miércoles, 30 de diciembre de 2009

Cada quien es cada cual

Hay personas cuya vida resulta, en sí misma, una aventura digna de ser llevada a una película o, en nuestro caso, a un libro. Es lo que ocurre con Raymond Smullyan del que, a sus 90 años, se puede decir que ha disfrutado de la suya de una forma que podríamos definir como un tanto peculiar.

El currículum de Smullyan debe de resultar de lo más peculiar a quien se acerque a él sin procurar ponerse en antecedentes, ya que profesiones tan variopintas como las de matemático, filósofo, mago o humorista se entremezclarían a lo largo de los años si visualizáramos ante nosotros este hipotético documento. Ya a los trece años cursaba nuestro protagonista de hoy su estudios musicales y, como el instituto donde se encontraba no le ofrecía suficiente nivel en matemáticas, decidió dejarlo y formarse de manera autodidacta. A lo largo de su existencia, la música y las matemáticas supusieron un duro dilema para él, pues no sabía en qué sentido orientar su carrera. Trabajó como mago mientras se formaba en lógica y estudios matemáticos, pasó a ser profesor de piano y terminó por trabajar en el Dartmouth College, donde fue recomendado como profesor incluso sin haber terminado los estudios universitarios correspondientes, aunque pasados unos años llegó a obtener el título de doctor y a ser profesor emérito de la Universidad de Nueva York.


Conocí a este singular personaje a través de sus obras sobre matemática recreativa y lógica hace ya muchos años. Andaba yo cursando la educación primaria que, por aquel entonces, recibía el nombre de E.G.B., me encantaban los cuentos de Poe, las historias de Holmes y los problemas matemáticos, de modo que Juegos y problemas de ajedrez para Sherlock Holmes o ¿Cómo se llama este libro? se me antojaban de lo más apetecibles. Lo cierto es que en estos últimos días he echado bastante de menos aquellas lecturas plagadas de vampiros mentirosos, caballeros (curiosamente) honrados y cofres con mensaje. Dado que estos libros los sacaba de la biblioteca pública de mi pueblo, creo que tendré que hacerme con ellos a la menor oportunidad. Os recomendaría, de hecho, que probarais a jugar con los enigmas que contienen y, tal y como pasaba yo las tardes por aquel entonces, enfrascado en su resolución, que disfrutarais así de la oscuridad de este invierno que invita a quedarse en casa leyendo. Hoy más que nunca, cuando la popularidad de los videojuegos que quieren entrenar nuestro cerebro alcanza su punto álgido, conviene recordar verdaderos clásicos como estos. Aquí os dejo un par de estos enigmas para ir abriendo boca. A ver qué os parecen.
Una isla en la que ciertos habitantes llamados 'caballeros' dicen siempre la verdad, y otros llamados 'escuderos' que mienten siempre. Se supone que todo habitante de la isla es o caballero o escudero.

Un buen día, tres de los habitantes (A, B y C) se encontraban en un jardín. Un extranjero pasó por allí y le preguntó a A: “¿Eres caballero o escudero?”. A respondió, pero tan confusamente que el extranjero no pudo enterarse de lo que decía. Entonces el extranjero preguntó a B; “¿Qué ha dicho A?”. Y B le respondió: A ha dicho que es un escudero”. Pero en ese instante el tercer hombre, C , dijo, “¡No creas a B, que está mintiendo!”.

¿Qué son B y C?
Este otro, según cuenta la leyenda, fue propuesto por Einstein. Aunque no existen pruebas de que así fuera, lo cierto es que resulta de lo más divertido tratar de resolverlo. ¡A por él!
Sabemos lo siguiente:
A) Hay 5 casas de 5 colores distintos.
B) En cada casa vive una persona de diferente nacionalidad.
C) Estos 5 propietarios toman cierta bebida, fuman cierta marca de cigarrillos y tienen cierto tipo de mascota.
D) Ninguno de los propietarios tiene la misma mascota, ni fuma la misma marca de cigarrillos ni toma la misma bebida.

Pistas:
1. El Inglés vive en la casa roja.
2. La mascotas del Sueco es un perro.
3. El Danés bebe té.
4. La casa verde esta a la izquierda de la casa blanca.
5. El propietario de la casa verde bebe café.
6. Las mascotas de la persona que fuma Pall Mall son pájaros.
7. El propietario de la casa amarilla fuma Dunhill.
8. El hombre que vive en la casa justo en el centro bebe leche.
9. El Noruego vive en la primer casa.
10. El hombre que fuma Malboro vive al lado del que tiene gatos como mascotas.
11. El hombre que tiene un caballo vive al lado del que fuma Dunhill.
12. El propietario que fuma Winfield bebe cerveza.
13. El Alemán fuma Rothmanns.
14. El Noruego vive al lado de la casa azul.
15. El hombre que fuma Malboro tiene un vecino que bebe agua.

¿Quién tiene un pez de mascota?
Para terminar, un blog más que recomendable sobre este tema es Acertijos Lógicos. ¡Que lo disfrutéis!

lunes, 28 de diciembre de 2009

Poco... ¿yo?

Siguiendo la estela de nuestro querido amigo Amandil, y sin olvidar la(s) fecha(s) en que estamos, he aquí un curioso ejemplar de Homo libris que he encontrado por ahí... (y, actualizando la entrada, un Azote Ortográfico que me salió al paso ;) ).

jueves, 24 de diciembre de 2009

Feliz Navidad

Aunque salgo en breves momentos para Santa Fe, no quería marcharme sin desearos una Feliz Navidad en compañía de los vuestros, repleta de paz, amor y concordia, y un próspero año 2010 que venga repletito de buenas lecturas.

Gracias a todos por el hermoso año de lecturas y comentarios compartidos que me habéis regalado. Conoceros ha sido uno de los más importantes que he recibido este año.

Un fuerte abrazo,

Miguel A.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Hablando de libros


Hace unos días Lammermoor publicó en su De libro en libro una breve “autoentrevista” en la que nos hablaba de libros y, de paso, nos invitaba a hacerlo si así lo deseábamos en su propio blog o trasladando a los nuestros las cuestiones que allí planteaba. Así, siguiendo su ejemplo y la estela de Alienor (de momento no he visto ningún otro, aunque me consta que algunos de vosotros os vais a sumar en breve), heme aquí…


HABLANDO DE LIBROS.

USOS Y COSTUMBRES.

1. ¿Acostumbráis a leer un libro de cada vez o simultaneáis varias lecturas?
Tengo la mala costumbre de ir simultaneando la lectura de varios libros. Digo mala porque en los momentos en los que el tiempo no escasea termino por devorar unos cuantos títulos por semana, dejarme los cuartos en las librerías y arrasar con los fondos de la biblioteca pública más cercana. El Papyre, mi lector electrónico, me ahorra unos cuantos paseos en este último sentido. En los momentos en que el tiempo libre termina por convertirse en algo tan ilusorio como intangible, el problema está en que las múltiples lecturas se eternizan y parece que uno no es capaz de terminar con nada, no se percibe la sensación de avance. Pero vamos, después de todo soy incapaz de estar con un único libro sobre la mesilla de noche. :)

2. ¿Qué sistema empleáis para recordar donde lo habíais dejado?
Desde un trozo de papel hasta los marcapáginas al uso, pasando por los billetes de autobús o tren incluso la simple memoria. Eso sí, nunca, pero nunca, se le deberían doblar las hojas a un libro para marcar el punto en que dejamos nuestra lectura. ¬_¬

3. ¿Leéis en el baño? En ese caso, ¿qué tipo de lectura?
Como nos decía una maestra de Lengua y Literatura en el colegio, de la que guardo un gratísimo recuerdo (hace tiempo que no la veo, por cierto, aunque de cuando en cuando solía cruzármela por el pueblo), “leo siempre que puedo; en la cama, paseando, cocinando y, por supuesto, en el baño”. A fuer de ser sinceros, también usó un gerundio que evitaré por malsonante. La respuesta a la pregunta, en todo caso, es que sí, leo en el baño aquello que llevo o encuentro. Desde uno de los libros en cuya lectura me encuentre enfrascado hasta, haciendo un mal chiste, los frascos de perfume o la parte de atrás del bote del gel de baño.

4. ¿Vais con libro a...?
Cualquier sitio. Siempre llevo alguno de bolsillo en la mochila, en el bolso, en los bolsillos del abrigo, en el coche…

5. ¿Releéis?
Por supuesto. Es curioso, pero de niño me marcaba un par de tardes a la semana para la relectura de algún libro que me había gustado. Podría tener por aquel entonces unos 11 ó 12 años, y recuerdo releer a Poe, a Conan Doyle o a Verne mientras seguía descubriendo nuevos libros y autores, pero eso sí, el día que tocaba relectura “tenía” que recuperar algún libro ya leído. Actualmente, de cuando en cuando recupero del estante alguno de mis preferidos y suelo compaginar su lectura con la de cualquier otro libro.


FILIAS Y FOBIAS

1. Un autor que no soportes.
Bueno, “no soportar” tal vez sea demasiado fuerte, pero lo cierto es que a Antonio Gala, con su ampulosidad, le tengo algo de ojeriza. Tal vez por eso no disfruté el único libro suyo que comencé (La pasión turca), aunque me consta que es un buen autor. Algún día tendré que darle una, a buen seguro.

2. Prejuicios literarios.
La verdad es que ninguno. El tiempo me ha demostrado que las etiquetas son una mala compañía a la hora de conseguir encontrar buenas historias que nos sorprendan. En el caso de los bestsellers, por ejemplo, no me gustó el primer libro de Millenium, pero sí que lo hicieron los dos primeros títulos de la Saga de los Cole de Noah Gordon (El médico y Chaman; La doctora Cole creo que flaqueaba bastante). Descubrí La sombra del viento antes de que se convirtiese en un fenómeno de masas, por ejemplo, y confieso que me atrapó como hacía años que no lo conseguía otro libro; sin embargo, El juego del ángel constituyó una profunda decepción para mí. Finalmente, no nos olvidemos de títulos como El nombre de la rosa, que constituyó en su día un verdadero fenómeno de ventas.

3. Uno de tus autores preferidos.
¿Solamente puedo citar a uno? Esta pregunta está formulada con el ánimo de ser desoída, seguro. Es como la de “¿Cuál es tu libro preferido?”; a buen seguro pocos contestarán con un único título y, de verme obligado hacerlo, yo sentiría que estoy traicionando a unos cuantos, je, je. Entre los autores me quedaría con Miguel Delibes, Dostoievski, Eco, Saramago, Borges, Cortázar o Paul Auster. ¡Hala! Ya me siento un verdadero traidor. XD

4. ¿Círculo de Lectores sí o no?
Soy socio desde hace 20 años (¡uf, cómo pasa el tiempo!), y la verdad es que, hasta la fecha, mi impresión sobre Círculo de Lectores es buena. Cierto es que durante los dos primeros años estás obligado a comprar un título cada dos meses, pero me consta que hay socios que, pasado este tiempo, no siempre siguen el ritmo de compra marcado.

A mí suele costarme elegir un único título cada dos meses, y habitualmente compro libros que sé que van a lanzar a buen precio y editados en tapa dura, además de algún libro exclusivo del club o alguna colección (por ejemplo, ahora me estoy haciendo con las obra completas de Delibes por este medio). Entre los descubrimientos que hice a través de Círculo se cuentan los dos primeros libros de la saga de Geralt de Rivia de Sapkowski. Ventajas de viajar en tren, la hilarante historia de Antonio Orejudo o La sombra del viento, de Zafón. Por supuesto, esto no es óbice para que luego siga indagando en librerías e Internet qué otros libros pueden saciar mi apetito lector cada poco tiempo.


FONDO DE BIBLIOTECA

1. ¿Qué libro crees que no puede faltar en una biblioteca?
El Señor de los Anillos, El nombre de la rosa, Don Quijote de la Mancha, Crimen y Castigo, Rayuela... Tampoco dejaría pasar El conde de Montecristo o La isla misteriosa ni, por supuesto, los relatos de Poe, Borges y un par de buenos diccionarios (incluido uno de sinónimos y antónimos).

2. ¿Qué libro falta en tu biblioteca?
Casi todos los que no están.

3. ¿Seguís algún sistema para ordenar los libros?
En casa de mis padres, donde se encuentra la mayor parte de mi biblioteca, tengo (en general) ordenados los libros por autor y, en la medida de lo posible, por género. Sin embargo, su importante número me ha llevado a adoptar la técnica de la “biblioteca tetris” para optimizar la cantidad de libros ubicados en cada estante. :D

4. Define tu biblioteca.
Distribuida, dinámica y en expansión. Tengo parte en Málaga y parte en Granada. Los libros cobran vida, dejan las estanterías y ocupan la casa, invadiendo el salón, las repisas, los brazos del sofá. La biblioteca me sigue, me acompaña y, últimamente, incluso aparece parte de ella digitalizada en un pequeño pero práctico lector electrónico (¿será el equivalente bibliotecario al colapso de nuestro Universo?).

¿Os animáis a seguir con este meme?

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El cazador de dragones

Cuando no hace mucho Azote me comentaba la incertidumbre que se cebaba en una amiga a la hora de hacer un regalo a su pareja ya que, según parece, es bastante aficionado a la mitología nórdica, le preparé una breve relación de títulos entre los que se contaban las Eddas Mayor y Menor, editadas por Alianza, y algunos de los libros que Miraguano publica dentro de la colección Libros de los malos tiempos. Además de estas obras, incluía una que, sin dudarlo, merece compartir con aquellas un lugar en el corazón de todo amante de estas culturas: La leyenda de Sigurd y Gudrún, la última obra editada de J.R.R. Tolkien, que ha visto la luz hace ahora apenas dos meses a través de Minotauro.

De esta obra en verso que Minotauro nos trae en edición bilingüe se ha dicho prácticamente de todo. Desde la expectación generada tras la noticia de que un manuscrito del genial filólogo inglés había aparecido en algún polvoriento cajón cuando su hijo Christopher hurgaba entre papeles, viejos marcapáginas y antiguas fotos; del heredero se ha dicho que hizo suyo aquello de "vive de tus padres hasta que puedas hacerlo de tus hijos”, pero también que gracias a su labor hoy día han salido a la luz gran cantidad de obras que Tolkien (bastante más prolífico de lo que creen quienes únicamente se han acercado a él a través del cine, y de sus tres obras más conocidas: El Silmarillion, El Hobbit y, por supuesto, El Señor de los Anillos). Sea como fuere, lo cierto es que su labor recopilando los textos del querido profesor, estudiándolos y presentándolos de una forma adecuada para que el lector interesado pueda descubrirlos y disfrutarlos ha sido a lo largo de los años el verdadero motor que nos ha acercado a Tolkien.
Ye need not to knock,
for known your coming!
The greetings is prepared -
the gallows waits you.
The hungry eagle,
the hoary wolf,
the ravens are ready
to rend your flesh!
En La Leyenda de Sigurd y Gudrún, Tolkien nos deleita con unos poemas épicos que retoman la tradición mitológica nórdica que tanto influyera al resto de su obra. La saga de los Nibelungos, que también inspirase la tetralogía operística de Wagner, pues bebió de las mismas fuentes que nuestro autor, marca el origen para una obra en la que Tolkien nos desvela lo acontecido entre Sigurd y la valkiria Brynhild, las aventuras del primero enfrentándose al cruel dragón Fáfnir y arrebatándole un tesoro que defendía tan fieramente como Smaug en El Hobbit, extendiendo la historia original presente en numerosas eddas pero sin incluir los “aditivos” que caracterizan a la de Wagner.

No se trata, como se han empeñado en afirmar, de una obra que sea del gusto del lector medio de Tolkien. Sí, en cambio, deleitará a aquellos lectores a los que les guste descubrir algunas de las fuentes de las que bebió el autor a la hora de imaginar el maravilloso mundo de Arda y algunos de los hechos que allí acontecieron. También gustará, como apuntaba al comienzo, a aquellas personas interesadas en la mitología nórdica. Pero, sobre todo, encantará a aquellos que sepan descubrir entre sus páginas toda la magia que contienen las historias bien narradas, las leyendas épicas intemporales y la pluma de un gran escritor.
Las cascadas de Andvari
rebullían y brotaban
rebosantes de peces
en los espumosos estanques.
Allí se entretenía Otr,
mi propio hermano,
capturando salmones
que dulces le parecían.
Feliz lectura.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Haciendo balance

¡Albricias! ¡Homo libris cumple un añito de existencia!

1 año que equivale a
54 semanas o
365 días, en los que escribí
109 entradas, agrupadas mediante
113 etiquetas distintas en las que
36 seguidores y muchos lectores más dejaron
1.703 comentarios. Por todo ello, os doy
1.000.000 de gracias.

Cuando hace un año me senté ante el ordenador una fría tarde de otoño con la idea de crear un nuevo blog no imaginaba las grandes satisfacciones que me depararía. Ya había emprendido anteriormente andaduras similares mediante la creación de otros y, por aquél entonces, uno de ellos era la niñita de mis ojos. Lobosoft, que a día de hoy presenta algunas telarañas entre sus entradas, sigue manteniendo un buen ritmo de visitantes (unos 300 diarios, a pesar de llevar un par de meses, si no tres, sin ser actualizado como debería). Desde un principio este blog sobre informática demostró ser un recurso interesante para los desarrolladores pero no tanto para otros usuarios. Salvo tres o cuatro honrosas (magníficas, realmente) excepciones, los lectores de ese blog son “paracaidistas” que llegan a través de Google buscando la solución para alguno de sus problemas, la encuentran (o no, quién sabe) y se van.

Los otros blogs que creé podrían considerarse en cierto modo experimentales, parcialmente fallidos y, en buena parte, obviados por la blogosfera ya que dejaron transcurrir su existencia sin llamar demasiado la atención. Aunque recientemente he recuperado la fórmula en las Andanzas de un Trotalomas (versión 2.0) con mejor fortuna, esta es otra historia que no viene al caso narrar en este momento.

Aquel domingo de frío prácticamente invernal me traía a la memoria una de las novelas más apasionantes y recomendables de cuantas he leído en alguna ocasión. Así, una breve reseña de El nombre de la rosa en la que apenas decía nada nuevo dio el pistoletazo de salida al blog que, con diferencia, más satisfacciones me ha dado. Por un lado, porque me ha permitido recuperar el espíritu de un proyecto que emprendí años atrás, cuando lo habitual en Internet eran las páginas estáticas, la mayoría estaba en obras (o así lo afirmaban los gifs animados que aparecían por doquier en la red de redes) y al informático en ciernes que era un servidor se le pasó por la cabeza la idea de crear una página web cultural. En aquellos días colaboraba en la redacción de varias revistas (incluso fui miembro fundador de alguna que otra: Bajo Cuerda, Fronteras, Al-margen…), e Internet me ofrecía posibilidades cuasi infinitas para lanzar una obra propia. Durante algún tiempo estuvo en funcionamiento, saltando de un servidor gratuito a otro hasta caer en el olvido. Posteriormente llegaría la tan traída y llevada web 2.0 y, con ella, un sistema de publicación que me pareció que democratizaba la difusión de contenidos en la red: los blogs. Tardé bastante en crear uno de ellos, pero cuando lo hice descubrí que me picaba nuevamente el gusanillo de la escritura que durante tanto tiempo había permanecido latente.

Todo esto que os cuento (y que parece uno de los relatos del siempre entrañable abuelo Cebolleta) pierde la hipotética importancia que pudiera tener frente a los parabienes de vuestra presencia. El blog me ha regalado miles de alegrías de manos de vuestra complicidad lectora, innumerables títulos que sumar a mi Plan Infinito y el descubrimiento de tantos y tantos blogs indispensables, con vosotros como autores y comentaristas de los mismos, que tanto me han enriquecido. Por todo ello, espero y deseo que Homo libris siga su andadura durante mucho tiempo (por más que en los últimos decenas de obligaciones me impidan estar tan al día como quisiera) y, ante todo, que pueda seguiros a quienes os encontré gracias a él y a todos aquellos cuantos me quedan por descubrir.

A todos, un millón de gracias y muchísimas felicidades. Me siento orgulloso de este, vuestro blog.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Ah, ¿nos quedan aún derechos?

Lo veía venir, ya nos lo avisaban las "bombas racimo" que eran las "enmiendas torpedo", la permisividad de un gobierno que confunde términos y permite que una entidad privada con ánimo de lucro mueva los hilos suficientes como para influir en la legislación (¡ah, esos tejemanejes encubiertos y, permitidme la guasa, francmasónicos!) mientras hipoteca edificios que son DE TODOS (¡ay, cómo hacemos "Creative Commons" cuando nos interesa, amiguitos!), cobra por nuestro himno autonómico, recauda por derechos anónimos (como sea el de los libros, anda que no sacarán pasta, jeje ;) ) y nos grava las compras con un canon digital que, para mí, es como quitarte los puntos del carné de conducir por adelantado "porque oiga, algún día seguro que se salta usted un semáforo, aparca en doble fila o comete una infracción".

Pues nada, como la sostenibilidad está en todos lados, siendo la palabra más huera del vocabulario de la lengua castellana, a la que los políticos se han encargado de vaciar de significado, ahora tenemos una "Ley de Economía Sostenible" (se ve que la anterior no lo era, con tanta construcción, campito de golf y derroche de libertino capitalismo, por lo que ahora los bancos y las empresas del sector del automóvil y de la construcción, que antaño se llenaron los bolsillos a resultas de sus ora turbios, otrora licuescentes negocios, ensalzan la memoria de Marx, solicitando al Estado ayudas variadas), que curiosamente incorpora entre sus gracias la maldita de recortarnos, un poquito más si cabe, los ya escasos derechos que nos quedan.

Personalmente considero que un autor tiene todo el derecho del mundo a vivir de su trabajo, ya sea la música, la escritura o cualquier otra arte. De hecho, que sus derechos de autor pasen al dominio público cuando transcurre el periodo marcado para ello desde la fecha de su defunción, me parece ético y justo (ya que su creación también se nutrió de su interacción con la sociedad). Es más, con los bienes físicos debería ocurrir otro tanto, e incluso más aún, ya que no es lógico que si yo escribo un libro, mis herederos pierdan los derechos de explotación pasados unos años, pero las casas y terrenos del vecino, que se ha dedicado a la construcción, pasarán ad infinitum entre sus descendientes. Es decir, que aquí todos moros o todos cristianos. Dicho lo cual, y sin ánimo de ser linchado, proseguiré afirmando que los derechos de autor no son los derechos de unos pocos (de aquellos pocos a los que me refería en el primer párrafo), algo que -tristemente- parece haber obviado el Gobierno español.

Así las cosas, desde esta pequeña atalaya que es mi blog, donde aún se me permite alzar la voz, suscribo el


Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en Internet

  1. Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.
  2. La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.
  3. La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.
  4. La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.
  5. Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.
  6. Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.
  7. Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.
  8. Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.
  9. Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.
  10. En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.
Para saber más:

¿En qué creen los que no creen?

El domingo, cuando buena parte del país se acomodaba frente al televisor dispuesto a contemplar un duelo de titanes balompedístico, mientras madridistas y culés se atrincheraban tras un buen surtido de bebida y comida para picotear, un servidor abría las páginas del libro que, dentro de la colección "Biblioteca del Pensamiento Crítico", regalaba el día anterior un periódico de tirada nacional, disponiéndome a disfrutar una vez más del diálogo epistolar entre Umberto Eco, el genial semiólogo italiano, y Carlo Maria Martini, arzobispo de Milán en torno a la fe y al milenio cuyo fin se avecinaba en el momento en que fueron publicadas (entre 1995 y 1996). Su título, ¿En qué creen los que no creen? Un diálogo sobre la ética en el fin del milenio, es más que esclarecedor.

En palabras de Eco, a finales de este milenio se vivió una nueva aparición de los milenarismos (algunos de los cuales entroncan directamente con aquellos del primer milenio, falaces o no) que han convertido nuestra vida en un continuo despilfarro consumista (bibamus, edamus, cras moriemur, algo que, a mi parecer, sigue siendo así). Cuestiones como el sentido de la vida, el rol de la Iglesia (católica, se entiende, por la confesión de Martini) o el lugar de la ética en nuestros días son algunas de las tratadas por Eco y el arzobispo en una conversación pausada, amable, casi diría que amistosa, en la que se entrecruzan preguntas y respuestas y nos invitan, si no a compartirlas, sí al menos a reflexionar sobre ellas.

Cuando leí el libro por primera vez, hará un par de lustros, lo cierto es que me resultó muy interesante. Hoy día, sin haber perdido vigencia, sí que me ha parecido tal vez un poco más abierto, tal vez incluso condescendiente. Pero tal vez lo que así me parece no sea otra cosa que el ánimo de los autores de no dar respuestas tajantes a estas cuestiones, sino plantear el inicio de un camino que cada cual deberá recorrer por su cuenta, puesto que las creencias personales son, deben ser, eso mismo, de cada cual. El respeto por la diversidad, por las religiones y por el pensamiento individual, rezuma en cada palabra.

La segunda parte del mismo (pues cuenta con dos, la del propio diálogo de los autores principales, y una segunda que recopila una serie de colaboraciones que solicitó la revista en la que se publicaron inicialmente las cartas de Eco y Martini) es algo más transgresora. Los autores dan su punto de vista sobre la última pregunta de Martini a Eco: “¿cómo se puede llegar a decir, prescindiendo de la referencia a un Absoluto, que ciertas acciones no se pueden hacer de ningún modo, bajo ningún concepto, y que otras deben hacerse, cueste lo que cueste?”. Las respuestas son variadas, tanto como quienes las responden, y se cuentan desde aquellas que descartan la necesidad de un Dios absoluto que rija los designios de nuestras vidas y nuestro comportamiento, aunque sea de forma indirecta mediante el cumplimiento de sus mandamientos, hasta aquellas más cercanas al pensamiento religioso. Eso sí, siempre invitan a situarnos en la perspectiva de los demás y a plantearnos realmente nuestras convicciones respecto a la vida y el modo que tenemos de afrontarla.

En resumen, es un libro de lo más interesante, que me apeteció releer al encontrarlo en la colección que os comentaba y a raíz de encontrarme hace unos días con la entrada de Alienor acerca de libros sobre las religiones y su historia. Sirva este como pequeña adenda a aquellas y como invitación al diálogo entre laicismo y religión, la única forma en que podremos, si no compartir las ideas, sí entender y respetar las del otro. En palabras de Eugenio Scalfari (fundador del diario La Repubblica, y antiguo director del mismo):
Personalmente desconfío de ese Absoluto que dicta mandamientos heterónimos y produce instituciones llamadas a administrarlos, a sacralizarlos y a interpretarlos. La historia, cardenal Martini, incluyendo la de la Compañía religiosa a la que usted pertenece, me autoriza o, mejor dicho, me incita a desconfiar.
Por ello, dejemos a un lado metafísicas y trascendencias si queremos reconstruir juntos una moral perdida; reconozcamos juntos el valor moral del bien común y de la caridad en el sentido más alto del término; practiquémoslo hasta el final, no para merecer premios o escapar a castigos, sino, sencillamente, para seguir el instinto que proviene de nuestra común raíz humana y del común código genético que está inscrito en cada uno de nosotros.
Parafraseando el título del libro: sea como fuere, merece la pena dialogar, ¿no creéis?

domingo, 29 de noviembre de 2009

Las moscas nos hablan

Hay personas que tenemos una particular afición por todo aquello que huele a misterio, de hecho, creo que es condición de todo ser humano el que esto ocurra; simplemente obedece a nuestra inquieta mente y a la curiosidad que despierta en nosotros lo desconocido. Hay un tipo de misterios que despiertan en nosotros una especial inquietud, que nos tocan la fibra sensible: aquellos que involucran la muerte de uno de nuestros semejantes. Así, la novela de misterio, policíaca, negra o de intriga, es un género que cuenta con una nutrida cohorte de seguidores que disfrutan desde la asepsia de la literatura de la sordidez del crimen. Desde los cuentos de Poe, las historias holmesianas de Conan Doyle, las novelas de Christie, P.D. James, González Ledesma, Montalban o Mankell, hasta el trasfondo criminal de Crimen y Castigo o El nombre de la rosa, los libros han reflejado el lado oscuro del ser humano. Recientemente, el cine (¡ah, Hitchcock!) o la televisión han ocupado parte del nicho que, antaño, fuera exclusivo de la literatura: "CSI", "Numb3rs", "Bones", "Dexter"…

Siempre me apasionaron estos temas y, de hecho, sigue ocurriendo. No en balde, en mi parcela profesional me interesan especialmente los temas de seguridad informática, que están directamente relacionados con la informática forense. Desde el método científico-deductivo de Sherlock Holmes ha llovido mucho (bueno, tal vez no tanto como debiera), y hoy día la ciencia y la tecnología han dotado a policías y forenses de las herramientas necesarias para ir más allá de lo que nunca pudieran haber imaginado hace un par de siglos. Sin embargo, en todo momento tuvieron unos particulares aliados que, desafortunadamente, sólo en los últimos años están siendo conocidos a fondo: los insectos.

El testimonio de las moscas, con el subtítulo Cómo los insectos ayudan a resolver crímenes, es un libro escrito por el afamado entomólogo forense M. Lee Goff. En este libro nos descubre una particular parcela de los estudios forenses, en las que las moscas y tenébridos tienen mucho que decir. A partir de los casos en que ha trabajado, y desde el momento en que comenzó a llevar a cabo estas labores, cuando apenas se le tenía en cuenta, hasta que la entomología forense fue tomada como un referente en la resolución de muertes por violencia, M. Lee nos desvela algunos de los secretos que es capaz de desentrañar el estudio de estos insectos. El autor llevó a cabo estudios sobre la descomposición de cerdos en Hawai, donde desarrolló la mayor parte de su carrera, y cómo la intervención de insectos necrófagos se ve afectada por aspectos como la climatología, la presencia de drogas en el cadáver o el lugar en que fuera encontrado. La aparición de individuos de determinadas especies marcaba el periodo transcurrido desde la muerte, y el nivel desarrollo de sus larvas, o la aparición de depredadores de estas, podía precisar incluso el día y hora de la defunción, o las condiciones en que se produjo.


El libro es prolijo en la exposición de los casos, sin llegar en ningún momento a recrearse en ellos, buscar el morbo fácil u obviar las sensaciones que apresaron al científico en alguno que otro momento de las investigaciones. Incluso nos desvela, al final del libro, algunas curiosidades entomológicas. Por ejemplo, ¿sabíais que, en el siglo XIX, los heridos de guerra que eran recogidos del campo de batalla tenían más posibilidades de sobrevivir si sus heridas habían sido invadidas por las larvas de las moscas carroñeras? Según parece, al devorar la carne que comenzaba a presentar síntomas de podredumbre, evitaban la gangrena o el incremento de corrupción de las heridas. Sí, me consta que es poco agradable, pero esto no dejó de salvar vidas.

En resumen, un libro de lo más interesante, que posiblemente interese a quienes tengan más desarrollado ese instinto detectivesco que comentaba al comienzo de la entrada, a quienes sientan pasión por los insectos y a quienes, dejando de lado las habituales suspicacias que respecto a la entomofauna tiene buena parte de la población, estén abiertos a escuchar el testimonio de las moscas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Unas lecturas sobre la evolución

Anteayer traía al blog una de las obras que más han influido sobre el devenir de las ciencias biológicas en los últimos siglos. Se trata de El origen de las especies, claro está, y ya que no quería que la obra de Darwin cumpliese años en soledad, aquí aparecen algunas obras que tratan la evolución biológica en general, y la de nuestra especie en particular, de forma didáctica y amena.

Juan Luis Arsuaga.
El co-director de las excavaciones de Atapuerca, ampliamente conocido gracias a su labor divulgadora de la evolución humana con títulos tan apetecibles como La especie elegida o El collar del Neandertal, por citar los más populares, presenta en El enigma de la esfinge un recorrido sobre el concepto de la evolución, las teorías que la intentan explicar y los distintos enfoques que ha sufrido su estudio a lo largo de la historia. Pero va mucho más allá de una mera exposición de sucesiones evolutivas o de ofrecer explicaciones a los conceptos claves de la disciplina. Partiendo de una breve introducción a la obra de Darwin y al neodarwinismo, Arsuaga nos lleva de la mano para explorar temas tan apasionantes el estudio de la conducta y su importancia en la supervivencia de las especies (egoísmo versus altruismo), el origen de nuestra especie o el de la inteligencia que nos caracteriza. Un libro divulgativo, que en contadas ocasiones utiliza terminología que exige del lector un pequeño esfuerzo que es recompensado con creces gracias a la visión que nos ofrece el autor sobre la evolución. También publicó este año, aprovechando el bicentenario del nacimiento del padre de la teoría de la evolución, El reloj de Mr. Darwin, otra de las lecturas que tengo pendientes y que me gustaría acometer dentro de este año... A ver si lo consigo.

Francisco J. Ayala.
Si evitamos la confusión con el recientemente fallecido autor granadino, nos encontraremos antes uno de los científicos españoles más destacados en cuanto al estudio de la evolución humana. Su obra al completo es recomendable en el campo de la evolución: La evolución en acción, La naturaleza inacabada, La teoría de la evolución: de Darwin a los últimos avances de genética, Senderos de la evolución humana (escrito junto a Camilo José Cela Conde) o La piedra que se volvió palabra: las claves evolutivas de la humanidad son títulos imprescindibles. Respecto al debate entre creacionismo y evolucionismo, publicó hace un par de años el libro Darwin y el diseño inteligente: creacionismo, cristianismo y evolución, que ya mencionase Alienor en la anterior entrada y que aún no he leído, aunque imagino que será bastante interesante (otro para la lista .

Stephen Jay Gould.
Uno de los grandes científicos del pasado siglo, paleontólogo y biólogo teórico, Jay Gould fue también un excelente divulgador científico. Entre sus obras relacionadas con la evolución destacan La estructura de la teoría de la evolución, donde expone los fundamentos de la teoría jerárquica de la evolución como una extensión del darwinismo. Mostró su postura opuesta a la sociobiología (al menos respecto al uso social de la ciencia como fundamento ideológico del poder) frente a las teorías de Edward O. Wilson o Richard Dawkins. Otra de sus obras emblemáticas es El pulgar del panda, donde postulaba que las imperfecciones eran una muestra del proceso evolutivo, quedando descartadas en el devenir del proceso de especiación.

Richard Dawkins.
El autor de los libros El gen egoísta y El espejismo de Dios publicó hace unos años una obra directamente relacionada con la evolución biológica por selección natural: El relojero ciego, que puede considerarse hasta cierto punto como la continuación del primero de los títulos citados. En él expone cómo la evolución trabaja como un relojero ciego, ajustando pequeños cambios que, con el paso del tiempo, irán produciendo importantes cambios en las especies. También plantea cómo la evolución se desarrolla en una estructura arbórea, y no de escalera, es decir, que todas las especies actuales acumulan una serie de caracteres que son igualmente óptimos para las necesidades de cada especie. En este año ha aparecido su libro Evolución. El mayor espectáculo sobre la Tierra, al que tengo ganas de hincarle el diente.

Desmond Morris.
Una de las obras más conocidas (y polémicas, en su día) de Morris es El mono desnudo, que ofrece un recorrido a través de la evolución humana desde una perspectiva meramente biológica, contrastando el comportamiento humano con el de otras especies animales y observándolo bajo la lupa del etólogo. En su día fue una obra que me encantó, al margen de mostrar leves signos de fatiga en algunas de las teorías que expone que, con el paso del tiempo, han podido sufrir los envites de nuevos descubrimientos en el área de la paleoantropología.

Termino la relación de títulos con un libro en concreto, El pico del pinzón, de Jonathan Weiner que, aunque desgraciadamente está descatalogado desde hace un par de años, recomiendo encarecidamente. Ofrece una fresca visión de la evolución en las islas que dieron origen a la teoría de Darwin: las Galápagos. En ellas desarrollaron su trabajo el matrimonio de científicos Peter y Rosemary Grant, quienes demostraron que el propio Darwin no era consciente de la fuerza de su propia teoría. El libro, ganador del Premio Putlitzer, narra con vigor y mucha pasión los trabajos del matrimonio Grant en la isla Dafne Mayor, donde durante 20 años comprobaron cómo la selección natural de los pinzones no cesa de ocurrir.

La lista anterior, como puede comprobarse fácilmente, no es exhaustiva ni pretende serlo. Presenta únicamente algunos de los títulos que, de los que he leído sobre la evolución, me parecen más interesantes. Posiblemente Alienor pueda aportarnos unos cuantos títulos más de su propia cosecha, ya que nos decía que las estanterías de la sección dedicada a los orígenes del Hombre aparecían repletas de jugosos ejemplares, así que la invito a ampliar y mejorar la lista si lo cree conveniente y no considera esta como una petición abusiva. ;)

martes, 24 de noviembre de 2009

Ciento cincuenta añitos

No podía dejar pasar un día como el de hoy sin escribir, aunque fuese de forma concisa, unas palabras sobre el libro que celebra el centésimo quincuagésimo año de su publicación: El origen de las especies, de Charles Darwin, del que se celebra además este año el bicentenario de su nacimiento. La obra más difundida del naturalista británico, y también la más controvertida, es la que cambió para siempre la percepción de la historia natural y del desarrollo y aparición de las especies. Sin embargo, como suele ocurrir con muchas grandes obras, la de Darwin es la gran desconocida, aquella de la que todo el mundo ha oído hablar pero nunca ha leído. Tal vez nos digamos a nosotros mismos que siempre habrá tiempo de incluirla en nuestro plan infinito de lectura, o puede que nos eche un poco atrás la carga científica del libro (que en este año conmemorativo está sufriendo duras críticas). Sea como fuere, lo cierto es que El origen de las especies es un libro ameno, que casi puede leerse como una novela de aventuras que nos lleva de la mano de Darwin y de su maravilloso periplo a bordo del Beagle a disfrutar con el descubrimiento de los mecanismos evolutivos que, en aquella época, tanto el autor como Russell Wallace llegaron a vislumbrar.

La aproximación de Darwin y Wallace a la teoría de la evolución orgánica por selección natural transcurrió por caminos similares, aunque no paralelos. Mientras Darwin postulaba su teoría basándose en la dispersión de las especies desde un único “centro singular de supuesta creación” para llegar a concluir que en la especiación ejercía una tremenda influencia la selección natural, Wallace aplicaba las hipótesis evolutivas para respaldar las interpretaciones biogeográficas, construyendo modelos de procesos históricos que explicaran los espaciales.

La obra de ambos científicos influyó, para bien o para mal, en el estudio de las ciencias biológicas durante los siglos XIX y XX. Ya en su día el libro que hoy nos acompaña suscitó una gran polémica. El porqué sucedió esto tal vez nos lo explique el propio libro, que en una de sus últimas páginas afirma que “se proyectará mucha luz sobre el origen del hombre y su historia”, es decir, que Darwin, a través de su teoría de la selección natural y del origen de las especies, buscaba explicar también la del propio ser humano. Curiosamente, algo más de un siglo después otro reputado científico sufrió igual escarnio por un breve capítulo de pocas páginas al final de la que posiblemente es su obra más reconocida (y que entronca directamente con la selección natural). Me refiero a Edward O. Wilson y su tratado La sociobiología; la nueva síntesis, un estudio sobre la conducta del hombre que viene de la mano del darwinismo social. El estudio del hombre desde un punto de vista estrictamente biológico, frente al de los historiadores, antropólogos y sociólogos no fue realmente bien recibido.

La teoría sociobiológica, al igual que la de la selección natural, puede ser mal utilizada y entendida, no cabe la menor duda de ello, ya que ha ocurrido en el pasado. Sin embargo, y al margen de esto (precisamente estudios de Wilson y otros autores propugnan la importancia del altruismo para la supervivencia de la especie y de los propios genes, frente a la supervivencia del “más fuerte” tan en la línea de la obra de Dawkins, El gen egoísta, y de ciertas interpretaciones interesadas de la teoría darwiniana, como es el caso de Malthus que, en su Ensayo sobre el principio de la población, afirmaría que la población aumenta en progresión geométrica en tanto los medios de subsistencia lo hacen en progresión aritmética, justificando así la miseria de los obreros y haciéndoles a ellos mismos responsables de la misma por tener un número demasiado elevado de hijos. La conclusión a la que llegaba era a que había que luchar contra la pobreza mediante la reducción de la natalidad. Es decir, intentaba difundir un “darwinismo social” que pretendía interpretar y justificar la estructura de la sociedad humana basándose en los esquemas propuestos por Darwin para la flora y la fauna. Marx y Engels criticarían mordazmente las teorías malthusianas, pero esto es otra historia que merece ser presentada, tal vez, en otro momento.

Para animaros a leer esta obra, me gustaría cerrar la entrada con un párrafo que me encanta (pues demuestra que, además de su base científica, el libro de Darwin está escrito con una hermosa prosa que lo convierte en un verdadero texto literario). A saber,
Podemos comprender, hasta cierto punto, por qué hay tanta belleza por toda la naturaleza, pues esto puede atribuirse, en gran parte, a la acción de la selección natural. Que la belleza, según nuestro sentido de ella, no es universal, tiene que ser admitido por todo el que fije su atención en algunas serpientes venenosas, en algunos peces y en ciertos asquerosos murciélagos que tienen una monstruosa semejanza con la cara humana. La selección sexual ha dado brillantísimos colores, elegantes dibujos y otros adornos a los machos, y a veces a los dos sexos, de muchas aves, mariposas y otros animales. Por lo que se refiere a las aves, muchas veces ha hecho musical para la hembra, lo mismo que para nuestros oídos, la voz del macho. Las flores y los frutos han sido hechos aparentes, mediante brillantes colores en contraste con el follaje verde, a fin de que las flores puedan ser fácilmente vistas, visitadas y fecundadas por los insectos, y las semillas diseminadas por los pájaros. Por qué ocurre que ciertos colores, sonidos y formas dan gusto al hombre y a los animales inferiores –esto es, cómo fue adquirido por vez primera el sentido de la belleza en su forma más sencilla-, no lo sabemos, como tampoco sabemos por qué ciertos olores y sabores se hicieron por vez primera agradables.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Indignación

Hace un par de días fui con Azote al supermercado y nos ocurrió algo bastante curioso. Al atravesar un pasillo vio a lo lejos a una pareja, y me dijo: "Creo que conozco a ese chico. Era un amigo de la pandilla del instituto, en Córdoba". "Pues vamos y le saludas", respondí yo. Seguimos andando, y en uno de los cruces entre pasillos nos encontramos frente a frente. "¡Hola!", exclamó Azote. "Tu eres F., ¿verdad?", le espetó. "Sí, y tu eres... no me lo digas... ¡Azote!". Dicho y hecho, nos presentaron a las respectivas parejas, y comenzaron a recordar viejos tiempos, batallas y compañeros. Entretanto, la conversación permitió la intervención de la chica, M. y la mía. Ella tenía un acento que nos hacía sospechar que de Cádiz no era precisamente. La conversación fluyó por unos y otros derroteros, y en un momento dado, ante un comentario de M., le preguntamos de dónde era. "De Polonia", respondió ella. Y yo, en un arranque de inusitado atrevimiento biblioadicto dije: "Oye, pues podrías traducirme el último libro de Sapkowski" (risita). "¿Sapkowski? ¿Conoces a Sapkowski?", se extrañó. "Sí, me encanta su saga de Geralt de Rivia. Lo que ocurre es que el último libro no ha sido traducido al castellano", respondí. Y la conversación pasó a convertirse en un cúmulo de alabanzas al autor, ranas y gusarapos para el traductor y la política editorial de Bibliópolis/Alamut, y recomendaciones literarias. Pasado un rato Azote y yo nos despedimos de la amable pareja, y marchamos para casa.

Hasta aquí, una historia curiosa sobre cómo puedes encontrarte a alguien tan friki como tú en el lugar más inesperado. El caso es que insté a Azote a acercarse a la saga de Sapkowski, aun a sabiendas de que caería en las redes de Andrzej y se encontraría en la misma y desesperante situación que muchos de sus seguidores en este país, incluido yo mismo. Porque resulta deprimente que George R. R. Martin no termine Canción de Hielo y Fuego, pero es que el séptimo volumen de la saga de Geralt, que en España recibirá el título de La dama del lago, lleva escrito unos lustros. En fin, que el encuentro me trajo la gratificante sorpresa de comprobar hasta qué punto es cierto que Sapkowski es un referente entre los autores polacos y el ingrato recuerdo de la espera desesperante.

Pero heme aquí que esta tarde abro el correo y me encuentro con un aviso por parte de una distribuidora editorial avisando de la publicación de La daga del lago. ¡Albricias!, exclamo, y corro a seguir el enlace incluido en el correo. Y, mi gozo en un pozo, me encuentro con el siguiente mensaje:

SE RECUERDA QUE LA EDITORIAL HA DECIDIDO DIVIDIR EN DOS EL LIBRO. NO SE TIENE FECHA PARA EL SEGUNDO VOLUMEN.

Es una verdadera VERGÜENZA lo que están haciendo con esta saga. Publican todos los libros a buen ritmo, hasta el último. Después, comienzan a reeditarlos uno a uno en otra editorial que, curiosamente, adquiere el fondo bibliográfico de la antigua Bibliopolis. Ahora, años después, publican la PRIMERA parte del libro (como si el original tuviese más de una), y no dan fecha para la segunda. Se habla de inicios de 2010, pero habida cuenta de la seriedad que ha mostrado la editorial hasta la fecha, empiezo a temer que lleguemos a 2012 sin él.

Pues muy señores míos, con el último libro me haré cuando esté editado por completo en esa colección, o cuando no encuentre otra forma de conseguirlo. Por lo pronto, ya han conseguido que no tenga interés alguno en adquirir Narreturm, del mismo autor, y menos aún en título alguno de esa editorial editorial. Esperaré a encontrarlo en e-book, y lo leeré así. ¿Piratería? Sí, y la detesto. Pero, ¿quiénes son aquí los verdaderos piratas?

Me reitero: esto es una VERGÜENZA.

Para un niño, creer no es más que soñar

Entre las lecturas pendientes de mi plan de lectura infinito se encontraba la novelita (por la extensión, que no por su grandeza) San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno. La que es una particular transcripción, según el autor, del relato de Ángela Carballino, nos lleva ante don Manuel, el santo que un pueblo pretende encumbrar a los altares; un sacerdote que se ofreció a sus semejantes sin esperar compensación alguna. Es la suya una vida angustiada, dividido por su falta de fe y su necesidad imperiosa de avivarla en los demás. Don Manuel, que perdió su creencia en la existencia de una vida más allá de la terrenal, se ve incapaz de privar a sus feligreses de la esperanza en la otra vida. Y es que, en un diálogo entre Ángela y su hermano Lázaro, les oímos decir:
- [...] Porque hay, Angela, dos clases de hombres peligrosos y nocivos: los que convencidos de la vida de ultratumba, de la resurrección de la carne, atormentan, como inquisidores que son, a los demás para que, despreciando esta vida como transitoria, se ganen la otra; y los que no creyendo más que en éste...
- Como acaso tú... -le decía yo.
- Y sí, y como don Manuel. Pero no creyendo más que en este mundo esperan no sé qué sociedad futura y se esfuerzan en negarle al pueblo el consuelo de creer en otro...
- De modo que...
- De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión.
Don Manuel sólo se muestra tal cual es ante Lázaro, el hijo pródigo que regresó a Valverde de Lucerna tras recorrer mundo, con una perspectiva más abierta del futuro de los pueblos y sus gentes, descreído e irreverente. Únicamente al hacerle partícipe de su angustia, del dolor que siente al no ser capaz de recuperar la fe que tuvo en la infancia, es capaz de ganarle para su causa. Porque a pesar de su falta de fe, o tal vez por el acicate que supone aquella para su conciencia, este santo en vida es capaz de ofrecerse a los demás, vivir por ellos y con ellos, y no cejar en su labor evangelizadora. Tanto es así que no tiene tiempo para él mismo e, incapaz de vivir contemplativamente, lo hace en continuo contacto con sus semejantes, evitando de este modo reflexionar sobre su falta de fe y no sentir la tentación del suicidio, de terminar con su vida como ya lo hiciera su padre, puesto que para don Manuel la vida sin Dios no tiene sentido, pero tampoco es capaz de encontrarlo desde su ateísmo.

No constituye la obra una exaltación del ateísmo. Ángela nos dice que don Manuel “cree no creer, y, sin creer que creía, terminaba por creer”. La presencia de Dios está ahí, aun cuando no pueda creerse en su existencia. Es más, hablan por boca suya las obras, y no las palabras. Así, Unamuno se plantea si ante una hipotética revelación por parte de don Manuel de la falta de fe que le atosigaba, los vecinos del pueblo le habrían creído; las palabras del santo dirían una cosa pero sus obras le contradecirían rotundamente.

En fin, una novela que se lee en apenas una hora pero que nos invita a reflexionar, como todas las grandes, durante mucho, mucho tiempo.
"Ay, Valverde de Lucerna,
hez del lago de Sanabria,
no hay leyenda que dé cabría
de sacarte a luz moderna.
Se queja en vano tu bronce
en la noche de San Juan,
tus hornos dieron su pan,
la historia se está en su gonce.
Servir de pasto a las truchas
es, aun muerto, amargo trago;
se muere Riba del Lago,
orilla de nuestras luchas."

¿Publicidad?

Esta es una entrada atípica. Por lo breve (¡Homo libris conciso! ¡Que va al grano! ¡Increíble!) y por la temática. Tiene que ver con nuestro querido club, Bibliolandia, y con algunos aspectos de la mudanza que no terminaron de gustarme por cuanto que por mi parte, además de Homo libris de trotalómica condición, soy poco dado a dar concesiones a la publicidad y otros sistemas intrusivos en nuestros ordenadores. Deformación profesional, tal vez, pero que me llevó a plantearme qué hacer con el sistema de foros de la nueva Bibliolandia. Y es que podría montarse un sistema así utilizando algún servidor propio, pero lo más cómodo, rápido y, por qué no decirlo, económico, era basarnos en algún sistema ya creado y disponible para su uso. Cuando lo estuve hablando con R., la idea había pasado por mi cabeza pero él se había adelantado porque, además de pensarlo, también había estado investigando. Le comenté que el requisito que por mi parte pediría al lugar donde nos mudásemos es que permitiera realizar copias de seguridad de los mensajes para que, si en un futuro teníamos que mudarnos a otro servidor, pudiésemos recuperar sin problema los debates que se habían desarrollado en el pasado. El sitio encontrado por R. cumplía con creces esta condición, además de contar con una buena velocidad de acceso y un entorno agradable. Pero tenía publicidad, tanto en los mensajes como en el sistema de registro. La idea no me gustaba demasiado, pero tenía solución, y ahora que los chicos de El Guisante Verde Project han mostrado también ser reacios a enfrentarse a la publicidad, os voy a comentar un método para evitarla.

La publicidad que aparece en las páginas del foro puede ser controlada y limitada mediante el uso del fichero host de nuestro ordenador. Hace mucho, mucho tiempo, escribí algo al respecto en mi blog de informática Lobosoft. Si leéis la entrada, veréis que simplemente sustituyendo ese archivo en vuestro ordenador (o añadiéndole líneas con más contenido) podéis limitar la publicidad que aparece en el mismo. En ocasiones, aparecerá el un recuadrito con el mensaje de error “No se pudo cargar la página web”, que es simplemente el acceso a la publicidad que no pudo llevarse a cabo. En otras, como en el caso de Bibliolandia, la página aparece “limpia”, como si nunca la hubiera tenido. Si queréis probarlo, os dejo dos archivos para su descarga. Un fichero hosts que únicamente quita la publicidad de Bibliolandia (y que iré actualizando si vemos que aparecen más servidores que incluyan publicidad en la misma) y otro mucho más completo, que es el que uso en mi ordenador, y que tiene más servidores de publicidad anulados. El resultado, navegando con estos ficheros, es el siguiente (podéis pulsar para ampliar la imagen):

Respecto al correo de registro, en el que nos llegará publicidad, ahí la solución pasa por tener una cuenta de correo para este tipo de usos, distinta de la que usamos habitualmente. Yo tengo una con la que me registro en los sitios que, como este foro, exige una dirección de correo y la aceptación de correo publicitario para poder usar el servicio. Así la cuenta de correo usual no sufre esos envíos. Otra opción es utilizar el sistema de filtros de vuestro correo habitual para eliminar automáticamente los correos publicitarios que lleguen a vuestro ordenador. De todas formas, de las dos soluciones yo me quedaría con la primera, por si la dirección de correo fuese difundida por parte de la empresa de publicidad, que no os llegue spam de otros sitios.

Ups, al final creo que he escrito demasiado. Espero, en cualquier caso, que os haya gustado la idea y que no nos resulte demasiado compleja. De todas formas, aquí me tenéis disponible para resolver cualquier duda que os pudiera surgir al respecto.

P.S.: Una última nota, dado que la entrada es un off-topic en toda regla: Google Street View, la utilidad de Google Maps que permite recorrer las calles de algunas ciudades de forma virtual, ha activado su servicio en Granada, Málaga, Córdoba, León, Zaragoza, Burgos... ¿os apetece una vueltita virtual por alguna de ellas? ;)

jueves, 12 de noviembre de 2009

100 entradas y Bibliolandia se nos muda

Me disponía a plagiar (espero que con su permiso) a Elwen para anunciar a quienes no se encuentren en el subconjunto de la intersección de sus lectores con los míos que el club de lectura que con tanta ilusión creamos hace unos meses (Bibliolandia) se mudará de su actual plataforma, en los Grupos de Google a un foro más especializado donde esperamos que será más cómodo tratar sobre nuestros temas y que interfiera menos el spam que asola en los últimos tiempos los debates del club.

Pues bien, en estas estaba cuando me he dado cuenta del número que hace esta entrada, que no es otro que el del centenar. Cien entradas, cien, repletas de cariño y amor a los libros, que espero que a quienes tenéis la paciencia y aguante de leerlas os hayan sabido a tan poco y, a un tiempo, os hayan saciado como a mí. A tan poco, porque el periplo se me ha hecho cortísimo, y a tanto porque gracias a que al propio blog y a vuestros enriquecedores comentarios os he descubierto a muchos de vosotros. No me pondré nostálgico (dejo eso para dentro de un mes, cuando el blog cumpla un añito de vida), pero dejo constancia del hecho.

Para quienes pertenecen al club, el siguiente mensaje les resultará familiar:
Recojan sus bártulos, señoras y señores, pues Bibliolandia cambia de ubicación. En efecto, ¡nos mudamos! Tras un arranque a ritmo imparable, que Tristram Shandy se encargó de atemperar, el grupo de Google donde nos instalamos inicialmente parece haberse vuelto lugar de campeo de “spammers” que publicitan pseudoviagras y otras lindezas de índole sexual que interfieren con los mensajes bienintencionados y bibliófilos de los miembros de nuestro querido club de lectura.
Tras debatirlo durante unas semanas y estudiar otras posibilidades, los administradores del grupo decidimos que podría resultar interesante mudarnos a un foro cerrado donde no tuvieran cabida este tipo de mensajes, fuesen más fácilmente controlables y se permitiera una mayor agrupación por categorías de los mensajes, ya que durante esta primera lectura habían ido dispersándose en nuevos “hilos” de conversación. Por todo esto, hemos creado un nuevo sitio donde compartir nuestra segunda lectura (Amélie Nothomb como autora y *Todos los hermosos caballos*, de Cormac McCarthy, como libro). El registro es sencillo, y sólo os requerirá un momento. La nueva dirección es la siguiente:


Cuando os hayáis suscrito, procederemos a traspasar los mensajes de la anterior lectura a unos hilos del foro adecuados, para que no se pierdan, y posiblemente “limpiemos” el grupo de Google, dejando únicamente un enlace al nuevo foro, por si alguien pasase por aquí y quisiera conocernos.
Si tenéis cualquier problema o duda con el sistema de registro, no dudéis en consultar a los administradores. De momento somos: R., Elwen, Isi y yo mismo, Homo libris. En el actual grupo hemos creado un lugar donde realizar estas preguntas:
Para los que no eran miembros del club, y por si les faltaran motivos para unirse, ahora les traemos una última novedad: ¡Tenemos una nueva administradora con la que podrán psicoanalizarse! En el Copy&Paste (TM) de Midnight Eclipse podréis encontrar más información.
Algunos conocen ya Bibliolandia, otros me han leído hablar de él y algunos ni siquiera saben que existe. Bibliolandia es un club de lectura formado un grupo de bloggers que tras irse conociendo e intercambiando opiniones en los comentarios de sus respectivos blogs, se acabó viendo en la necesidad de crear un espacio más amplio para tal uso y hacer coincidir autores y libros.

Tras dos meses alojados en un grupo de google en los que el autor elegido fue Murakamiy el libro Tristram Shandy, los administradores hemos decidido mudarnos a un espacio más organizado donde además hay lugar para Loquear xD

Por todo ello, les anuncio la reapertura de Bibliolandia en un FORO que espero se animen a visitar. Ya se han hecho las votaciones por lo que les informo que durante los próximos dos meses la autora será Amélie Nothomb (de la que pueden leer cualquier libro) y el libro escogido es Todos los Hermosos Caballos de Cormac McCarthy.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados

Hace unos días comentaba por aquí que había recibido el último libro de José Antonio Labordeta, Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados, que recoge algunas de las vivencias e impresiones del diputado del CHA (Chunta Aragonesista) durante las dos legislaturas que anduvo por Madrid intentando representar al pueblo aragonés. Dejando de lado su gestión e ideales, sobre los que es más que probable que existan desacuerdos (al fin y al cabo es una labor política, sujeta a las impresiones personales y anhelos de cuantos le votaron, o no, y que siempre será mejorable, como cualquier labor humana), quería quedarme con la impresión que, como persona, me ha transmitido Labordeta a través de las páginas de este libro.

Ya avanzaba mediante el entusiasmo de mi anterior entrada que admiro a Labordeta en su faceta más afín a la cultura; como cantautor, escritor y presentador de televisión, el señor Labordeta me parece una persona de lo más singular e, incluso, entrañable. Tiempo atrás leí algún otro libro suyo (Tierra sin mar y Banderas rotas) y, por lo que ya conocía de él y por cuanto leí, me pareció una persona más que interesante para departir junto a un buen vaso de vino (u otra bebida menos espirituosa) en cualquier barecillo de nuestra geografía. Ahora, con estas deslenguadas memorias de su paso por el Congreso, me reafirmo en lo dicho anteriormente. En breves capítulos, correspondientes a pequeñas anécdotas, grandes retos o someros repasos de los concurrentes a las reuniones, Labordeta nos transmite sus inquietudes respecto al desarrollo de Aragón (particularmente los problemas de la red de transportes, el trasvase del Ebro y los problemas de Los Monegros ya que, como mencionaba nuestro Último Íbero en los comentarios del blog, Labordeta quizás peque un poco en su afinidad con las zonas más provincianas, siendo él poco urbanita, y deje algo de lado algunos intereses de la capital), pero también respecto a la nunca deseada guerra de Iraq, la comisión del 11-M o la gestión de los grupos popular y socialista durante las legislaturas que le toco compartir con aquellos, y que llegaron a convertirle en un icono transgresor por la sinceridad que pueden permitirse aquellos que saben que, de perdidos al río, no hay mucho que les puedan arrebatar.

Os dejo con un par de extractos del libro. No hay mucho más que decir, pues su interés es el de la pura anécdota, la que permite conocer un poco más a fondo el pensamiento de un político atípico, sincero (en tanto no se demuestre lo contrario, y más basándonos en el comportamiento a que nos tiene habituados la parva política) y accesible. Si os llama la atención saber un poco más del autor, puede resultaros interesante su lectura, como la de los dos que citaba más arriba, pues son también de corte autobiográfico.

No tiene pelos en la lengua Labordeta, sin duda alguna,
Su señoría [hablando de él mismo] se sintió siempre ajeno a toda la parafernalia de la Villa y Corte -como Corte, no como Villa-, y como un beduino monegrino se pasó ocho años contemplando las huellas de los ambiciosos, ambiciosas, de los poderosos, poderosas, de los divertidos y de las divertidas, y viendo, asombrado, la caída de los tipos combativos y defensores de sus ideologías, mientras ascendían los obedientes, lameculos y simplones.
aunque me ha llamado especialmente la atención su comentario sobre el metro de Madrid (quienes bien me conocen, sabrán el porqué):
A mí, beduino provinciano, aquel mundo de los largos pasillos, las escaleras automáticas, las voces de la megafonía y el estrujamiento colectivo venía a colocarme en un mundo entre deprimente, angustioso y muy atractivo en un grado de masoquismo elitista, porque sabía que aquel mundo no era el mío, como tampoco lo era el de los colegas que residían por los aledaños del Congreso y con los que nunca me crucé por los bajos de ese Madrid atractivo y desorbitado del metro.
Sí lo era el de aquellos hombres y mujeres que, a primeras horas de la mañana, se embarrancaban en las puertas de los vagones intentando no perder su viaje. A veces, cuando el tumulto era insoportable, me quedaba contra la pared -no tener que fichar era un lujo- y contemplaba aquella pequeña batalla.
Si os quedan ganas de saber porqué mandó (literamente) a la mierda a los diputados de cierto partido político, o algunas de las anécdotas que sobre el Congreso puede contarnos este poeta, que parece que anduvo atareado por Madrid, ya sabéis: seguid los pasos del beduino, que sabrán llevaros a algún oasis monegrino.