero si superas el número de los míos con creces!) y es de lo más interesante. Voy a seguir investigando, aunque algunos creo que están actualmente aparcados o en vía muerta, pero lo cierto es que todos ellos tienen entradas de lo más interesantes. ¡Me los apunto! En cuanto a la iglesia, con Saramago se han lucido, a mi parecer.

Un abrazo para todos.