domingo, 30 de agosto de 2009
El día que conocimos al lobo
jueves, 27 de agosto de 2009
Cielos de barro
lunes, 24 de agosto de 2009
Ciento diez años
La lluviaBruscamente la tarde se ha aclaradoporque ya cae la lluvia minuciosa.Cae o cayó. La lluvia es una cosaque sin duda sucede en el pasado.Quien la oye caer ha recobradoel tiempo en que la suerte venturosale reveló una flor llamada rosay el curioso color del colorado.Esta lluvia que ciega los cristalesalegrará en perdidos arrabaleslas negras uvas de una parra en ciertopatio que ya no existe. La mojadatarde me trae la voz, la voz deseada,de mi padre que vuelve y que no ha muerto.
jueves, 20 de agosto de 2009
De lo que vemos y lo que no
martes, 18 de agosto de 2009
Amar en tiempos revueltos
domingo, 16 de agosto de 2009
Libros, bibliotecas y herramientas
sábado, 15 de agosto de 2009
Andanzas de un naturalista
Entre hombres y pájaros narra algunas de las vivencias de Narosky, y que van desde el despertar de su vocación naturalista hasta prácticamente su dedicación exclusiva a la preservación de lo natural. Narrado con sencillez, casi diría que con candor, sus aventuras me han recordado a las que Gerard Durrell dejó plasmadas en su "trilogía de Corfú" (Mi familia y otros animales, Bichos y demás parientes y El jardín de los dioses) o en cualquiera de sus otros libros de andanzas zoológicas, y es que resulta divertido, anecdótico y respira por los cuatro costados amor y pasión por lo que hace.
Cada vez que salía de vacaciones, que buscaba aislarme de la humareda humana, me encontraba contemplando de soslayo a mi mundo perdido, y eso me producía escozor. Sentía la falta e intentaba el reemplazado a tiendas.
En las playas dejaba tostándose al conglomerado humano y buscaba en las soledades el caracol multiforme, los trozos de algas cromáticas, el veteado canto rodado, el pececillo abandonado o el vuelo negriblanco de la gaviota. En las sierras caminaba sin rumbo, o quizá con rumbo a un edén olvidado. En los senderos de la campaña miraba con melancolía los nidos de hornero y leñatero que orgullosamente se mostraban en los postes, y que eran el único lazo visible con aquella etapa, con aquel momento de mi infancia que resumía una época.
Me encontré como un niño a quien se ha descubierto haciendo algo inconveniente por lo cual, sin embargo, no se lo va a castigar. Poco a poco el miedo al ridículo, por mi incipiente fascinación ornitológica, fue cediendo.
Me hallaba en una edad en que ya muchos hombres, aburguesados por la repetición de circunstancias y confiando en que la vida no oculta nada más agradable que un buen plato de ravioles o una película por televisión, abandonan sus búsquedas juveniles. Yo parecía querer volver al pasado y recomenzar. Era una aventura peligrosa.
Y es que, amigos, no sé si me pierde la pasión, si es más ésta que el contenido del libro que reseñaba, pero como os decía en un principio, me está encantando. Es difícil de conseguir, ya que fue publicado en 1978 en Buenos Aires y sólo he visto algunos ejemplares de segunda mano por Internet a un precio bastante elevado incluso en Argentina, país donde fue editado, pero si os interesa el tema os recomendaría leer a Durrell y, por supuesto, aprovechar el buen tiempo y salir al campo a primera hora, guía ornitológica en mano, para disfrutar de una naturaleza que deberíamos preservar. Por nuestro bien y el de quienes llegarán tras nosotros.
Os dejo, para finalizar, con un fragmento que me ha estremecido, ha hecho que se me erice la piel y un estremecimiento recorra mi espalda. Y en compañía de algunas fotografías que sacó hace poco Alberto, que tiene mejor mano que yo para esto en nuestra querida y escasamente valorada Dehesilla; como comprobaréis, tiene más secretos y hermosura de la que muchos saben ver en ella. Están presentes uno de sus barrancos, que aparece cruzado por un arroyuelo de aguas ligeramente salobres donde es fácil encontrar renacuajos de sapo corredor (Epidalea calamita), bordeado por una vegetación compuesta por juncos (Juncus sp.) y tarajes (Tamarix africana), una fotografía nocturna de un chotacabras pardo (Caprimulgus ruficollis) y un pollo de ratonero común (Buteo buteo) en su nido.
Feliz fin de semana.
Nos abrimos paso entre los nidos, que por su proximidad impedían el avance. Ya no nos hablábamos, cada uno vivía la aventura en su propio espíritu. El espectáculo me retrotrajo a épocas pretéritas, a aquellos tiempos en los que el hombre aún no había logrado mancillar la genuina virginidad de la naturaleza.
Mientras caminaba, mi mente vagó por los más insólitos senderos. Creo que me detuve en el futuro, porque la laguna, cuyas aguas en la realidad todavía mojaban mi cuerpo, había sido desecada y su suelo barroso, pulcramente asfaltado. En lugar de juncos y duraznillos blancos florecidos, mi pesadilla vislumbró allí un lujoso casino para servir a las necesidades de la ciudad de Azul, convertida en urbe millonaria. Imaginé una mesa de punto y banca, una ruleta y hombres y mujeres neurotizados por el juego. Enterrada entre los cimientos de la moderna obra, una vieja y olvidada civilización, una ciudad perdida de gaviotas, cuervillos, garzas y cisnes. Cientos de miles de animales muertos o imposibilitados de reproducirse jamás, al haberse eliminado el ambiente propicio para ello. Pero desde el punto de vista del hombre, en la construcción de ese casino “no hubo que lamentar víctimas”.
Sin transición volví a la actualidad. Ya los cansados resplandores del atardecer delineaban sombras tenues sobre el manto de terciopelo del bañado. Un chisporroteo rosa y carmín se había elevado sobre el cielo todavía azul. Las espátulas no nos quisieron dejar ir sin que grabáramos su presencia y la de sus nidos en el celuloide. Fue el fin de fiesta.
Todo era silencio. La hilera humana caminaba hacia la estrechez de su mundo, hacia la pequeñez de su egoísmo. A cuatro de sus representantes se les había permitido viajar hasta la irrealidad. Allí los animales les habían hablado. Eso no era difícil. Lo difícil resultaba hallar un lenguaje por el cual estos hombres pudieran comunicarse con sus hermanos y transmitirles su mensaje de amor y respeto por la vida.
Una tarea casi imposible, porque ese idioma no ha sido creado todavía.
Cuarteto
viernes, 14 de agosto de 2009
Alfred Hitchcock... sin necesidad de presentación.
jueves, 13 de agosto de 2009
Una entrada musical
El rey Arturo y algunas obras derivadas
miércoles, 12 de agosto de 2009
El rey Arturo en la literatura
sábado, 8 de agosto de 2009
Estado crepuscular, de Javier Negrete
Cuando más tarde hice el análisis de aquella noche, encontré algo extraño en lo sucedido. Me había fingido psiquiatra para A) tirarme a la concupiscible Mirtila Lump con la condición de B) viajar a Hoonai, el planeta de los Kghasatshu –singular, Satshu-,y curar un alienígena loco. Podría haberme limitado a A), encontrar las lógicas satisfacciones en ello, desaparecer en la estación Sheffield y que se buscara a otro para B). Pero, y he ahí lo raro, cumplí con B), como ahora les narraré, y en cuanto a A), después de despojarme el bolsillo con los malditos Chivas, la muy pécora me dejó en la puerta de su habitación con tres palmos de NARICES.
viernes, 7 de agosto de 2009
Algunas impresiones sobre Papyre
Aunque lo cierto es que la experiencia con el lector merecería un artículo más detallado, ante la petición de Lucía en los comentarios de la entrada de hace un par de días, voy a resumir en pocas líneas mi impresión sobre el Papyre, en una serie de puntos (una de cal y otra de arena):
- Lo primero que podría decir sobre el lector es que, en efecto, sirve para leer. Parece una obviedad, pero no lo es. Es un dispositivo dedicado, es decir, que su función está centrada en servir como soporte para la lectura, y cumple con creces la misma. Se lee bien, con la nitidez que podría darnos el soporte en papel tradicional, y en cuanto te acostumbras a pasar las páginas con sus botones prácticamente no te das cuenta de si estás leyendo en un aparato electrónico o en un libro tradicional. Obviamente, para carcas como yo, siempre será preferible el formato clásico (el olor, el tacto, el sonido de las páginas al pasarlas…), pero quien diga que es menos cómodo para leer, miente.
- Una de las limitaciones del Papyre frente a otros lectores electrónicos es que no permite realizar anotaciones, marcado del texto (únicamente tiene unos pocos marcapáginas electrónicos), por lo que su utilidad se ciñe a la lectura, dificultando su uso como “libro de texto” o material auxiliar para el aprendizaje. Estas labores se pueden llevar a cabo complementándolo con una libreta o editando el texto con un ordenador, siempre que sea un formato abierto. Es el caso del FB2 (realmente un documento de texto, en formato XML, con una determinada estructura), el RTF o los documentos de Microsoft Word u OpenOffice, pero no del PDF y otros formatos cerrados (propietarios).
- El conversor que incluye el Papyre, así como otras aplicaciones existentes, permiten convertir fácilmente entre los formatos citados y otros que admite el lector. De este modo podemos pasar al formato que más nos guste los textos para facilitar su lectura. Tened en cuenta que el formato idóneo del Papyre es el FB2. Lo lee con rapidez, se le pueden aplicar distintos estilos y existe un mayor control sobre el tamaño de letra, tipografía, etc. También carga con mayor rapidez, aunque esto dependerá del software usado para leerlo, y que podremos cambiar como decía anteriormente: sustituyendo el firmware (en cierto modo, el sistema operativo) de la máquina.
- Del software quería hablar, y es que aunque el que trae de serie el Papyre no está nada mal, sí que tiene algunas limitaciones en la lectura de documentos PDF (pocos niveles de zoom), que suelen estar preparados para ser leídos o impresos en un papel de tamaño A4, y que son demasiado grandes para la pequeña pantalla del Papyre, por lo que hay que llevar a cabo operaciones de escalado que tienden a ralentizar nuestra lectura. Más que esto, me resulta molesto el uso de los guiones en la separación de palabras. El software no es capaz de distinguir todas las sílabas de forma correcta, por lo que en ocasiones lleva a cabo fraccionamientos de palabras de la forma más rudimentaria. “Duele” la vista al leer cosas como las que siguen:
aleg-rejuici-
ocalig-rafía
- Además de resultar molesto y despistar de la lectura, me temo que puede ser un problema a la hora de que lean los jóvenes: entre la escritura SMS y esto, rematamos la lengua. Bien cierto es que no le ocurre siempre, pero con que te aparezca una o dos veces por capítulo, te destroza la lectura, y aunque no es un problema del dispositivo en sí mismo, sino del software que incluye, creo que es algo a mejorar.
- Uno de los aspectos que más me ha gustado es su autonomía. Dos meses, unos 10 ó 12 libros leídos en él, y he tenido que cargar la batería únicamente en tres ocasiones. Sí, le dura prácticamente un mes. Además, la batería que incluye no es más que la de un modelo de teléfono móvil de Nokia, por lo que no debe ser demasiado difícil ni cara de obtener.
- La conectividad no es su fuerte. Un cable USB nos permite acceder a la tarjeta de memoria y a la memoria interna del dispositivo. Ni Wi-Fi, ni Bluetooth, ni nada por el estilo. Por otro lado, y sinceramente, no creo que lo necesite si lo vamos a usar para leer libros (ahora bien, su uso como lector de noticias y fuentes RSS podría mejorarse si contase con estos de comunicación inalámbricos). Además, así no viene Amazon a quitarnos los libros que ya habíamos comprado, como ha ocurrido con las novelas de Orwell y Kindle, el lector de libros electrónicos de esta compañía. Y es que, señoras y señores, en ocasiones la realidad supera a la ficción… Aunque sea en 2009 y no en 1984 ;)