Me hice con este libro de Tomás Molina casi por casualidad. Buscando obras de diversa temática, comencé a indagar en algunas guías y obras sobre meteorología y topé de pleno con el curioso título con el que el autor bautizó esta obra divulgativa sobre el cambio climático: El año que mi abuelo vio llover. Su precio, notablemente por debajo del de mercado, me terminó de convencer y lo agregué al pedido. Afortunadamente, podría añadir. Este libro es uno de los más amenos, concisos e interesantes que he leído en torno al cambio climático. Tomás Molina, el “hombre del tiempo” de TV3, presidente de la Climate Broadcaster Network-Europe, hace gala de sus capacidades comunicativas presentándonos un cuadro nada halagüeño sin mostrar una visión tremendista o apocalíptica de la situación.
El cambio climático (de origen antropocéntrico, se entiende) existe, está presente en nuestra vida, y ha llegado para quedarse. Partiendo de esta premisa y de que las condiciones que han propiciado que el clima se vea alterado por la actividad del hombre sobre el planeta siguen actuando, en algunos casos a mayor escala conforme transcurre el tiempo, Tomás Molina plantea antes que luchar contra el mismo (algo que tarde o temprano deberemos hacer de cualquier modo) la necesidad de adaptarnos al mismo. La visión de Molina, adelanto, no tiene porqué coincidir con la de un activista medioambiental ni con la de un escéptico del cambio. Su forma de ver la situación está directamente relacionada con su papel de científico y con los informes emitidos por el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change, o Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), el equipo de científicos más reputado sobre el tema que nos ocupa, y por eso me parece particularmente interesante: admite sus limitaciones, ya que un libro que trata sobre los cambios que puede imponer el cambio climático sobre nuestra forma de vida deberá abarcar planos tan diversos como el social, político, medioambiental o el económico, pero a la vez avanza posibles soluciones que, como científico y ciudadano, ve posibles en el plano personal, social y comunitario. Es decir, se impone pensar globalmente y actuar localmente (y, diría, a todos los niveles) más que nunca.
En el momento en que empecemos a interiorizar que están pasando cosas, y nos adaptemos, estaremos empezando a arreglar las cosas para el futuro.
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El reto de salvar al planeta es demasiado grande e inconcreto para que lo asumamos todos. Yo tampoco sabría por dónde empezar. En cambio, sí que entiendo que, si me preparo para tener agua propia, si hay restricciones, no me veré tan mal parado. Si me caliento el agua con energía solar, si suben la luz, no tendré que pagar más. Si me compro un coche que gaste menos, si suben la gasolina, lo notaré menos. Soluciones concretas a problemas concretos.
[…]
Si se quiere cambiar algo, más que gritar, uno tiene que involucrarse e intentar cambiarlo desde dentro.
Uno de los aspectos más interesantes del libro, además de que hace hincapié en las consecuencias que tendrá la correcta adaptación o no al cambio climático en el ámbito de España, es que dibuja ante nosotros diversos panoramas que se ajustan a los distintos modelos usados para la predicción del clima (y que previamente son “ajustados” con el clima del pasado). Tenemos ante nosotros, por tanto, elementos de juicio para estimar qué ocurrirá con el planeta en los casos mejor, peor y promedio; y aunque existan posibles variaciones debidas a los márgenes de error que existen en cualquier cálculo, lo cierto es que los resultados invitan a la reflexión.
La lectura de este libro me ha recordado, además, que tengo pendientes un par de reseñas sobre sendos documentales a favor y en contra de la existencia del cambio climático de origen antropocéntrico, ambos con sus luces y con sus sombras, que publicaré en Andanzas de un trotalomas. Adelanto, de cualquier moda, que al igual que Tomás Molina, más que debatir sobre algo que comienza a hacerse cada vez más tangible en nuestra vida cotidiana y que, independientemente de su origen, está siendo verificado por los científicos a fecha de hoy, hay que saber vislumbrar las oportunidades de cambio y usar la inteligencia, como dice el autor, para que este cambio no nos alcance desprevenidos y sin posibilidad de adaptarnos al mismo.
18 comentarios:
¡Ah! ¿Pero lo del cambio climático no era una invención de los ecologistas más alarmistas? ¡Que noooo! XD
¡Y, anda!¡Alguien que compra libros de meteorología! Es que en mi sección de divulgación científica hay una terciaria del tema y nunca veo nadie que compre un libro. :P
Ahora en serio: este libro se vendió como churros, aunque hace ya bastante tiempo que no nos llega por reposición. Así que hay que remediarlo, después de leer tu entrada: todo será cuestión de pedirlo para la tienda (y leérmelo ya de paso, que me has puesto los dientes largos).
¡Gracias por la información, as always! ¡Un abrazo!
Aunque dices que no es apocalíptico ni tremendista, yo ya me empiezo a aco..nar. Es decir: ¿qué tengo qeu tener una fuente de agua alternativa? ¿einss? ¿que no va a salir del grifo? A mí me da un pasmo. No me veo con capacidad de adaptación, me parece!!
Pero algo habrá que hacer... En fin, meditaré sobre ello :(
Alienor, el alarmismo ecologista es algo en contra de lo que yo mismo estoy en desacuerdo, pero bien cierto es también que en las últimas décadas han sido ya unos cuantos los científicos que han ido alertando a la sociedad de unos problemas u otros y, tras ser tachados de tremendistas, se les ha debido dar la razón y el coste económico (e incluso en vidas) ha sido mucho más elevado que si se hubieran tomado medidas.
En fin, que provocado por el hombre o no (en esto ya entraré por otros lares), lo que es innegable es que el clima cambia y que está haciéndolo de una forma acelerada en las últimas décadas, por lo que tendremos que adaptarnos a ello. Eso abre oportunidades de negocio, de creación de empleo y de cambio hacia un mundo más solidario. Otra cosa es lo que seamos capaces de conseguir. :)
En cuanto a la meteorología... jo... a mí me gusta. :D De hecho, hace un par de semanas me quedé con las ganas de hacerme con un libro de mediados del pasado siglo sobre el tema. Obsoleto, sí, pero encantador. Tendré que seguir buscándolo. ;)
El libro de Tomás Molina no es reciente, creo que tiene un par de años, pero sus planteamientos siguen siendo totalmente válidos. Ya os digo que me ha parecido, sobre todo, tremendamente llano, fácil de entender y no intenta adoctrinar en ningún sentido; yo estoy de acuerdo con él en muchas cosas y en desacuerdo con otras, pero en conjunto me parece una obra interesante para invitar a la reflexión y a que cada cual saque sus conclusiones. Ah, y al final recomienda la lectura de... Las cruzadas vistas por los árabes, de Amin Maalouf, en relación a las migraciones humanas y a las nuevas relaciones que tendrán que establecerse por la inevitable mezcla de culturas. :)
¡Un besote!
Isi, el autor no llega a ello, aunque sí plantea lo interesante que resultaba antaño contar con el propio suministro de agua (en forma de pozos, fuentes o depósitos) porque nos hacíamos responsables de algo que considerábamos "nuestro".
El libro dedica un importante espacio al agua ya que resulta estratégica (y vital) para su consumo, la agricultura, e incluso de cara a la producción de energía en nuestro país. Se harán necesarias políticas especiales para su gestión y necesario, por ejemplo, consumir mucha menos agua que ahora. Nos puede parecer imposible, pero como apunta Tomás Molina podemos preguntar a nuestros padres y ver cómo vivían con muchas menos necesidades a este respecto. Hay que pensar que somos muchos, y que cada poco que hagamos se suma haciendo que la cuenta global sea importante.
Donde sí creo que puede hacerse mucho en el autoabastecimiento es en la energía (otra cosa es que interese realmente al oligopolio energético). Hay muchísimos tejados donde se podría estar produciendo energía solar, por ejemplo (en lugar de devorar suelo con "campos solares") y podríamos incluso ceder los excedentes de nuestra producción a la red eléctrica consiguiendo disminuir nuestra factura energética. :)
Un abrazote.
Por cierto, aprovecho para comentar que aunque en el libro se habla de adaptación al cambio climático (por cuanto ya está ocurriendo) también se incide en la lucha contra el mismo, esto es, haciendo un uso sensato de la energía (el más sensato es no usarla a menos que sea estrictamente necesario) e invitando a ciertos niveles de decrecimiento en el consumo.
Hago este inciso porque ya que hay algunos negacionistas que parecen ver un posible mercado en la adaptación, negando la lucha contra las circunstancias que provocan el cambio, así como otros apocalípticos imponen la lucha por encima de la adaptación, no me gustaría que la reseña quedase meramente en el apartado de adaptación al cambio. Es necesario adaptarse, sí, pero si nada hacemos por evitarlo el cambio irá a más y el coste de adaptación -además de las consecuencias derivadas de no hacerlo a tiempo- será mayor.
Un abrazote.
Pues lo de los tejados desaprovechados te doy toda la razón, aunque ahora ya es obligatorio en las nuevas construcciones, me parece.
En cuanto a reducir la energía que utilizamos, hace tropecientos años vi un programa en Cuatro que hablaba de eso. Y cogí algunos hábitos que no se me habían ocurrido, por ejemplo: El tema de enfriar en invierno las cosas en la terraza y luego ya meterlas en el frigorífico, para que no gastara el aparato en enfriarlas (por ejemplo cuando hago los postres, siempre los saco fuera a que enfríen).
Y en la misma línea, decía de descongelar en el frigorífico, de tal manera que el frío del alimento congelado hace que el frigo no gaste energía, y además el alimento se descongela despacio, lo cual hace que conserve mejor sus propiedades (muchas veces la textura se pierde al congelar-descongelar: esto lo sé de la carrera, jeje).
Pues eso, lo digo por si a alguien le vale; que a mí me resultó curioso y ahora lo hago siempre :D
PD: yo ya ves que me voy siempre por las ramas.
Isi, para nada te vas por las ramas. Son precisamente esos pequeños cambios, que realmente no requieren mayor esfuerzo que coger el hábito de actuar así, los que pueden ayudarnos mucho a contribuir a impactar menos negativamente sobre nuestro entorno. Así que muchísimas gracias por esos consejos que, efectivamente, son tan beneficiosos como dices.
Un besote.
P.S.: En efecto, en las nuevas edificaciones es obligatorio el uso de energía solar al menos para la obtención de agua caliente sanitaria.
Bueno a mi si me preguntan yo diría que aquí hay que tener un plan A y un plan B.
O sea que todo es finito la Naturaleza lo demuestra, la Tierra un día hará ¡puf! como todo, que el ser humano haya acelerado ese proceso es posible, pero ¿alguien renunciaría a retrotraerse a las cavernas a cambio de un aire más limpio? yo no desde luego.
Supongo que hay que avanzar con cabeza y sin malgastar los recursos, y mientras tanto ir mirando la forma de desarrollar un nuevo hogar para cuando haya que saltar del barco, por muy de ciencia ficción que parezca.
No hacerlo sería extraordinariamente estúpido por nuestra parte.
Ambas cosas habría que combinar, creo yo.
Sonja, en efecto, se trata de usar la inteligencia para encontrar soluciones a todos los niveles y plazos temporales posibles. No es necesario volver a las cavernas ni a un idílico estado de comunión con la naturaleza (cuando nuestra especie nunca lo ha estado), pero sí de conservar lo que nos rodea, aunque sea por propio egoísmo, y hacer uso de nuestra empatía de seres sociales antes que de malgastar esfuerzo en continuas batallas entre unos y otros.
La "simplicidad voluntaria" es un modo de acercarnos a ello, prescindiendo de lo que no nos sea necesario (cada cual conoce sus necesidades) y buscando la felicidad más allá de lo material. Documentales como "No impact man" o entradas como esta que nos trae El rebaño ciego pueden acercarnos a conocer esa corriente de pensamiento.
Un abrazo.
Train, no te preocupes por el off-topic, que resulta de lo más interesante y me da pie a elucubrar algo sobre futuras entradas. En lo de "Dune", película, coincido. Ahora, el libro es alucinante, ¿verdad?
De Scott Card tengo bastante pendiente, ciertamente. Aunque su saga de Ender me encantó, lo cierto es que creo que en ella empezó a repetirse demasiado; me fascinaron sus dos primeros libros, sin embargo, tanto El juego de Ender como el fantástico alegato contra la incomprensión racial, con tintes ecológicos, de La voz de los muertos.
A La saga de Alvin Maker le tengo echado el ojo desde hace mucho, así que tendré que leerla en cuanto tenga ocasión. Tomo muy buena nota de Worthing (por lo que me dices, será el próximo en caer) y hazlo tú sobre Esperanza del Venado, pues creo que te gustará.
¡Y sí! ¡Cuando supe que él era el artífice de la batalla de insultos -o de sus diálogos- me encantó!
Un saludote.
No me gustan los libros demasiado catastrofistas, pero me ha parecido entender que el autor no nos dice que estamos abocados a un desastre sin remedio, parece que nos da alguna esperanza si decidimos ponernos a ello.
Tendremos en cuenta a este autor, que al menos sabe de qué habla.
Saludos.
(Por cierto, para lo menos aventajados informáticamente, ¿por qué no te planteas poner en los post una supcripción via email a las entradas y/o comentarios. Please. Nos sería muy útil. No se lo digas a nadie pero no termino de apañarme con la suscripción a fuentes y los RSS)
Ascen, a mí tampoco me gusta el catastrofismo per se (creo que es algo que no puede gustar a nadie, jeje), pero sí que es cierto que, tal y como dice el autor y aventuras tú misma, deberíamos ponernos a ello si queremos evitar que las consecuencias (económicas, sociales, personales...) no sean devastadoras de aquí a no mucho tiempo. En nuestras manos está y aquí no hay lugar para el "que lo hagan los demás". Es una actitud en la que no deberíamos escudarnos para no poner nuestro granito de arena, tal y como dice el autor.
De cualquier modo, en efecto, el libro no es nada negativo: el problema está sobre la mesa y hay que actuar sin dejar lugar al pesimismo.
Por lo demás, tomo buena nota sobre el tema de la suscripción por correo, en cuanto tenga un huequito me pongo a ello.
Un abrazo.
Hola otra vez!
PUes nada, te venía a comentar que en Toxicología vamos por el tema de Pesticidas (por cierto, voy a hacer una entrada a raíz de esto y de las "lecturas obligatorias" de Lammermoor), y el profe nos ha recomendado el libro de Rachel Carson. Pues le escribí un email porque en la biblioteca no lo tienen y me dijo que me prestaría su ejemplar la semana que viene (me refiero a Primavera silenciosa), así que doy por hecho que soy la única que se ha interesado, o que el profesor tiene un montón para prestarnos a todos.
Si me gusta, hay en la biblio otro suyo, "El mar que nos rodea", que supongo que tenga más que ver con esta entrada tuya. jeje.
Pues nada, que es que me acordé de ti en clase, jajaja.
Bueno, te perdono aunque no me contestes :(
Voy a llorar por ahí...
Isi, no me llores… jo… Si es que tengo la cabeza fatal, y al escribir la nueva entrada me puse a contestar comentarios (y precisamente pensé en el tuyo de Carson a raíz de hablar sobre ella en la entrada de Delibes) pero luego se me pasó volver aquí. Bueno, te contesto, pero con la condición de que no llores, ¿sí? :)
La publicación de Primavera silenciosa supuso un verdadero hito dentro del incipiente movimiento ecologista de los años 60 y ha sido una de las obras más influyentes dentro de este campo, así que os enfrentáis a un verdadero clásico, jeje. Estaré muy al tanto de esa entrada que nos prometes para saber qué te pareció. Si quieres ampliar algo a ese respecto puedo enviarte algún material que tengo por aquí; todo depende del tiempo del que dispongas y puedas dedicarle al trabajo.
En cuanto a El mar que nos rodea es una obra anterior suya y por lo que leí en su momento creo que es francamente buena, con un enfoque muy didáctico sobre los ecosistemas marinos y la influencia de los océanos en el equilibrio climático planetario. Me hice hace un tiempo con una edición algo antigua en una librería de saldo y tengo pendiente leerlo, aunque como estoy intentando no volcarme en demasía con títulos relacionados con la carrera (por leer algo de literatura, que tras el pasado año lo NECESITO, jejeje) aún lo tengo aparcado. A ver quién la lee antes. ;)
¡Un besote gordo!
jeje, ya soy happy :D
Nada, ayer mismo fui a por él a la biblioteca de Ciencias biológicas, que era la única que lo tenían y sólo leí los dos primeros capítulos; la introducción.
El caso es que ya te comento que me costará leerlo, porque parece que andaban escasos de papel y tuvieron que reducir la letra y los espacios entre líneas al supermáximo... Se lee fatal y está viejito. Pero seguro que es muy interesante (si de esta no apruebo toxi, me suicidaré).
Ya te contaré, y sí creo que haga reseña. Si necesito más información, te aviso. De momento no, pues tengo examen el 10 y es de otra asignatura (y qué hago entonces leyendo libros de pesticidas? no lo sé): Higiene de los alimentos.
Jejeje, la verdad es que no es como para andar leyendo libros de estos alegremente mientras tienes el examen pendiente. :)
De cualquier modo, para cualquier cosilla que necesites, ya sabes.
Un abrazote.
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