El verano me llevó de relectura en lectura y, aunque no es mi intención llevaros hasta el hartazgo literario a lo largo de estas entradas otoñales, lo cierto es que sí que quería reseñar algunos de los libros que leí, al menos los más significativos y los que creo que pueden interesar más a los lectores del blog.
Cuando recuperé a Verne quise hacer lo propio con Agatha Christie así que, aprovechando una tarde algo más relajada de lo habitual, estuve releyendo La ratonera (Tres ratones ciegos), la obrita que fuese llevada al teatro hace algo más de 60 años en Londres y cuya representación en España durante este pasado año me perdí lamentablemente en repetidas ocasiones.
La estaban representando en Madrid durante un viaje que hice a la capital, pero no pude ir al teatro, se me pasó la fecha en Málaga y cuando descubrí que la representaban en Granada tenía adquiridos otros compromisos, así que no me quedó otra opción que recurrir de nuevo al libro para recordar la singular historia de la casa de huéspedes de Mollie y Giles Ralston, Monkswell Manor, y cómo quedaron atrapados durante una tormenta invernal junto a algunos de sus huéspedes.
El mismo día en que inauguran la casa de huéspedes, Mollie y Giles reciben a sus cinco primeros huéspedes, uno de ellos llegado de improviso. Al día siguiente, en plena tormenta, el sargento Trotter de la policía llega a la casa y les indica que entre ellos puede encontrarse el culpable del asesinato de una mujer en Londres. Las sospechas despertarán una desconfianza mutua entre los ocupantes de la casa, atrapados además en un ambiente cerrado y cada vez más claustrofóbico. Conforme se vayan desarrollando los acontecimientos y conociéndose la historia sabrán que entre ellos, además del asesino, puede haber una próxima víctima. ¿Podrá Trotter encontrarla antes que el asesino?
La Dama del Misterio nos deleita con este relato con ínfulas de novela corta, con una historia que se lee en apenas una tarde y que nos descubre la sutileza con la que siempre supo tratar los argumentos de sus historias.
Otra de mis novelas de lectura estival fue El libro de las hojas color naranja. Mi segunda aproximación a la obra de Harry Stephen Keeler no pudo ser más fructífera. Me encantó leer esas aventuras disparatadas a la par que curiosas, capaces de mantenerme enganchado durante una tarde tras otra hasta terminar con el libro.
La historia comienza con la aparición de Stefan Czeszcziczki, rápido calculador matemático de origen polaco, que ofrece sus servicios de cálculo buscando obtener algunos beneficios que le permitan pagar la operación que podría salvar la vida de su mujer, que sufre una grave enfermedad. Como es habitual en Stephen Keeler, y así lo voy descubriendo conforme leo más sobre él y más obras suyas, la historia pasa pronto a mostrarnos otro protagonista; Isberian Jones, reportero fotográfico del Ocean City Evening News, al que se le encarga una misión cuasi imposible. Isberian deberá fotografiar un huevo invisible que permanece expuesto en el escaparate de una vieja tienda, so pena de ser despedido si no lleva la pertinente fotografía a su jefe.
Entretanto hará acto de presencia un curioso libro de hojas de color naranja que aparece partido por la mitad. El libro contiene diversos aforismos orientales que parecen tener poder de adivinación y salvarán de más de un apuro a nuestros protagonistas hasta que, como siempre ocurre en los libros de Keeler, el final llegue a sorprendernos gratamente.
Un par de lecturas repletas de misterio desde dos perspectivas realmente dispares pero igualmente recomendables.
¡Feliz lectura!
5 comentarios:
Mi madre era una gran aficionada a la novela policíaca y su autora favorita, como es lógico, era Agatha Christie. Por entonces, yo me leía todo lo que estaba mi alcance y también "cayeron" todos aquellos libros que aun guardo, pero recuerdo que el que más me gustó fue Diez negritos.
"Tres ratones ciegos" no es de mis favoritas, pero por supuesto me la he leído y más de una vez (cosa que me ocurre con casi todo lo de A.C.).
Recuerdo con especial cariño, no la intriga, sino la parte inicial, cuando nos cuentan los pensamientos de la protagonista, cuando se ha dado cuenta de que montar lo que hoy llamaríamos un "hotelito rural con encanto", junto a tu marido, no resulta tan idílico como creía.
Qué curioso el otro que mencionas, y por cierto, que sospecho que las hojas literalmente han terminado teniendo ese color :-)
pd. Tengo razones para creer que no te perdiste NADA al no ver la adpatación teatral española
Senior Citizen, yo pasé por una época de gran afición a las novelas de esta buena mujer. Eran libros pequeñitos, idóneos para ser leídos en el bus y en periodos de espera. Era un niño adicto al cine de terror, a las novelas policiacas y a "Se ha escrito un crimen", ahí es nada, jejejeje.
Diez negritos es uno de mis libros preferidos de la buena Agatha y tengo pendiente su relectura desde hace tiempo. De hecho este verano me lo traje de Granada también, así que cualquier fin de semana lo cojo y me paso la tarde entre libros y buen té negro, disfrutando de lo lindo.
Loque, coincido contigo en Tres ratones ciegos no es lo mejor de Christie pero sí que resulta interesante por lo prolongado de su permanencia en las tablas y por su sabor costumbrista (tan habitual, por otro lado, en las novelas de la autora, especialmente en las protagonizadas por Miss Marple).
Hace un rato estuve dándome una vuelta por tu blog y poniéndome al día con las extrañezas del trabajo, jejeje. Me dio miedo comentar algo, pero ahora que estamos aquí, en un blog donde no nos lee nadie, te diré que yo te haría locutora de radio, de noticias singulares del mundo.
¡Ah, y sí, el Keeler tiene unas hojas amarillo-anaranjadas preciosas! :D
¡Besos!
Gracias, si pagan bien, allá voy.
Bueno, y si pagan regular, también :-)
¿por qué no comentaste ahí? ¡Sé libre! ¡comenta! (si quieres, claro, que si no, vaya churro de libertad)
Pues no he leído La Ratonera (de hecho nada de la autora, cosa que siempre digo subsanaré y nunca encuentro tiempo) pero así como para darte envidia te diré que sí que fui a la obra de teatro que representaban en Madrid y me gustó mucho. Fue algo inesperado, salimos de súbito hacia otra representación pero no había entradas. En el camino de regreso pasamos por delante del pequeño teatro donde estaba esta justo cuando cerraban puertas. Compramos unas entradas cualquiera y el acomodador nos puso en otros sitios que él consideró mejor. Fue estupendo, salimos tarareando la dichosa cancioncilla jejeje
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