sábado, 16 de mayo de 2009

Viajando

Llevaba la mochila entre las piernas, y permanecía sentado con el cuerpo inclinado hacia el frente. Su largo flequillo le caía sobre el rostro de vez en cuando, y él se lo apartaba con indolencia, como si estuviese espantando a una mosca. Su mirada permanecía fija, en todo momento, en el lector electrónico que tenía en sus manos.

Marta le observaba desde hacía un buen rato. Acababa de terminar Tormenta de Espadas, y su mente aún no había desconectado del todo: le inquietaba saber qué ocurriría con Jon Nieve, que imaginaba tan parecido al chico del gadget, con Tyrion y con Arya, su personaje preferido. Miró el enorme ejemplar que reposaba en sus rodillas, y volvió a contemplar al chico. Era guapo, con los rasgos marcados bajo una pelusa incipiente. El libro electrónico le intrigaba… ¿qué estaría leyendo? A Marta le gustaba adivinar lo que estarían leyendo los ocupantes del vagón, y en ocasiones tenía la ocasión de comprobarlo, en un pase de página, en el momento de cerrar el libro, o cuando su lector, apercibiéndose de su curiosidad, sonreía y levantaba un poco el ejemplar para que ella pudiese leer el título. En momentos así, Marta se sonrojaba, leía apresuradamente los caracteres de la portada, y bajaba la vista.

A Marta le gustaría tener un lector electrónico. ¡La cantidad de libros que podría leer! Era objetiva, y sabía bien que leer no era como escuchar música, o ver series en el iPod. Posiblemente, de poseer uno de esos cacharros, terminaría por convertirse en toda una Diógenes Digital. Por otro lado, le encantaban los libros tradicionales: su olor, el propio peso, el desgaste que marcaba sus páginas con sucesivas lecturas… ¿Qué estaría leyendo el chico? Volvió a mirarle, para encontrarse con que él la miraba a ella. Giró la cabeza tan rápido que no llegó a ver que él hacía otro tanto. Última parada.

Marta se levantó y se acercó a la puerta. Agarrada para no caer, volvió la cabeza antes de salir. El chico miraba su Tormenta de Espadas y sonreía. Bajó la mirada al dispositivo, y ella lo hizo del vagón, con una sonrisa asomando a los labios.

Siempre he preferido usar el transporte público por varios motivos: es más ecológico, desde el punto y hora en que mediante un mismo recurso se permite viajar a más personas, habitualmente puedes viajar más relajado, en tu burbuja, haciendo caso omiso a los problemas de circulación –máxime si se trata del sistema ferroviario o aéreo, en casos de tratarse de mayores desplazamientos- y, gracias a todo ello, puedes ir tan tranquilo, leyendo el último libro que se tiene entre manos.

Lo cierto es que Málaga, la ciudad donde vivo actualmente, no es la panacea en lo que se refiere a la promoción de este medio de transporte frente al privado. Como si no tuvieran poco con los coches, las bicicletas sufren ahora el acoso de los gobernantes, y se planean carriles-bici en zonas donde barrunto que se les va a dar poco uso, pero posiblemente haya que justificar subvenciones y ayudas a la inversión. Vamos, la película de siempre. Sin embargo, hay momentos, en los trenes de cercanías, donde el vaivén del vagón no imposibilita echar un vistazo alrededor en tanto no se halle literalmente saturado de cuerpos en la hora punta, o en el autobús –y especialmente en el metro, cuando estoy en una ciudad más grande-, donde puedo observar a los lectores que me acompañan. Entendedme, es una sana curiosidad por saber qué lee cada cual, por ver hasta qué punto habría imaginado a aquella viejecita leyendo a Kafka, o si el chaval que tengo al lado se está riendo con una novela del Mundodisco, con alguna sátira mordaz de Mendoza, o con la inigualable La conjura de los necios. En no pocas ocasiones pueden llegar a sorprendernos, aunque cuando vemos un voluminoso ejemplar en manos de cualquiera, posiblemente se trate de alguna de las novelas de Harry Potter, de cualquiera de Stieg Larsson o del bestseller de turno; hasta la fecha, nadie llevaba El Quijote en sus manos. Ah, y por qué no, descubrir que nos pica el gusanillo de saber de qué tratará el libro que acabamos de ver, y que nos lleve a leerlo.

Y por vuestra parte, ¿compartís esta sana curiosidad por descubrir qué leen quienes os rodean? ¿Soléis usar el transporte público, y leer en él?

7 comentarios:

Elwen dijo...

Me ha encantado. Todo, desde la foto (original por cierto) hasta las conclusiones. No sé de donde sacas ideas para estos artículos tan geniales.

En cuanto a tu pregunta... la verdad es que cojo poco la guagua, nunca pasa por donde voy. De vez en cuando subo en tranvía pero tengo miedo a marear si leo. Creo que el transporte donde para mi es obligatoria la lectura es el avión. Ayuda a que pasen las horas "volando" :)

Isi dijo...

Uyy, yo vivo en León, que es una ciudad pequeñísima, en la que se puede ir andando a todas partes.
pero hace unos cuantos meses he cogido la costumbre de ir leyendo por la calle, de camino al trabajo. Al principio es incómodo, pero luego te acostumbras a mirar por el rabillo del ojo la dirección y los pasos de peatones.
Una recomendación: sólo llevar libros cortos, que pesen poco, ya que si son pesados va uno muy incómodo.
Y si fuera en autobús también iría leyendo.

Ahora; sinceramente me importa un pimiento lo que la gente hace o deja de hacer, me da igual si veo a alguien leyendo y no sé qué libro es, la verdad es que no me fijo en esas cosas, al igual que si estoy leyendo en un sitio público, me molesta que alguien me pregunte qué leo.

Por cierto, también me ha parecido original la foto!

Homo libris dijo...

@Elwen: En mi caso, suelo ir a trabajar en autobús, aunque ciertamente no me viene demasiado "a mano" cogerlo, pero lo prefiero al coche. No es que dé demasiado tiempo a leer (tardo unos 15 ó 20 minutos en llegar al trabajo), pero el libro es siempre una gran compañía a la vuelta, cuando tengo que esperar a que llegue a la parada.

Me alegra que te guste el tema de la entrada. Mi intención al crear el blog era ir, poco a poco, desgranando otros aspectos que rodean al fenómeno de la lectura, a la afición y pasión que despierta entre quienes amamos los libros.

En cuanto a la fotografía, a mí también me ha encantado. No es mía, eso sí, pero tampoco he encontrado los datos del autor para darle el cumplido crédito que merece. Buscaba alguna de lectura en el transporte público, y la del metro a rebosar y los autobuses de la India no me parecían las más adecuadas :)

@Isi: Cuando vivía en Granada (soy, realmente, de un pueblo cercano a la capital granadina) me ocurría como a ti: Granada es tan pequeña que iba a todos lados andando, salvando algunos momentos en los que tenía que recurrir al transporte público. Entonces lo que hacía era leer en el trayecto entre mi pueblo y la capital, al ir a la facultad o a trabajar.

Si alguna vez nos encontramos, ya sea en León o en algún otro lugar, espero que no me tomes a mal si echo un vistazo al libro que estés leyendo, e incluso si te pregunto por su título ;) Eso sí, prometo que no leo libros ni periódicos por encima del hombro de nadie, jejeje.

Saludos para ambas, y buen fin de semana.

Elwen dijo...

Jajaja Isi lo tuyo si que es habilidoso. Ya hasta tienes visión periférica.

Yo también soy una persona curiosa de lo que leen los demás pero no tengo la osadía de preguntar :P. Creo que para mi el reto está en descubrirlo por mí misma ^^

Isi dijo...

Bueno, entonces sabré que eres tú. Otra cosa que he pensado es que me moriría de vergüenza de preguntar algo a un desconocido (soy bastante tímida).

Ahora que me acabo de acordar que a veces en el gym mientras me monto en la bici para hacer tiempo (trabajo en un gimnasio), cojo un libro para leer allí montada. os podéis imaginar que la mayoría de la gente que va allí tienen un cerebro minúsculo, y me pone de los nervios que de pregunten qué lees. Os explico:
- ¿qué lees?
- El mago, de John Fowules (por poner un ejemplo, vamos)
- Ah.
Fin de la conversación. Y yo me pregunto, ¿para qué coño me preguntarán, si no saben lo que es un libro??????
En fin, por lo menos hay alguna excepción (pocas).
¿¿ahora me entendéis mejor??

Elwen: lo de la visión panorámica se te agudiza con la edad ;)

Homo libris dijo...

Buenoooo... la verdad es que yo tampoco lo tendría muy fácil para preguntar: también soy de la Hermandad del Silencio. Vamos, que soy algo tímido, así que el caso de preguntarte sería bastante hipotético. Me gustaría más descubrir lo que lee la persona, y creo que sólo en el caso de tratarse de una obra que despierte mi fanatismo (o frikismo, que para el caso viene a ser lo mismo) me despertaría la necesidad de entablar conversación:

- ¡¡Oh, Festín de Cuervos!! ¿Viste el giro que dar Martin a la personalidad de (poned aquí al personajequetodossabemosoquedeberíasdescubrirleyendoloslibros) en este libro? ¿Parece increíble, verdad?

o algo así. Isi, en cuanto a lo de preguntarte por el título del libro y decir... "ah"... bueno, ya afirmaba un proverbio indio que "cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio". Pues lo dicho ;)

Y por último, Elwen, muchísimas gracias por compartir con Homo libris el premio a la amistad. Viniendo de un blog tan querido como el tuyo, es todo un honor figurar entre los citados.

¡Saludos!

Leox dijo...

No hay como viajar en el transporte de mi cuidad , escuchando Bob Dylan y leyendo el libro de turno.