
Descubrí a Golding, imagino que como tantos otros lectores suyos, gracias a su libro El Señor de las Moscas, una novela distópica en la que reflexiona en torno a la moral, la educación y la naturaleza de las sociedades humanas, constituyendo un verdadero clásico que no deberíais de dejar de leer si no lo habéis hecho ya; os gustará esta fábula, palabra de Homo libris. Después de esta obra leí Ritos de paso, novela de ambientación marinera en la que el análisis de la naturaleza humana se revela a través de los diversos mecanismos de poder que son puestos en práctica por los personajes. Con estos precedentes, cuando hace unos años me encontré con una novela suya que transcurría en la prehistoria, periodo este de nuestra existencia como especie que me fascina, no pude dejar pasar la oportunidad de acercarme nuevamente al autor.
Aunque había pensado en ocasiones traer Los herederos al blog tras una relectura, no fue hasta hace unos fines de semana cuando, escuchando a Félix Rodríguez de la Fuente nuevamente en la radio, a raíz de los diversos homenajes que se han llevado a cabo en su memoria, me decidí a hacerlo. Os preguntaréis qué suerte de razón vincula al doctor Rodríguez de la Fuente con el autor británico o, más concretamente, con el libro que, a la sazón, nos trae de nuevo aquí. Bien, el primero de los programas de “Objetivo: salvar la naturaleza”, espacio radiofónico que ocupara Félix hace 34 años y que ahora ha sido recuperado por RTVE de la mano de Joaquín Araujo, nos acercaba a la visión que del Homo sapiens tenía Félix y a la relación de aquel con la naturaleza que le rodea, “que es su sustento”, en palabras del locutor. Era la suya una visión innovadora, realmente revolucionaria, que le acercaría, gracias a su intuición, a la que mantienen actualmente muchos sociólogos y antropólogos. Precisamente en el programa del que hago mención aparece Juan Luis Arsuaga como colaborador, con lo que el interés del documento sonoro es realmente mayúsculo, por lo que os recomiendo escucharlo, si bien intentaré resumir aquí la visión de Félix. Según él, el hombre del Paleolítico era mucho más dependiente de su entorno natural, estaba más integrado en él gracias a su condición de cazador-recolector, y no fue hasta el Neolítico, con la introducción de la agricultura y la ganadería, que se inició una ruptura que nos ha llevado a una posición de dominancia sobre el resto de especies y la propia Tierra claramente perjudicial para estas (y, en último término, incluso para nosotros).
En Los herederos, William Golding nos lleva a contemplar a los últimos neandertales con vida durante su encuentro con los cromañones, con el hombre moderno que se encontraba en clara expansión por aquel entonces. Existen diversas teorías sobre la desaparición del hombre de Neandertal, aunque las más aceptadas van desde las que hablan de factores ambientales, debido al cambio climático acaecido durante el Cuaternario, hasta las que suponen la existencia de una competencia interespecífica entre cromañones y neandertales de la que salieron vencedores los primeros. La visión de Golding se acerca a esta última teoría, aunque con una particularidad: asocia la idea de la supervivencia no a la superioridad numérica, o de fuerza o inteligencia, sino a la maldad. Es el mal el que hace fuerte al hombre, le permite avanzar, medrar e imponerse al resto de especies. La prosperidad, de este modo, implica destrucción.
Lok y sus compañeros de tribu viajan guiados por Mal, el anciano, buscando recursos y alimentos. Es la suya una vida sedentaria, dirigida por las necesidades del grupo y por las condiciones ambientales que les obligan a deambular dentro de su territorio buscando frutos y algo de caza. Un día, Ha, uno de los hombres más fuertes del grupo, desaparece. Al buscarle, Lok descubre el olor de otro hombre ajeno a la tribu y, con él, dará comienzo una dolorosa experiencia que llevará aparejada la pérdida de su inocencia.
Los neandertales de Golding son seres inocentes, inscritos en una sociedad matriarcal con fuertes lazos de amistad. Dado que la capacidad de abstracción les estaba vetada, o limitada en cualquier caso, tienden a unir los recuerdos que guardan de sus seres queridos con el entorno, con la naturaleza. Se comunican entre ellos de una forma instintiva, intuitiva. Contrasta con esta la visión del hombre moderno que nos ofrece el autor; un ser que somete a la naturaleza a su antojo y que posee una curiosidad no exenta de crueldad que le lleva a “jugar” con el neandertal capturado y a no dudar en infligirle dolor para observar sus reacciones.
La historia está narrada con un estilo muy sutil, ambiguo, que se ofrece a múltiples interpretaciones pero que permite mostrar la visión peculiar que podrían tener, sobre el mundo y sobre sí mismas, unas mentes tan cercanas y, a la vez, tan distintas a las nuestras. Como apuntaba más arriba, Golding reflexiona en este caso sobre la inocencia y la maldad, sobre la pérdida de la primera y la prevalencia de la segunda. Sobre quiénes somos, qué camino hemos tomado y qué estamos dejándonos atrás al recorrerlo.