domingo, 28 de diciembre de 2008

La guerra de las salamandras

Aunque fue publicada en 1936, un par de años antes de la muerte de su autor, parece que La guerra de las salamandras, de Karel Capek hubiese sido escrita ayer, ya que no ha perdido nada de su vigencia, máxime en estos tiempos en los que el feroz y exacerbado capitalismo ha terminado por devorarse a sí mismo, como ya ocurriera con la malhadada Ungoliant. Capek nos presenta una obra que, bajo la apariencia de novelita de aventuras puede leerse sin más y dejar un regusto agradable en el lector, pero que alberga mucho más a poco que comencemos a establecer correspondencias entre sus personajes y nuestro entorno y la Historia.

Es La guerra de las salamandras una novela antiutópica, en la línea de obras maestras como Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, 1984 (1949), de George Orwell, Farenheit 451 (1954), de Ray Bradbury. En la primera de ellas, Huxley nos presentaba un estado totalitario en el que los niños eran “reprogramados” a través de los sueños, y la máxima es ser feliz, obviando el privilegio y haciendo prevalecer las sensaciones físicas. Leer está mal visto, ya que supone para ellos una muestra de insatisfacción, lo que va en contra de lo que propugna la conducta social imperante. Orwell, por otro lado, presenta un mundo hipotético que no dista demasiado del de Huxley. En 1984, la sociedad está dividida en castas, e impera un estado totalitario que tampoco ve con muy buenos ojos los libros. El protagonista trabaja en el Ministerio de la Verdad, un organismo encargado de reescribir la Historia según las necesidades políticas del momento. Por último, Bradbury muestra desde el primer momento, con el título de su novela, la aversión que provocarán los libros en su mundo utópico. El papel arde a dicha temperatura, y en Fahrenheit 451 los bomberos están encargados de destruir los libros. El protagonista de la novela es uno de estos bomberos, que vive con su mujer, Mildred, adicta a los culebrones y que apenas usa el cerebro para pensar. Pero tanto daría ella u otra, en una sociedad en la que todos actúan de igual manera, y los que no lo hacen así son perseguidos y ajusticiados. Guy, nuestro protagonista, descubrirá a través de la joven Clarisse la existencia de un mundo alternativo, en el que la gente conversa, discute y recuerda el pasado. Un mundo en el que no han sido desposeídos de todo lo que nos hace humanos. A partir de ese momento, sólo le quedará la opción de la huida.

Como vemos, estas tres novelas antiutópicas tienen bastantes elementos en común: presentan sociedades futuras en las que un estado totalitario anula a la ciudadanía limitando o erradicando el acceso a la cultura –y, en concreto, a su manifestación más importante en lo tocante a la transmisión del conocimiento, los libros–, ofreciéndoles a cambio una serie de estímulos adocenantes que les hagan innecesaria, incluso, la necesidad de pensar.

Capek, que difundió la palabra robot gracias a su obra de teatro R.U.R. (acrónimo de Rossum’s Universal Robots), ofrece, sin embargo, otro planteamiento igualmente estremecedor sobre nuestra innata calidad de “amos del mundo”. En La guerra de las salamandras, un capitán buscador de perlas descubre la existencia de un extraño ser en una isla del Pacífico, similar a una salamandra pero de gran tamaño, que parece disfrutar imitando sus gestos. Días después, las salamandras intercambian con él perlas por armas para matar a los tiburones, sus depredadores naturales. Nuestro capitán, chico listo, comprende que el trueque puede serle bastante ventajoso, y se dedica a armar a las salamandras a cambio de perlas. Tiempo después, busca socios para comenzar una explotación a gran escala del mercado de las perlas haciendo uso de las salamandras y, tras encontrarlo, dedica su tiempo a ir expandiendo el hábitat de sus nuevas amigas en islas a todo lo largo y ancho del mundo conocido.

En la segunda parte de la novela, se nos presenta a las salamandras como monstruos de feria capaces de llevar a cabo todo tipo de trucos; como sufridos obreros que trabajan, mano de obra barata o esclavo, decídalo usted mismo, de marea a marea, a cambio de sustento y algunos materiales para construir sus viviendas. Pronto su población supera en un factor de 4 ó 5 a la humana, y la producción de muelles, la extensión de tierras y la obtención de materiales submarinos alcanzarán máximos históricos. Poco después, comenzará propiamente la que fue dada en llamarse Guerra de las Salamandras.

Así comienza la tercera y última parte del libro. Las salamandras se rebelan, su líder exige a los humanos que se recluyan en las montañas. A partir de ese momento, hombres y mujeres deberán trabajar para las salamandras, facilitándoles material de construcción, huyendo hacia zonas elevadas para que sea posible dividir la tierra aumentando así las zonas costeras, las únicas en las que pueden vivir estos urodelos gigantes.

Sí, así es. La guerra de las salamandras saca a la palestra una de las grandes cuestiones de la humanidad: nuestra capacidad de ir contra nosotros mismos, como especie. El hecho de que no nos importe pisotear a nuestros semejantes (y menos aún a los que no lo son, o lo parecen menos) en aras de conseguir ser más grandes, más poderosos, más ricos. De paso, no deja títere con cabeza, ni profesión sin ser vilipendiada. Y es, que, mal que nos pese, nos lo ganamos a pulso.

¿El final? Leedla, os la recomiendo fervorosamente. Capek, como si de un Deus ex machina se tratase, aparece en el último capítulo en un diálogo consigo mismo, y reflexiona, “Ya lo ves… Si fueran solamente las salamandras contra la Humanidad, quizá no sería tan difícil hacer algo. Pero gente contra gente, eso no hay quien lo detenga…”.

6 comentarios:

felipe dijo...

faltooooooooooooooo mucho no pu¨de hacer el trabajo esto no sirve.la idea es que mencionen la historia

Homo libris dijo...

Estimado Felipe.

Obviamente, el objetivo de este blog no es permitir que puedas entregar trabajos de clase que no te has esforzado por trabajar y comprender, sino el compartir en Internet el amor por los libros en todas sus facetas: las historias, la profundidad psicológica de los personajes, los libros como elementos de deseo, el diálogo con los autores.

Mencionas además que la idea es mencionar la historia. Eso recibe un nombre en inglés, el de spoiler, que viene a ser algo así como aguafiestas en castellano. No es mi intención estropear el placer lector a los visitantes, sino todo lo contrario.

Es por esto que, si no ha servido para tus intereses particulares, sintiéndolo mucho, he de responderte que no sólo me la trae al pairo que sea así, sino que además te invitaría a profundizar en tus estudios y esforzarte a la hora de realizar tus trabajos, ya que la recompensa de ello es mucho más gratificante.

Un saludo.

Jorge dijo...

Un libro que desconocía y que veo que sigue la línea de todos los clásicos de la Ciencia Ficción que has mencionado. No descarto leerlo porque me encantan estos libros "con moraleja" profunda.

Gracias por dármelo a conocer.

Homo libris dijo...

Bienvenido, Jorge.

Es un placer compartir lecturas como esta. Si lo lees finalmente, no dejes de hacerme saber tu parecer.

¡Nos leemos! Un saludo.

Isi dijo...

Me apunto este y el de "un mundo feliz". Me encanta ver que las previsiones de estos autores se están convirtiendo en realidad, eso sí que da mucho que pensar.
Gracias por el link, que no había llegado hasta los comienzos de tu blog.
Besos!!

Homo libris dijo...

¡Hola Isi!

Bueno, te lo recomendaba precisamente por la similitud con otras obras de ciencia ficción con implicaciones sociales. La guerra de las salamandras, eso sí, es bastante peculiar, porque el autor intenta plasmar la historia como si fuera real, por lo que tiene "recortes de periódicos", notas a pie de página, referencias a sesudos estudios sobre las salamandras... En fin, que es una obra curiosa del género, aunque me quedo ciertamente con el que acabas de leer: 1984 es uno de mis libro preferidos :)