Hay personas que tenemos una particular afición por todo aquello que huele a misterio, de hecho, creo que es condición de todo ser humano el que esto ocurra; simplemente obedece a nuestra inquieta mente y a la curiosidad que despierta en nosotros lo desconocido. Hay un tipo de misterios que despiertan en nosotros una especial inquietud, que nos tocan la fibra sensible: aquellos que involucran la muerte de uno de nuestros semejantes. Así, la novela de misterio, policíaca, negra o de intriga, es un género que cuenta con una nutrida cohorte de seguidores que disfrutan desde la asepsia de la literatura de la sordidez del crimen. Desde los cuentos de Poe, las historias holmesianas de Conan Doyle, las novelas de Christie, P.D. James, González Ledesma, Montalban o Mankell, hasta el trasfondo criminal de Crimen y Castigo o El nombre de la rosa, los libros han reflejado el lado oscuro del ser humano. Recientemente, el cine (¡ah, Hitchcock!) o la televisión han ocupado parte del nicho que, antaño, fuera exclusivo de la literatura: "CSI", "Numb3rs", "Bones", "Dexter"…
Siempre me apasionaron estos temas y, de hecho, sigue ocurriendo. No en balde, en mi parcela profesional me interesan especialmente los temas de seguridad informática, que están directamente relacionados con la informática forense. Desde el método científico-deductivo de Sherlock Holmes ha llovido mucho (bueno, tal vez no tanto como debiera), y hoy día la ciencia y la tecnología han dotado a policías y forenses de las herramientas necesarias para ir más allá de lo que nunca pudieran haber imaginado hace un par de siglos. Sin embargo, en todo momento tuvieron unos particulares aliados que, desafortunadamente, sólo en los últimos años están siendo conocidos a fondo: los insectos.
El testimonio de las moscas, con el subtítulo Cómo los insectos ayudan a resolver crímenes, es un libro escrito por el afamado entomólogo forense M. Lee Goff. En este libro nos descubre una particular parcela de los estudios forenses, en las que las moscas y tenébridos tienen mucho que decir. A partir de los casos en que ha trabajado, y desde el momento en que comenzó a llevar a cabo estas labores, cuando apenas se le tenía en cuenta, hasta que la entomología forense fue tomada como un referente en la resolución de muertes por violencia, M. Lee nos desvela algunos de los secretos que es capaz de desentrañar el estudio de estos insectos. El autor llevó a cabo estudios sobre la descomposición de cerdos en Hawai, donde desarrolló la mayor parte de su carrera, y cómo la intervención de insectos necrófagos se ve afectada por aspectos como la climatología, la presencia de drogas en el cadáver o el lugar en que fuera encontrado. La aparición de individuos de determinadas especies marcaba el periodo transcurrido desde la muerte, y el nivel desarrollo de sus larvas, o la aparición de depredadores de estas, podía precisar incluso el día y hora de la defunción, o las condiciones en que se produjo.
El libro es prolijo en la exposición de los casos, sin llegar en ningún momento a recrearse en ellos, buscar el morbo fácil u obviar las sensaciones que apresaron al científico en alguno que otro momento de las investigaciones. Incluso nos desvela, al final del libro, algunas curiosidades entomológicas. Por ejemplo, ¿sabíais que, en el siglo XIX, los heridos de guerra que eran recogidos del campo de batalla tenían más posibilidades de sobrevivir si sus heridas habían sido invadidas por las larvas de las moscas carroñeras? Según parece, al devorar la carne que comenzaba a presentar síntomas de podredumbre, evitaban la gangrena o el incremento de corrupción de las heridas. Sí, me consta que es poco agradable, pero esto no dejó de salvar vidas.
En resumen, un libro de lo más interesante, que posiblemente interese a quienes tengan más desarrollado ese instinto detectivesco que comentaba al comienzo de la entrada, a quienes sientan pasión por los insectos y a quienes, dejando de lado las habituales suspicacias que respecto a la entomofauna tiene buena parte de la población, estén abiertos a escuchar el testimonio de las moscas.