miércoles, 21 de octubre de 2009

Lluvia

Hoy es uno de esos días en los que apetece quedarse en casa, junto al hogar, si lo hay, o en el brasero, en su defecto, con un buen libro frente a uno, una taza de té caliente entre las manos, y toda la tarde por delante. Una tarde de lectura ininterrumpida, en la que olvidar los problemas y la monotonía, sumergirnos en el libro y conversar con el autor hasta que nuestros ojos, cansados, nos digan que ha caído la noche.

Siempre me han gustado especialmente los días de lluvia y otoño. Creo que invitan a la reflexión, al diálogo y a compartir. Y por eso traigo hoy algunos textos que están relacionados con esta lluvia, tan necesaria además de hermosa, para invitaros a leerlos conmigo.

Los días en que la lluvia cae de nubes bajas que parecen ocupar todo el universo conocido, cuando el frío cala hasta los huesos, me gusta recordar el comienzo de Mazurca para dos muertos, y acompañados por esta música da inicio nuestro periplo lector.
Llueve con tanta monotonía como aplicación desde el día de San Ramón Nonato, a lo mejor desde antes aun, y hoy es San Macario, que trae suerte a los naipes y a las papeletas de la rifa. Orvalla despacio y sin parar desde hace más de nueve meses sobre la hierba del campo y los cristales de mi ventana, orvalla pero no hace frío, quiero decir mucho frío...

(C.J. Cela, Mazurca para dos muertos)

Llovió durante toda la tarde en un solo tono. En la intensidad uniforme y apacible se oía caer el agua como cuando se viaja toda la tarde en un tren. Pero sin que lo advirtiéramos, la lluvia estaba penetrando demasiado hondo en nuestros sentidos. En la madrugada del lunes, cuando cerramos la puerta para evitar el vientecillo cortante y helado que soplaba del patio, nuestros sentidos habían sido colmados por la lluvia. Y en la mañana del lunes los había rebasado. Mi madrastra y yo volvimos a contemplar el jardín. La tierra áspera y parda de mayo se había convertido durante la noche en una substancia oscura y pastosa, parecida al jabón ordinario.

(Gabriel García Márquez, Isabel viendo llover sobre Macondo)

La lluvia había dejado las Ramblas casi vacías y sólo quedaba gente agrupada en el café encristalado donde, desde meses atrás, no la dejaban entrar.
La Sonia, de pie en el portal de la casa vacía, vio que la lluvia pasaba fatigada, amansa llovizna, la vio cesar mientras crecía el frío del viento, y pensó que aquello era un signo de buena suerte.

(Juan Carlos Onetti, Mañana será otro día)

Cuando al fin Ella murió, rematando esperanzas y deseos, estábamos a fin de julio; en una fecha abundante en crueldades, en frío, viento, aguacero. De los cielos negros de nubes y noche caía una lluvia lenta, implacable, en agujas que amenazaban ser eternas. Se desinteresaban de abrigos y pieles humanas para empapar sin dilaciones huesos y tuétanos. La humedad aumentaba el mal olor de las gastadas ropas de luto improvisado: casi inmóviles, sin palabras porque su desdicha tenía un solo culpable, y éste no podía ser nombrado, aunque dueño del frío, de la lluvia, el viento y la desgracia.

(Juan Carlos Onetti, Ella)
Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

(Julio Cortázar, El aplastamiento de las gotas)
Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto

Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.

(Jorge Luis Borges, La lluvia)

Desde este punto de vista, suponían una paz inusitada los días de lluvia, que en el valle eran frecuentes, por más que según los disconformes todo andaba patas arriba desde hacía unos años y hasta los pastos se perdían ahora —lo que no había acaecido nunca— por falta de agua. Daniel, el Mochuelo, ignoraba cuánto podía llover antes en el valle; lo que sí aseguraba es que ahora llovía mucho; puestos a precisar, tres días de cada cinco, lo que no estaba mal.
Si llovía, el valle transformaba ostensiblemente su fisonomía. Las montañas asumían unos tonos sombríos y opacos, desleídos entre la bruma, mientras los prados restallaban en una reluciente y verde y casi dolorosa estridencia. El jadeo de los trenes se oía a mayor distancia y las montañas se peloteaban con sus silbidos hasta que éstos desaparecían, diluyéndose en ecos cada vez más lejanos, para terminar en una resonancia tenue e imperceptible. A veces, las nubes se agarraban a las montañas y las crestas de éstas emergían como islotes solitarios en un revuelto y caótico océano gris.
[…]
Para los tres amigos, los días de lluvia encerraban un encanto preciso y peculiar. Era el momento de los proyectos, de los recuerdos y de las recapacitaciones. No creaban, rumiaban; no accionaban, asimilaban. La charla, a media voz, en el pajar del Mochuelo, tenía la virtud de evocar, en éste, los dulces días invernales, junto al hogar, cuando su padre le contaba la historia del profeta Daniel o su madre se reía porque él pensaba que las vacas lecheras tenían que llevar cántaras.
Sentados en el heno, divisando la carretera y la vía férrea por el pequeño ventanuco frontal, Roque, el Moñigo; Daniel, el Mochuelo, y Germán, el Tiñoso, hilvanaban sus proyectos

(Miguel Delibes, El camino)



Llueve.
Tras los cristales, llueve, llueve.
Sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve.
[...]
Te podría contar
que está quemándose el último leño en el hogar,
que soy muy pobre hoy,
que por una sonrisa, doy
todo lo que soy,
porque estoy solo y tengo miedo...

(J.M. Serrat, “Balada de Otoño”)

27 comentarios:

Isi dijo...

Yo hoy es de esos días en que no me queda muy claro el calentamiento global... no llueve, pero hace un frío alucinante.
Esta mañana de camino al trabajo, ya olían las calles de los barrios más antiguos a humo de carbón y de leña... me encanta que huela así! Bueno, que llueva, pero no cuando yo tenga que ir a trabajar (es broooooma -un poco broma-).

Anónimo dijo...

Pero qué preciosa entrada, una delicia leerte y leer todos los fragmentos o poemas que has escogido, y el final, sencillamente único, la canción que le pone punto final a tu post. Me quito el sombrero,que trabajo hiciste..
A mi la lluvia, por lo general, me encanta, especialmente si despierta el olor de la yerba mojada, cuando manejo el taxi no, me hace la vida borrosa e incierta, jaja, pero así es, no escogemos el tiempo..

Hilario dijo...

Cuando llueve, a mi me gusta ponerme el chubasquero e ir a dar una vuelta. Siempre y cuando llueva poco, no con tormenta.
¿Porque? No lo sé, soy así.

Anónimo dijo...

¡que entrada tan bonita! la lluvia me gusta mucho(siempre y cuando no caiga como tromba y tire árboles, inunde calles y ahoge gente -que en mi tierra de repente le da por llover así) y son días que se antoja no levantarse y quedarse enredaditos de las piernas con el cónyuge ;-)

Elwen dijo...

A mí también me encanta leer mientras llueve fuera, es un sonido relajante para la lectura. Me has hecho recordar, aunque desde luego no está a la altura de tus fragmentos, una frase del Club Dumas;

Flavio La Ponte,sacudiéndose el agua de encima, fue a acodarse en la barra, junto a Corso, y pidió una caña mientras recobraba
el aliento. Después miró hacia la calle, rencoroso y satisfecho, cual si acabase de cruzar bajo fuego de francotiradores. Llovía con saña bíblica.


Creo que sencillamente me hizo gracia la última frase y no se me pudo borrar de la memoria xD

Mertxe Costas-Bookworm dijo...

En este momento cae a cántaros. Me acabo de levantar del sofá donde llevo toda la tarde leyendo tapada con una mantita. Sólo he sustituido el té por un Cola-cao. Qué gusto pensar que no hay que salir de casa hasta mañana.

R. dijo...

¡Hola Homo libris!

En Lima sólo garúa. Lo más parecido a la lluvia es una pertinaz llovizna que no es ni chicha ni limonada, de ahí que mis experiencias con la lluvia sean contadas, muchas de ellas memorables, pero lejos de mi ciudad.

Ah! La cita que pones de García Márquez pertenece a su cuento Isabel viendo llover en Macondo y no a Cien años de soledad, novela donde se da una lluvia que dura varios años. De este maravlloso libro tengo presente una escena que también tiene al cielo como origen:

Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo.

Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarías con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro.


Gabo, Cien años de soledad

Saludos,
R.

@scen dijo...

Hundida en la miseria estoy. Triste y llorosa. No entiendo como os pude gustar la lluvia. ¡Y encima monótona! Todavía las tormentas tienen su aquel.
En fin, voy a ver si me meto en la cama y me tapo hasta las cejas. Mañana será otro día. :(

Besos.

loquemeahorro dijo...

¡Qué bonita entrada! Cuántos textos poéticos sobre la lluvia, muchos de los cuales yo también he leído.... y olvidado por completo.

Estaba pensando eso de El Camino, de Mazurca para Dos Muertos (creo que leí lo que has puesto y 3 páginas más, como mucho y después tiré el libro por la ventana con violencia manifiesta), y con Cien Años de Soledad.

Entonces he leído el comentario de R, y he dicho "claro, por eso no me sonaba", y cuando he leído el fragmento que él ha puesto he pensado "vale, esto me suena menos todavía" :-)

La que recuerdo muchísimas veces que llueve es la canción de Serrat que has puesto.

MJGF dijo...

R., ¡qué hermosa palabra "garúa"! En Valencia se usa la expresión (mucho más fea) "calabobos" para referirse a lo que los vascos llaman "chirimiri" o "sirimiri".
Para mí, la lluvia ha vuelto a su dimensión lúdica: saltar en los charcos, lavarse la cara, lamer las gotas... Bailar bajo la lluvia como Gene Kelly y entonar "que llueva, que llueva la Virgen de la Cueva" a todo pulmón. Me mojo, sí; pero mis niños y yo nos lo pasamos pipa. Y, a la vuelta, palomitas y chocolate a la taza.
F.

Último Íbero dijo...

Qué cosa tan curiosa la lluvia. Al mismo tiempo símbolo de fertilidad y herramienta de la cólera divina. Vale lo mismo para que los campos se nutran como para que queden arrasados los pueblos.

A unos les motiva, a otros les aturde, incluso hay quienes al oir llover lloran sin saber porqué.

Yo, por una extraña rareza, me mareo al mirar los charcos y ver reflejado el cielo. Es un vértigo irracional que me supera, así que no me veréis mirar los charcos.

No recuerdo ahora alguna cita maravillosa y conmovedora sobre la lluvia en algún libro o poema. Pero al leer esta entrada me ha venido a la mente, como un destello, la célebre frase del replicante en la película Blade Runner: "Todos estos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia".

La Belle Dame Sans Merci dijo...

A mí la lluvia a veces me gusta, que es cuando suelo salir a pasear sin paraguas y la gente me mira mal, y a veces me pone triste. Especialmente en esta ciudad, que es un horror para la lluvia con el cierzo encima... Es inútil llevar un paraguas y, para pasear, hace demasiado frío. :(

Pero me encanta leer junto a la ventana cuando llueve. Especialmente, si me acompaña un buen café. Así hemos estado hace un rato en la cama Manu y yo, él leyendo "Déjame entrar" y yo emocionándome con "El rey de Ítaca", que me tiene muy enganchada.

Con esto de tus citas sobre la lluvia, voy a añadir una. Es un poema de mi amigo Nacho Tajahuerce (aquí todos mis amigos son poetas y publican: Ángel, Nacho, Miguel... Es un asco XDDD). Está dedicado a Alfredo Saldaña, un gran poeta zaragozano y un gran profesor:

"Suena una vieja canción en la radio que me recuerda a ti.
Miro por la ventana y llueve.
Los perdedores siempre se han refugiado en la lluvia.
Los días soleados nunca fueron para ellos.
Ellos me preguntan por ti.
Cojo las llaves y salgo a dar un paseo con ellos.
Nunca me importó mojarme."

¡Un abrazo!

Raúl Ciriza dijo...

El invierno pasado, en Pamplona hubo una lluvia que duró lustros. El primer día me pareció romántica, pero a partir de ahí le cogí el asco habitual.

Yo soy más de sol, hamaca a la sombra, gintonic y libro enarenado entre las piernas. Mal sitio elegí para nacer.

lammermoor dijo...

Al leer esta entrada -preciosa- me vino inmediatamente a la mente, no un fragmento sino un título: Ilona llega con la lluvia
Me gustan las tardes (o días) lluviosos, cuando estás en casa, calentita y puedes enroscarte con una manta y una infusión bien caliente y ponerte a leer sin prisa ni pausa. Me gusta cuando caminas mientras orbaya, o como huele a tierra mojada.
También me gusta pasear por la playa después de haber llovido, o cuando sale el sol tras la lluvia -más aún, cuando puedo ver el arcoiris.
Pero odio cuando, como este invierno pasado, la lluvia cae incesantemente, día tras día, semana tras semana y mes tras mes (con las interrupciones indispensables para que comprobáramos que no nos estaban saliendo escamas). También cuando se da esa mezcla de frío, viento y lluvia y tienes que ir con el paraguas a modo de escudo protector. ¡Ah!, también a las personas que llevan el paraguas bajo el brazo, en posición horizontal, convirtiéndolo en un arma ofensiva -quien sabe si letal

Y me ha gustado muchísimo la canción, aunque me pone un poco melancólica.

Homo libris dijo...

¡Ay! Falta uno un par de días, y me inundáis (nunca mejor dicho ;)) la entrada de comentarios suculentos e interesantes. Para no abusar de vuestra paciencia, y ya que algunos hacéis referencia a aspectos similares de la lluvia, os respondo en dos veces, una general y otra más personalizada.

Es cierto que la lluvia suscita sentimientos encontrados: de tristeza, melancolía, nostalgia, o de alegría e incluso euforia. Otro tanto ocurre con el buen tiempo, y es que se hace pesado cuando dura demasiado tiempo (al menos, a mí me ocurre), aunque coincido en que es más llevadero que la lluvia, el ventoso, o la combinación de ambos factores.

Cuando hablo de lluvia, y de lo que me gusta disfrutar de la misma mientras acompaña a mis lecturas, salgo al campo, obviamente hablo de una lluvia contenida, más o menos intensa pero que no deviene en temporal. Como todo, en exceso, no es buena. Demasiado buen tiempo, sin ella, provoca sequía; la lluvia en forma de temporal, provoca daños a las cosechas, inundaciones...

Bueno, ¡voy con vuestros comentarios!

El Guisante Verde Project dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
El Guisante Verde Project dijo...

Buenas, y lluviosas mañanas. Me gusta la selección de textos, especialmente el de Delibes, aunque me da la sensación de que no dejan muy bien parados a estos días de lluvia y otoño que tanto nos gustan.
En cualquier caso, estoy de acuerdo con lo que comentas, especialmente porque los dias lluviosos no me molestan, más bien lo contrario, aunque se prolonguen en el tiempo. Me gusta, eso sí, mucho más, el frío, tanto desde la ventana (quien dispusiera de hogar!), como paseando por calles o caminos. Y, por supuesto, para leer.
Enhorabuena por esta entrada, es perfecta para dias así.
Saludos y buen fin de semana!

Pdta. Eliminé el anterior comentario debido a las jugarretas ortográficas de este (vivo) teclado!

Homo libris dijo...

Isi, no hay que confundir el frío temporal o la lluvia con la inexistencia de los efectos del calentamiento global. De hecho, los periodos climáticos en los que las temperaturas suben también implican un incremento de las precipitaciones por la disponibilidad de más agua en los estados líquido y gaseoso (el periodo glacial del Cuaternario, por ejemplo, fue también un periodo bastante seco). En cuanto al frío, lo cierto es que el cambio climático llevará a homogeneizar las temperaturas en algunas regiones del planeta y a extremarlas en otras. En conjunto, la temperatura del planeta está subiendo, pero lo importante no es tanto esto, sino que se está alterando el equilibrio climático por la mano del hombre. Pero vamos a lo que vamos, que me pierdo hablando de estos temas. :D

A mí también me encantan esos olores que se van perdiendo en las grandes ciudades, e incluso en los pueblos. Olor a leña, a carbón, a castañas asadas y a los ricos guisos propios de las estaciones más frías, jeje.

Bibliobulímica, por eso os decía en el comentario global lo de la lluvia mansa, que no hace daño, o una tormenta puntual y que no derive en furiosa tempestad. Si llegamos al nivel de desastre natural, se pierde el encanto (y la concentración lectora, jejeje). Imagino que la perspectiva es distinta para los que vivimos en España, o en países donde no se dan fenómenos como tornados o persistentes lluvias tropicales. En cualquier caso, coincido con Hilario en el gusto por salir a la calle cuando llueve, o disfrutar del campo cuando la lluvia desdibuja los paisajes. Eso sí, resulta algo fastidiosa para quienes están expuestos a ella en el trabajo, como Estodevivir, o para quienes no pueden resguardarse. De ellos también me acuerdo de forma recurrente cuando llueve.

Elwen, muy buena la cita de El club Dumas, que no recordé. La saña bíblica a la que se refiere Pérez-Reverte, con su estilo singular, también me recuerda a los días de lluvia en los que se hace imposible salir de casa, lo quiera uno o no, y por nada pondríamos un pie fuera de ella. En esos momentos, vivir en un agujero hobbit (en lo alto de la colina, por si las inundaciones) se me antoja algo deseable :D

Bookworm, te envidio (sanamente), jejeje. Lo del chocolatito caliente también me parece una muy buena opción. Por aquí ya dejó de llover, pero nos queda el frío… mmmmm… ¡me encanta, aunque aún sea bastante leve!

R., me encantan esas palabras para la lluvia: garúa, orvalla, chirimiri, calabobos, como apunta Fulgida… Con la cita de García Márquez tienes toda la razón del mundo, y ya lo he corregido. Recordaba una lluvia en Macondo, porque leí el cuento y Cien años de soledad hace siglos, lo busqué y asocié mal. Gracias por anotar el despiste. Muy buena la cita que nos traes, ahora sí, de la novela inmortal del gran Gabo.

¡Ascen, no te deprimas, mujer! Es verdad que alguna vez habías comentado que la lluvia no era santo de tu devoción. Bueno, piensa que en este país no suele llover demasiado, excepto por el norte más norteño, así que tu suplicio no durará apenas nada. :)

Loquemeahorro, el olvido nos permite reencontrarnos con los textos y acercarnos a ellos como si fuera la primera vez. ¡No es tan malo (del todo)! El Plan Infinito se convierte así en el Plan Infinito x 2, jeje.
Respecto a Mazurca…, Cela tiene su aquel. Ese libro me gustó bastante, le tenía ganas desde años atrás (creo que por el título), y cuando finalmente lo leí lo hice con ganas. Sin embargo, tiene algunas partes que se hacen algo lentas.

Fulgida, sin duda los días de lluvia aportan un elemento para el disfrute de los niños y de aquellos que, a pesar de la edad, seguimos sintiéndonos como ellos. ¡Ah! Mencionas las palomitas… Con ellas, el pelo aún húmedo, un braserito y un buen libro o una buena película para ver en familia, tenemos el fin de semana perfecto. :)

Homo libris dijo...

Último Íbero, haces referencia a aspectos de la lluvia relacionados con la antropología y, particularmente, con la mitología. Un tema de lo más suculento, y sobre el que sería maravilloso abundar. En cuanto a tu recuerdo de “Blade Runner”, siempre que recuerdo esa escena me estremezco: " Yo he visto cosas que vosotros no creeríais, atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos ‘C’ brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.... ". Me parece una lucidísima frase que resume la incomprensión, la ceguera del que no quiere ver y el miedo a lo que es diferente a lo que conocemos.

Es muy curioso (y engorroso, imagino) esto que nos comentas de marearse viendo el cielo reflejado en los charcos, pero la mente es misteriosa y, de momento, insondable en buena parte de lo que concierne a su funcionamiento.

Alienor, la lluvia con viento es terrible, uno no termina de saber cómo colocar el paraguas para mojarse menos, y termina completamente empapado. La cita que nos traes, con el poema de Nacho Tajahuerce, es muy evocadora. Por los círculos que pareces moverte creo que Azote se movería como pez en el agua. No deben diferenciarse demasiado de los que ella solía concurrir en Córdoba cuando vivía allí.

Zeberio Zato, todo lo bueno empacha, si se prolonga demasiado tiempo, jeje. Entiendo que en el norte no podáis ver la lluvia, pero es que aquí es un bien tan valioso… Yo creo que no podría cansarme de ella, pero dádmela infinita y veríamos a ver qué ocurriría. :D

Lammermoor, lo primero que me ha llamado la atención de tu comentario es la palabra “orbaya”, que tiene una grafía completamente distinta a la de la obra de Cela, “orvalla”, y sin embargo creo que definen a la misma lluvia fina. Claro, que no es lo mismo el bable (¿o asturiano?) que el gallego, pero me ha resultado curioso. Respecto a lo demás, creo que ya te he contestado con el resto de compañeros: la lluvia perenne es tan cansina como el buen tiempo infinito, jeje, y la lluvia con viento son lo más terrible para conservar un estado mínimamente seco. Aquí en Málaga me ocurre lo mismo: no consigo más que mojarme si salgo fuera cuando llueve de forma moderada o intensa.

Roberto, que te “colaste” cuando comenté antes. ;) Los textos que he incluido la verdad es que son ciertamente nostálgicos, pero es que es la sensación que me provoca en parte la lluvia, y que me encanta. De todas formas, como ya decían más arriba y corroboras tú también, la lluvia nos provoca todo tipo de sensaciones dispares. En cuanto al frío, también me encanta. No hay placer más agradable (para mí), que pasear por algún camino una mañana bien fría y soleada de invierno.

Igualmente, ¡saludos, abrazos, y muy buen fin de semana para todos!

Isi dijo...

Lo del calentamiento era una broma :((( Por aquí, cuando llegamos al trabajo a 0 grados, pues a veces saludamos con un: "joder, el calentamiento!" -con perdón- (Imagínese guantes, gorros y narices bien rojitas). Pero es una broma :((((((

Homo libris dijo...

Ay, Isi, si ya dijiste lo de la broma y así lo tomé. :D Disculpa si te pareció que te adoctrinaba al respecto, porque no era mi intención. Lo cierto es que tal vez por allí no te hayas encontrado con el caso, pero aquí, en el sur, han llegado planteármelo en serio, y simplemente he explicado un poco el tema, porque ciertamente puede resultar chocante, según como nos hayan explicado los efectos del cambio climático, que siga habiendo inviernos rigurosos, o que parezcan ir a más.

¿Me perdonas? :)

Una recomendación musical, aunque posiblemente la conozcas. Últimamente Azote está escuchando bastante a Rockettothesky, y la verdad es que suena muy, pero que muy bien.

Un abrazote.

Javier G. Pérez dijo...

Pues..., la lluvia fina, crepitando sobre las hojas áureas de los álamos que arropan al río, el arrullo de sus aguas, y el aroma de toda la hojarasca en descomposición, junto a la humedad de la tierra y, el canto de los pájaros valientes que desafían las inclemencias atmosféricas del otoño; son un espectáculo de la naturaleza, que no me pierdo jamás.
Saludos

Homo libris dijo...

Bienvenido, Javier.

Sin duda, disfrutar de la naturaleza en otoño (como en cualquier otra época del año, por supuesto) es una experiencia irrepetible en cada ocasión en que salimos al campo.

Me encanta el lirismo de tus palabras, y precisamente me han recordado una anécdota de hace un par de días. Estando en el trabajo, salimos a tomar un café rápido en la zona que hay designada para ello, y al pasar por un ventanal me quedé un instante contemplando el golpeteo furioso de la lluvia contar las ventanas. A lo lejos, lanzándose hacia el refugio de la arboleda (mi empresa está en el interior de un parque tecnológico relativamente naturalizado), vi un cernícalo valeroso que hasta ese momento habría estado buscando algo de condumio por la zona. Posiblemente se trataba de uno de los miembros e la pareja que habita ese entorno, y que tan buenos ratos de observación casual me ha proporcionado en los dos años que llevo trabajando en la zona.

Un saludo.

Isi dijo...

Ya me siento mejor :))
Estoy escuchando al grupo, que no conocía y, por cierto, tampoco he visitado mucho myspace, está muy bien que te dejen escuchar música.
Yo ahora tengo el spotify, pero es un poco rollo la publicidad que ponen.

Homo libris dijo...

Isi, no sabes lo que me alegra :)

Sí, lo de los grupos con su espacio en Internet y demás es interesante para conocerlos un poco más. Yo usaba Spotify mientras trabajaba, pero nos cerraron la conexión (normal, ya decía yo que mucho estaban tardando, por el consumo de ancho de banda del programa). Lo de la publicidad sí es un poco rollo, pero al fin y al cabo es su modelo de negocio: te la meten y cobran por ello, y si no la quieres, pagas y la retiran. De todas formas está bien, porque emite con mucha calidad, tienen bastante variedad de música y es prácticamente una radio a la carta.

Saludotes.

Anónimo dijo...

Cómo me ha gustado lo que escribes y lo que te escriben, un lujo.
Yo también soy de tardes otoñales y lluvia, o sea que me ha encantado todo lo que decís.
Cuando el sol sale, te dan ganas de irte a la calle a pasear o a una terraza a charlar, la lluvia te recoge y se presta a leer, es un momento maravilloso. Como creo que disfrutaremos cada vez menos veces esta delicia de lluvia aprovechemos estos momentos, el sol nos puede y será el rey.
Homo, gracias por ofrecernos estos textos maravillosos.
Un saludo
Teresa

Homo libris dijo...

Muchas gracias, Teresa.

La verdad es que es un placer leer estos textos en un día de lluvia, pero no lo es menos sumergirse en Internet y navegar de blog en blog, disfrutando de los vuestros. Sobre esto cabría una entrada, que tal vez tenga su momento uno de estos días.

Un abrazo.