lunes, 9 de noviembre de 2009

Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados

Hace unos días comentaba por aquí que había recibido el último libro de José Antonio Labordeta, Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados, que recoge algunas de las vivencias e impresiones del diputado del CHA (Chunta Aragonesista) durante las dos legislaturas que anduvo por Madrid intentando representar al pueblo aragonés. Dejando de lado su gestión e ideales, sobre los que es más que probable que existan desacuerdos (al fin y al cabo es una labor política, sujeta a las impresiones personales y anhelos de cuantos le votaron, o no, y que siempre será mejorable, como cualquier labor humana), quería quedarme con la impresión que, como persona, me ha transmitido Labordeta a través de las páginas de este libro.

Ya avanzaba mediante el entusiasmo de mi anterior entrada que admiro a Labordeta en su faceta más afín a la cultura; como cantautor, escritor y presentador de televisión, el señor Labordeta me parece una persona de lo más singular e, incluso, entrañable. Tiempo atrás leí algún otro libro suyo (Tierra sin mar y Banderas rotas) y, por lo que ya conocía de él y por cuanto leí, me pareció una persona más que interesante para departir junto a un buen vaso de vino (u otra bebida menos espirituosa) en cualquier barecillo de nuestra geografía. Ahora, con estas deslenguadas memorias de su paso por el Congreso, me reafirmo en lo dicho anteriormente. En breves capítulos, correspondientes a pequeñas anécdotas, grandes retos o someros repasos de los concurrentes a las reuniones, Labordeta nos transmite sus inquietudes respecto al desarrollo de Aragón (particularmente los problemas de la red de transportes, el trasvase del Ebro y los problemas de Los Monegros ya que, como mencionaba nuestro Último Íbero en los comentarios del blog, Labordeta quizás peque un poco en su afinidad con las zonas más provincianas, siendo él poco urbanita, y deje algo de lado algunos intereses de la capital), pero también respecto a la nunca deseada guerra de Iraq, la comisión del 11-M o la gestión de los grupos popular y socialista durante las legislaturas que le toco compartir con aquellos, y que llegaron a convertirle en un icono transgresor por la sinceridad que pueden permitirse aquellos que saben que, de perdidos al río, no hay mucho que les puedan arrebatar.

Os dejo con un par de extractos del libro. No hay mucho más que decir, pues su interés es el de la pura anécdota, la que permite conocer un poco más a fondo el pensamiento de un político atípico, sincero (en tanto no se demuestre lo contrario, y más basándonos en el comportamiento a que nos tiene habituados la parva política) y accesible. Si os llama la atención saber un poco más del autor, puede resultaros interesante su lectura, como la de los dos que citaba más arriba, pues son también de corte autobiográfico.

No tiene pelos en la lengua Labordeta, sin duda alguna,
Su señoría [hablando de él mismo] se sintió siempre ajeno a toda la parafernalia de la Villa y Corte -como Corte, no como Villa-, y como un beduino monegrino se pasó ocho años contemplando las huellas de los ambiciosos, ambiciosas, de los poderosos, poderosas, de los divertidos y de las divertidas, y viendo, asombrado, la caída de los tipos combativos y defensores de sus ideologías, mientras ascendían los obedientes, lameculos y simplones.
aunque me ha llamado especialmente la atención su comentario sobre el metro de Madrid (quienes bien me conocen, sabrán el porqué):
A mí, beduino provinciano, aquel mundo de los largos pasillos, las escaleras automáticas, las voces de la megafonía y el estrujamiento colectivo venía a colocarme en un mundo entre deprimente, angustioso y muy atractivo en un grado de masoquismo elitista, porque sabía que aquel mundo no era el mío, como tampoco lo era el de los colegas que residían por los aledaños del Congreso y con los que nunca me crucé por los bajos de ese Madrid atractivo y desorbitado del metro.
Sí lo era el de aquellos hombres y mujeres que, a primeras horas de la mañana, se embarrancaban en las puertas de los vagones intentando no perder su viaje. A veces, cuando el tumulto era insoportable, me quedaba contra la pared -no tener que fichar era un lujo- y contemplaba aquella pequeña batalla.
Si os quedan ganas de saber porqué mandó (literamente) a la mierda a los diputados de cierto partido político, o algunas de las anécdotas que sobre el Congreso puede contarnos este poeta, que parece que anduvo atareado por Madrid, ya sabéis: seguid los pasos del beduino, que sabrán llevaros a algún oasis monegrino.

17 comentarios:

Isi dijo...

Me ha gustado eso de los lameculos (la verdad sin más).
En fin ¿no se supone que los políticos velan por nuestro bien? O eso era mi abuelita? ya no sé... ;)

Isi dijo...

Y digo yo, ¿qué hacen unos bobos metiéndose con otro como si estuvieran en el patio del colegio, y encima mientras tiene la palabra? Por lo menos lo podían hacer a escondidas. ¿de verdad esos señores nos representan?
Me voy a estudiar :(

Homo libris dijo...

Muy buenas, Isi.

Sí, se supone que a esa gente le pagamos para que nos represente y tome decisiones de las que depende el futuro del país. Lo peor es que ese comportamiento no es la excepción, sino la norma. Ya sea en el Congreso, ya sea antes de llegar a él, en los mítines de cada partido, o en cualquier intervención pública, los dirigentes políticos basan su discurso en desacreditar al contrario. Así, en tanto unos y otros se pelean y entretienen al corrillo, se van dejando de lado las cuestiones realmente de interés...

En fin, no sigo que me caliento. :)

¡Buen estudio!

Rubén D. Caviedes dijo...

¿Pues sabe usted que yo conocí a Labordeta en su labór pedagógico-televisivo-rural, un buen día que tuvo el hombre a bien hacer un reportaje sobre mi pequeña aldea?

Anónimo dijo...

Pues ha hecho de todo entonces: cantautor, escritor, presentador de televisión, esritor y diputado...

ahhh los políticos velan por SU bienestar y hacen unos circos de dar vergüenza en todos lados (los de aquí protagonizan peleas que creo son de niños de kinder)

Gracias por el dato del libro, lo apuntaré en mi libreta del plan infinito.

Un abrazo,
Ale.

Elwen dijo...

Pues si conozco a este señor es por ti ya que yo y la política jamás nos llevaremos. Ha sido interesante conocer a este hombre que no tiene papas en la boca y "producto del territorio" xD

Javier G. Pérez dijo...

Bueno, como se trata de un hecho real la experiencia del señor Labordeta, voy a seguir tu consejo y lo compraré tan pronto pueda. Comentarlo, espero llegar a tiempo si abres otra entrada del tema, y sino, ya responderé a tu recomendación cuando sea.
Saludos.

Selerkála dijo...

¡Hola!
He llegado a trabes del rincón de la Belle Dame...

Hace ya varias semanas ví a Labordeta en la tele hablando de este libro, creo que en la CNN, en un programa de entrevistas. Y la verdad es que ya entonces me dieron ganas de leerlo.

Me lo apunto en mi lista de pendientes.

¡Un saludo!

Homo libris dijo...

Señor de las Moscas, no me diga usted eso, que despierta una sana envidia en mi persona.  ¿Qué tal fue ese encuentro? ¿De qué aldea se trataba, si no peco de indiscreta curiosidad? ¿Aparece usted en el reportaje?

Bibliobulimica, sí que se trata de un hombre bastante completo y, según parece, con diversas inquietudes. Respecto a los diputados, algo nos contaste ya en la anterior entrada, y lo cierto es que da miedo pensar que gente así es la que representa a los pueblos… En fin, si terminas por leerlo espero que te guste.

Elwen, Labordeta es, además, un enamorado de vuestras islas según declara en el libro, jeje. El mundo de la política suele ser demasiado turbio, desgraciadamente, aunque está claro que nos afecta a todos.

Javier, espero que el libro te guste si finalmente te haces con él. Al menos, siendo paisano tuyo, es interesante conocer mejor a uno de los políticos más carismáticos que ha pisado Madrid en los últimos años.

Selerkála, bienvenida. Yo conocí el tuyo a través del triángulo formado por los blogs de Alienor, Ardaleth y Amandil, y asistí con cierta pena a su clausura, aunque sigo la estela de tu flet y he provocado numerosas inmersiones de Gizmo en la piscina, jejeje. Pero bueno, vamos a lo que vamos. Si te animas a leer el libro, ya nos contarás. La verdad es que me interesa bastante la opinión de quienes por allí vivís, más que nada porque sois quienes ciertamente habéis tenido más cerca al hombre, y podéis descubrirnos otros aspectos significativos del mismo.

Un abrazo.

loquemeahorro dijo...

¿De verdad no encontró a ningún parlamentario en el Metro? Seguro???
Si van mucho!! Por lo menos el día que se inaugura la línea, en un tren casi vacío, excepto por los ínclitos, los periodistas, y unos cuántos fulanos, que van en plan "póngame a los pies de su señora".
Labordeta utiliza una palabra para definirlos en el primer extracto...

Me alegro de que no te haya decepcionado el libro y gracias por informarnos cumplidamente :-)

Homo libris dijo...

Jejeje, la verdad es que me ha gustado mucho, y tras publicar simplemente que me había llegado, me parecía feo no mencionar al menos lo que me había parecido.

Y sí, yo creo que no los vio por no fijarse bien. O tal vez no le dejaron pasar, por si acaso hacía alguna de las suyas. :D

Saludotes.

lammermoor dijo...

En tu anterior entrada no comenté, más que nada porque si me pongo a hablar de políticos...
Comparto lo dicho en los dos parrafos que nos has incluido en la entrada. Solo medran los lameculos y los que son capaces de aguantar.
Pero desgraciadamente, no solo entre los políticos en el congreso. REcordad que las distintas administraciones están regidas por políticos, que se creen que el municipio (o la provincia) es su cortijo. A su calor, crecen y medran otros lameculos y parásitos -las administraciones están llenas de cargos de confianza cuya única capacidad laboral es la de decir amen a todo lo que al buen político (sea diputado o alcaldesa) se le ocurra (además de su afinidad política).
Más grave me parece que en ese juego entren técnicos y determinado personal funcionario, que mediante el "sí, bwana" consiguen que les incrementen los complementos específicos pero tan solo consiguen entorpecer y dinamitar el trabajo de los demás.
Mejor no continuo hablando; pero si lo hiciera, seguiría con los sindicatos. Sobre ellos también hay mucho que decir.
Os dejo; que si sigo con este tema, me sube la tensión.

Homo libris dijo...

Lammermoor, que tras los políticos viene la caterva de funcionarillos y personal laboral amiguetes de aquellos es algo indiscutible, y una lacra que finalmente pagamos todos: quienes trabajan junto a ellos y han de sacarles las castañas del fuego, y los contribuyentes que sufrimos los desplantes y el mal hacer de su trabajo en tanto se les paga religiosamente su nómina mensual a cargo de los impuestos.

Desde luego, la política resulta más que indignante en la mayor parte de ocasiones. Por eso, cuando aparece algún político que, al menos, parece tomarse en serio el cargo, uno se sorprende. Lo que debería ser algo cotidiano se convierte en extraordinario.

Por cierto, respecto a todo este embrollo político hay un libro de lo más interesante (creo que lo he recomendado en el blog en alguna ocasión anterior): Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago.

Un abrazo.

@scen dijo...

Creo que yo también me compraré este libro. Si ya me pareció apetecible cuando hiciste la primera entrada, tu reseña me ha confirmado mi primera impresión y sé que me gustará. Un hombre valiente y genial.
Besos.

Homo libris dijo...

Muy buenas, Ascen. Me alegro que te haya "convencido", aunque ya te veía decidida con la anterior entrada. Espero que no te defraude y te animes a compartir tus impresiones con nosotros cuando te hagas con él.

Un saludo.

MJGF dijo...

Lammermoor:
Se hace política en muchos otros lugares; por ejemplo, en la Universidad. Desde el rector a los decanos, desde los coordinadores de departamento hasta los responsables de área. Todo el mundo quiere su parcela de poder. Sobra decir que los lameculos abundan.
F

Homo libris dijo...

Y en el sector privado, Fulgida, aquí también. :(

Los lameculos, tiralevitas y trepas chaqueteros parecen abundar en todos los sectores y grupos sociales. ¿Será la condición humana? Esperemos que no. :)

Un abrazo.