lunes, 24 de octubre de 2011

Día de la Biblioteca


Llueve desde hace horas y es uno de esos días en los que nada me apetece más que mirar sin ver, a través de la ventana, cómo cae el día mientras la guitarra de Cereijo entona una melodía hermosa pero cargada de malos presagios («La noche se está cayendo/y con ella cae el tiempo/el día no sirvió de nada,/tarde de nubes sin agua./Hoy el cielo es de cemento,/parece que Dios está muerto/golpean la puerta de casa/mensajeros de desgracia…/¡malas noticias!»). Las primeras lluvias siempre me recuerdan, irremisiblemente, a poemas de Machado y a Serrat cantándolos, a Cela y su Mazurca para dos muertos.
Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita paciencia, como toda la vida, llueve sobre la tierra que es del mismo color que el cielo, entre blando verde y blando gris ceniciento, y la raya del monte lleva ya mucho tiempo borrada. (...) Llueve con tanta monotonía como aplicación desde el día de San Ramón Nonato, a lo mejor desde antes aun, y hoy es San Macario, que trae suerte a los naipes y a las papeletas. Orvalla despacio y sin parar desde hace más de nueve meses sobre la yerba del campo y los cristales de mi ventana, orvalla pero no hace frio, quiero decir mucho frío...
Se celebra hoy, como cada 24 de octubre desde hace casi tres lustros, el Día de la Biblioteca, y el que debería ser día de festejo (¡albricias!) para tantos de nosotros, lectores irredentos, supone un trago que deja un regusto amargo por el cierre, este mismo año, de una siempre necesaria biblioteca de barrio, la del Zaidín, en Granada. Sobre los peregrinos motivos existentes para su cierre podéis leer algo aquí.

Leía esta mañana un artículo sobre el futuro del libro de papel y el electrónico. «El libro ha muerto. ¡Viva el libro!» parecen preconizar los agoreros del libro entendido como continente y contenido. Los libros de papel, objeto de culto y deseo por parte de quienes adoramos pasar sus páginas escuchando el crujido del papel, dejándonos deleitar por su olor, vendrán a ser desplazados por una ingente horda de lectores electrónicos y formatos de archivo dispares, quedando relegados en las estanterías de aquellos que los coleccionarán con meticulosidad del entomólogo que clasifica un nuevo ejemplar, del filatélico que disfruta pinzando con frío metal uno de sus sellos para exponerlo bajo el ojo magnificado de la lupa.

Personalmente, creo que el futuro depara un espacio para la coexistencia. Ya poseo un lector electrónico y ciertamente resulta muy cómodo leer en él, pero no me da todo lo que necesito. El catálogo de libros disponibles es bastante reducido, si bien es cierto que es de esperar que este contratiempo se vaya resolviendo conforme las editoriales vayan permitiéndolo y los autores encuentren virtudes en este nuevo sector de mercado. Es más, una de las grandes esperanzas que deposito en el libro electrónico es poder hacerme con títulos descatalogados que hoy día son costosos, difíciles de conseguir o ambas cosas a la vez. Hay libros ideales para aparecer en este formato, como los best sellers que no buscan pasar a la posteridad o libros técnicos con la fecha de caducidad cuasi programada. Como informático que soy, adoraría poder leer cómodamente (algo que todavía no es posible hacer con los títulos que están editando en formato electrónico) textos que sé que dentro de cuatro o cinco años serán tenidos por obsoletos. 

Pero creo que no basta con eso para desbancar al libro tradicional. En días como hoy no me busques fuera de una biblioteca, ya sea la mía privada o una pública, donde pueda leer rodeado de libros. No me pidas que imagine a Bastian Baltasar Bux leyendo en un Kindle las aventuras de Atreyu, ni a un cura y un barbero formateando la tarjeta de memoria del Papyre de Alonso Quijano. No me exijas que te diga que a una isla desierta llevaría conmigo un eReader con diez mil libros electrónicos dentro si no tengo con qué cargar su batería, ni que crea a quienes afirman que con su iPad leen más cuando antes apenas abrían un libro.


Dejadme estar con mi placer de lector arcaico, de devorador de libros ajeno a lo que marcan las modas y el mercado, de sujeto afín a ese montón de papiros cosidos, de manuscritos pervertidos por el invento de Gutenberg. Dejadme perdido en conversaciones con mis libreros preferidos, Firmin entre las ratas, saludando al bibliotecario que me vio crecer mientras yo le veía envejecer entre libros, que me aconsejó y recomendó lecturas en cada etapa de mi vida. Sí, leeré en libros electrónicos y disfrutaré con la lectura, obtendré los beneficios de las nuevas tecnologías y procuraré que no me dominen. Dejadme leer, pero no en aras de un nuevo negocio. Dejadme leer como lee un hombre, con el corazón.
El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.

Jorge Luis Borges, “La biblioteca de Babel”.
Feliz Día de la Biblioteca y feliz lectura, sobre cualquier medio y en cualquier lugar.

Notas: 
La fotografía de la Biblioteca del Hospital Real de Granada que encabeza la entrada es de Iván García y es ofrecida sujeta a los términos de una licencia Creative Commons
La segunda fotografía es de la Plaza de España de Santa Fe (Granada). El edificio que permanece oculto por las redes protectoras de una obra de restauración albergaba antaño la biblioteca pública de mi pueblo, la primera de la que fui socio y donde pasé largas horas de innumerables días leyendo, aprendiendo... y contemplando a las aves en los tejados de la Iglesia de la Encarnación, justo enfrente.

15 comentarios:

Azote ortográfico dijo...

Hermosas palabras, que suscribo una por una. Yo fui usuaria tardía (creo que hasta los 15 años no tuve mi primer carné); sin embargo, la otra mitad de mi vida no habría sido lo que es sin la Biblioteca Provincial de Córdoba, el Archivo, la biblioteca de mi facultad, las de Granada y tantas otras que me han prestado sus fondos alguna vez y de las que he podido disfrutar, aun de forma esporádica.

Desgraciadamente, en manos de políticos como los que tenemos, ni las bibliotecas como servicio ni la cultura como entidad pública tienen demasiado futuro.

Saludos.

Isi dijo...

Llegué un día después, jeje
De todo lo que cuentas, me da penita el cierre de tu biblioteca de barrio, la verdad es que es una mala noticia.
Yo también soy usuaria habitual de la biblioteca pública, y ahora también de la del centro de idiomas y de la facultad de Educación: si es que creo que sin las bibliotecas no habría otra forma para poder hacer todo lo que tenemos pendiente, verdad? entre el deber y el placer, sería imposible comprar todos los libros necesarios.
Bueno, a ver si para otro año nos dan un día de fiesta, ¡¡qué menos!!

loquemeahorro dijo...

Que cierren una biblioteca me parece un un error imperdonable y me produce un dolor casi físico.

Ni siquera me veo con ánimos de entrar a leerme los supuestos argumentos con los que intentan justificarlo.

El libro electrónico coexistirá y no pasará nada, igual que la televisión (ni el video, ni el dvd, ni...) no hizo que desapareciera el cine.

Ni la radio ha desaparecido, ni el teatro (que tiene más espectadores que nunca) y eso que llevan "matándolos" toda la vida.

MJGF dijo...

Yo tuve carné de biblioteca pública pronto; mi hermana mayor quedaba para jugar con sus amigas en los jardines de la Biblioteca Pública de Valencia (más conocida como "la del Hospital" por estar situada en el que fuera el antiguo hospital de la ciudad); como yo era su llavero de 7 años y ella una superchica de casi 10 (tenía que llevarme a todas partes por órdenes maternas; era otra época...), me aparcaba en la sección infantil y tan contentas las dos. Ella me gestionó los trámites de aquel primer carné y hasta hoy.
Disfruto de la facilidad para consultar textos de bibliotecas lejanas por internet, de descargárme libros en mi e-reader y de no tener que tomar decisiones "de peso" en mis viajes en avión; pero dame una biblioteca en la que perderme una tarde y el tacto del papel bajo los dedos... Pura felicidad.
F

Maribel dijo...

Hola Homolibris, hermosa entrada. Recordaba como cerca de mi casa una preciosa tienda llamada "Esto que te cuento" dedicada a libros infantiles , con editoriales pequeñas, ilustradores cuidadosos...ha cerrado sin cumplir los tres años porque : "los padres no compran cuentos...venían buscando el paraguas de Winnie de...como se diga"... una lastima.

Yo también tengo el ebook, hace ya 10 meses...y puedo decir que eso no excluye la biblioteca, ni la compra de libros, al final nuestra experiencia lectora está ligada al papel. Esta semana he descubierto que perdía las anotaciones al quitar los libros leídos del lector....horror(algo a solucionar, claro) .

La biblioteca me permite acceder a otras ediciones, autores húngaros...,"raritos", y hemos podido terminar de ver "The Wire"...

Es posible recuperar algún descatalogado en digital, tener pdf con documentación sobre viajes...., muchas ventajas, aunque no voy a renunciar a mi biblioteca personal, a esos libros, ilustraciones tan queridos. La edición de "Peregrino de Angkor" de Pierre Loti no es lo mismo en un ebook, queda mucho por hacer en edición digital....aprovecharemos lo bueno de ambos mundos, y, tienes razón, lee aquel al que le gusta leer!

un abrazo ;-)

El Guisante Verde Project

Lectora dijo...

Ya se ve que verdaderamente disfrutas, sí tienen algo de mágico las bibliotecas, de todas formas a veces deprimen, quiero decir que yo trabajo en una universitaria y sinceramente es muy muy muy extremadamente raro que alguien saque un libro por hobby, los libros de literatura están muertos de aburrimiento, si quitáramos esa sección nadie lo notaría.
Los estudiantes van a estudiar lo suyo y ya está.
Espero que nunca se pierda el libro de papel, no creo.

Por cierto que la descripción de Borges recuerda mucho a la bibilioteca del nombre de la Rosa verdad?

Homo libris dijo...

Azote, me alegra que te haya gustado la entrada. Yo comencé a ser asiduo visitante de la biblioteca pública de mi pueblo a partir de los 9 años, cuando mi tía me apuntó como socio de la misma. Sin ella, y sin las que vendrían después, no habría podido leer tanto y tan bueno, descubrir libros y autores que serían para mí verdaderos referentes en la vida. A los políticos con las bibliotecas les ocurre que evidencian el desconocimiento de su utilidad porque no las han pisado mucho. A tu entrada sobre el tema me remito. :)

Homo libris dijo...

Isi, no te preocupes que ya ves que yo tengo que ir respondiendo cada mucho a los comentarios del blog. Todos estamos más que liados últimamente y lo que me alegra ciertamente es seguir viéndoos por aquí… además de visitaros, por supuesto.

Me consta que eres una de las mejores usuarias de la biblioteca pública de tu ciudad: Siempre tengo presentes tus entradas sobre la misma y sus libros cuando visito la de Málaga, quizás la que menos he podido aprovechar de cuantas he conocido (en parte por lo escaso de sus fondos, además de por el frenético ritmo de “vida” que llevo por aquí).

Estoy completamente de acuerdo contigo en que sin ellas no sería posible satisfacer todas las necesidades lectoras que tenemos: las de ocio y las impuestas.

¡Que sigan por siempre abiertas, pues!

Homo libris dijo...

Loque, que cierren una biblioteca es una abominación que demuestra hasta qué punto vivimos en un mundo que va “hacia atrás”. Estoy contigo en el dolor que nos causa y en lo penoso que resulta.

Pienso como tú acerca del libro electrónico y el convencional. Llevan matando a la radio décadas y a la novela (como género) siglos, y ahí siguen ambas. Con nuestros queridos libros ocurrirá lo mismo, estoy seguro de ello. Máxime después de haber estado en Granada este fin de semana, de haber vuelto a encontrarnos en una Feria del Libro Antiguo y de Ocasión y de intentar imaginar “algo así” en digital. Como que no… :)

Homo libris dijo...

Fulgida, te veía como lectora temprana y compruebo que estaba en lo cierto, inclusive en lo que a bibliotecas públicas se refiere. Me encanta el detalle con el que cuentas aquellos primeros momentos lectores y me da por pensar qué ocurriría si todos recopilamos alguna que otra foto de nuestras bibliotecas públicas particulares (menudo oxímoron XD) y las publicásemos por aquí. :)

En cuanto al lector electrónico, estoy contigo en que presenta numerosas ventajas, y personalmente llevo décadas esperando a que aparezca un aparatejo así (recuerdo como si fuera ayer las especulaciones visionarias de la revista Muy Interesante hace más de 20 años sobre este tema :)), pero para quienes amamos la letra impresa no hay nada como una biblioteca “de verdad”.

Homo libris dijo...

Maribel, me encanta verte de nuevo por aquí después de tanto tiempo (de forma activa al menos, pues me consta que, al igual que yo con vuestro blog, nos seguimos calladamente a veces, jejeje).

Me encantan, como le decía a Fulgida un poco más arriba, las experiencias lectoras cuya narración ha despertado esta entrada. Creo que todos estamos de acuerdo en que los lectores electrónicos abren un nuevo frente a la lectura (descatalogados, libros difíciles de encontrar o textos “con fecha de caducidad” como los técnicos) pero no vienen a sustituir en absoluto al libro convencional, muy especialmente si aporta algo más que un texto que leer (ediciones con fotografías, ilustradas, cuidadas, donde la experiencia lectora es un baño de sensaciones agradables para todos los sentidos).

No por más electrónico se es mejor lector. :D

Homo libris dijo...

Sonja, mucho me temo que en la biblioteca en que trabajas la lectura es más impuesta que escogida, si bien es cierto que seguro que más de uno de los usuarios que por allí pululen sacará libros por placer. Yo lo hago en la del Centro Asociado de la UNED en el que estoy inscrito, y es que no puedo ir a por un libro de texto de una asignatura y dejar de aprovechar el poder sacar un segundo libro sin hacerlo. Hay literatura, antropología y muchos temas que me interesan para dejar pasar la oportunidad de leer algo sobre ellos. Otra cosa es que no sea lo más habitual, estoy de acuerdo contigo en eso.

Y sí, estás en lo cierto. Eco se inspiró en la biblioteca laberíntica de Borges para crear la de El nombre de la rosa. De ahí que el bibliotecario ciego (como Borges) también se llame Jorge. Me pregunto si la nueva versión del libro, for dummies inspirará tanto a otras generaciones de lectores…

Veo que hay un pleno de chicas en el blog. ¡Gracias a todas por comentar! ¡Un beso grande!

Senior Citizen dijo...

La última hora de la biblioteca del Zaidín es que la policía local ha procedido a vigilar el vaciado de libros camino de la otra biblioteca, con ataques a los vecinos que se habían concentrado para evitarlo y dándose la paradoja de que la policía desaloje a la fuerza a un concejal de una instalación municipal.

Homo libris dijo...

Senior Citizen, precisamente ayer me acordaba de tu entrada sobre la biblioteca cuando pude ver la noticia en un diario de la provincia. Quería haberte escrito algo en el blog precisamente por la noche pero llegué del trabajo y finalmente no lo hice, aunque algo dejé caer por una de mis cuentas de Twitter (la que más uso).

Es una vergüenza la forma en que han procedido a desalojar la biblioteca. Entre eso y la noticia que recibí por la tarde de que si quería consultar un libro de la Biblioteca Pública de Huelva tendría que pagar 10 € (gastos de envío, ya que por los recortes de presupuesto ya no pueden hacerse cargo de préstamos interbibliotecarios si no es el usuario el que paga el envío) pensé escribir una entrada. Si puedo, este fin de semana lo haré.

Un saludo y muchas gracias por traernos estas últimas noticias.

Senior Citizen dijo...

Tengo que corregir algo de mi noticia. Los libros y el mobiliario no se los han llevado a la otra biblioteca del Zaidín, sino a una nueva en el distrito Beiro. Es decir, desnudan a una santo para vestir a otro...